1.- El giro. Leo en un suelto de la web del periódico, que los investigadores han descubierto que la tierra gira más rápido. Desde mediados del año recién terminado, el movimiento de rotación de la tierra se está acelerando de forma constante, y ya es más rápido que en cualquier otro momento de los últimos 50 años. Así planteado, uno se explica cosas como el asirocamiento de los asaltantes del Capitolio, lo que cuesta levantarse habiendo dormido menos, o la mala leche que se gastan los inspectores de Hacienda, tras descubrir cómo los capitales despegan de la gravedad por la rapidez con la que tota la tierra. Luego resulta que la velocidad de giro del planeta no ha aumentado tampoco tanto. Es verdad que antes había que estar añadiéndole medios segundos a los años para que cuadraran, y ahora parece que habrá que quitárselos para que el tiempo solar coincida con el tiempo atómico que es el que lo mide todo con más precisión. Pero tampoco es tan grave la cosa: los días sólo se han acortado un poco menos de un milisegundo y medio. Es tan miserable la cosa -algo así como medio segundo al año- que aún no ha salido ningún sindicalista a pedir que se aplique el porcentaje pertinente a la reducción de la jornada, ni el ministro Illa se ha decidido a justificar los retrasos en la campaña de la vacunación a que los días duran menos. Aunque todo se andará.

2.- Filomena. La tormenta ha logrado lo que no consiguió ni siquiera la Covid-19: echar el cierre el aeropuerto de Madrid. Hace dos días la nieve caía plácidamente sobre el parque de El Retiro y los alborozados madrileños se mandaban guasaps con fotografías del Palacio de Cristal congelado que parecían sacadas de la segunda Frozen de Disney. Ayer lo que se mandaban por las redes eran cancaburradas encadenadas, quejándose amargamente de los menos quince grados que congelaban ayer todas las palabras dejando las calles de Madrid como una sopa de letras. Y aquí quejándonos del frío. En fin... que encantador es ver caer la nieve cuando empieza, y fuerte engorro cuando persiste por días. La nieve es el símil perfecto de las promesas políticas.

3.- Telurios. Ángel Víctor Torres ha dicho que si hay telurio en los montes submarinos de los mares que rodean las islas, y se puede sacar y sacarlo no hace daño al medio natural, pues habrá que sacarlo. Y nadie se ha escandalizado, que raro. La mitad del personal no se habrá enterado, porque ahora lo único que interesa es la cuenta de positivos y difuntos, y los resultados de la liga. Pero estoy yo esperando aquí en mi esquina que se lie parda cuando la gente se entere de que el presidente del Gobierno ha dicho que los recursos naturales están para ser explotados. Lo curioso del caso es que Torres se ha referido al telurio del Monte Tropic y otros montes más o menos inaccesibles, pero no ha dicho ni pío de las tierras raras de Fuerteventura, que no hay que bucear cinco mil metros bajo el agua a buscarlos, porque basta con tirar de pico, pala y azadón. Será porque es menos glamuroso recoger pedruscos del suelo que manejar por wifi robots sumergibles que desencostren con sus brazos mecánicos las costras de hierro y manganeso que protegen las ‘sea mountain’. Será eso o que al presidente le ocurre lo que nos pasa a casi todos, que prefiere creerse un informe científico escrito por un británico, que otro firmado por un geólogo canario. Y eso que los dos se publican en inglés.