Aunque se aprueben presupuestos de miles de millones de euros, la evidencia empírica demuestra que estas administraciones públicas que nos ha tocado padecer nunca son capaces de ejecutarlos. Es verdad que las nóminas y los gastos corrientes –de ellos– se pagan religiosamente. Pero las ayudas sociales y las prestaciones de urgencia, qué curioso, se atascan en esperas interminables y expedientes que nunca se resuelven.

Dicen que si repites una mentira mil veces se acaba convirtiendo en realidad. Lo que es seguro es que consigues que la gente se la crea. Se dice habitualmente que en España, tras la crisis del 2008, se desmontaron los servicios públicos, como la Sanidad y la Educación. Es falso. La pérdida de empleo público que se registró en aquellos años se ha compensado sobradamente. Hoy nuestro país tiene más empleo oficial que nunca. Los gastos de la masa salarial pública se han multiplicado. Y los gastos de la burocracia. Aquí no solo no se ha desmontado nada, sino que se ha engordado a base de bien.

Hace unos años, el nuevo Gobierno dijo que iban a cambiar las cosas. Que ya nadie se quedaría atrás. Que nadie se vería abandonado. Y que las cosas iban a mejorar. ¿Y qué ha pasado? Que este país está en la peor situación que podríamos haber soñado. Nos adentramos en el horizonte de los cuatro millones de parados. Y en el derrumbe de la economía. Es obvio: son los efectos de la pandemia que está padeciendo el planeta. Pero cabría hacerse una pregunta: ¿por qué los efectos en el PIB de otros países europeos no son tan intensos como en el nuestro?

El informe Arope, de la Red Europea contra la Pobreza, habla de una España asimétrica. Una que está formada por las regiones ricas del Norte y las pobres del Sur. Lo mismo que en el caso de los países europeos, pero versión celtibérica. Para enfrentarse a la crisis, los europeos ricos, después de una bronca considerable, decidieron echar mano al bolsillo de la solidaridad y gastarse 750 mil millones a fondo perdido con aquellos países que se encontraban en peor situación social y económica. Aquellos donde los estragos de la Covid-19 habían sido más destructivos. A los ricos les llevó tiempo tomar esa decisión. Pero lo hicieron y les aplaudimos.

¿España va a hacer lo mismo? No. Las regiones ricas no van a soltar los dientes del hueso de los miles de millones que vienen de Bruselas. Pedro Sánchez ha convertido al Consejo de Ministros, Ministras, Ministres y Cabezones, en la bodega donde se va a trasegar el mosto multimillonario de los europeos. Quiere hacer la transición ecológica y digital de este país. Que no digo que no sea necesario; dios nos libre del pasado analógico y contaminante. Pero es como si el capitán del Titanic, en medio del hundimiento, anunciase pomposamente que se va a invertir en radares para detectar grandes masas de hielo flotantes. Es una buena idea, pero tal vez no sea el momento adecuado. Porque lo que la gente necesita son salvavidas.