Escuché el otro día al ex presidente de EEUU Barack Obama lamentarse, en declaraciones a la TV alemana con motivo de la publicación de sus memorias, del infausto papel de los medios en la difusión de las mentiras de Donald Trump.

Se quejaba Obama de que no sólo las televisiones descaradamente partidistas y manipuladoras, como es allí el caso de Fox News, sino incluso la prensa más seria hubiese dado espacio excesivo a las falsedades salidas de la boca de Trump como la de que él (Obama) no hubiera nacido en EEUU.

Por culpa de tan injustificada atención a las continuas mentiras del futuro presidente republicano, Obama y todo su equipo se habían visto obligados a dedicar un tiempo precioso a desmentir ese y otros muchos bulos, tiempo que habría estado mucho mejor empleado en resolver los problemas reales del país.

Los medios se han lucrado con el tipo de política espectáculo en el que el Donald se ha movido siempre como el pez en el agua. No en vano le catapultó a la fama sobre todo un popular programa de telerrealidad de la cadena NBC titulado El aprendiz, muestra del capitalismo más competitivo y despiadado.

El problema se ha visto agravado últimamente con las redes sociales, empeñadas en amplificar cualquier suerte de mentiras sin preocuparse lo más mínimo de verificarlas porque cuantas más tiempo estuvieran circulando, mayores beneficios obtenían por la publicidad acompañante.

El trumpismo por desgracia ha hecho escuela en todo el mundo, también en nuestro país, donde vemos sobre todo a los partidos de la derecha populista simplificar y mentir descaradamente en la convicción de que sus palabras encontrarán siempre amplia resonancia en los medios y eso es al final lo único que importa.

No es ciertamente fácil gobernar cuando, como ocurre en la era digital, las opiniones y las teorías más disparatadas sustituyen a los hechos y el que gobierna tiene que pasar todo el tiempo desmintiendo lo que son a todas luces falsedades, pero que se resisten a ver como tales quienes viven acomodados en su particular burbuja. ¡Nunca ha estado tan en peligro la democracia!