Canarias afronta con la pandemia de la Covid-19 uno de los momentos más delicados de su modernidad, sólo comparable a los retrocesos económicos provocados siglos atrás por una sequía en el sector agrícola. Allí, la alternativa fue la migración a América, mientras que ahora el salvavidas está en la asistencia pública para paliar el paro y evitar el naufragio del tejido empresarial. La emergencia sanitaria ha desmantelado de la noche a la mañana el liderazgo del Archipiélago en la recepción de turistas y ha llenado de claroscuros una bonanza, que, en el caso isleño, transitaba hacía un modelo de calidad con la renovación de la planta residencial creada en los años sesenta y setenta y la construcción de hoteles de alto standing. Bajo el llamado 'cero turístico', el esfuerzo se concentra en crear frente al coronavirus un cinturón de seguridad que reanime el mercado y convierta el eslogan 'Canarias Fortaleza', creado por el Gobierno de Canarias para dicha finalidad, en una marca identificable a la hora de optar por las preferencias vacacionales.

En este contexto hay que enmarcar la visita a las Islas de una alta representación de la Organización Mundial del Turismo (OMT) de Naciones Unidas, así como de un grupo de periodistas de medios nacionales y extranjeros, además de sanitarios a los que se les ha ofrecido un merecido descanso tras luchar de manera denodada contra la pandemia. El objetivo, como así ha sido, era obtener un aval cualificado sobre las ventajas de la insularidad como zona debidamente protegida, una valoración sólo posible a través de un trabajo coordinado para adaptar la oferta a frenar cualquier brote de la enfermedad con medidas preventivas, y a la capacidad inmediata para aislarlo si se diese el caso. Ambas actuaciones, como ha observado la delegación internacional y periodística, pivotan en torno a la eficiencia del sistema sanitario canario, con una experiencia hospitalaria superior contrastada.

La revitalización de la locomotora turística pasa, inevitablemente, por un tratamiento diferencial para Canarias por su condición ultraperiférica y por su dependencia, como bien ha reconocido la ministra de Turismo, Reyes Maroto, que también forma parte de la expedición que inspecciona el Archipiélago. El sector necesita unos ERTES estratégicos, es decir, vinculados a la paulatina apertura del mercado aéreo y al propio desarrollo de la 'nueva normalidad', pero también, como decimos, un plan de rescate que cree las condiciones para apuntalar esta economía terciaria, que, en caso de quedar desasistida, se llevaría por delante a miles de proveedores, hosteleros, restauradores y, por supuesto, a una masa laboral que va desde camareros a recepcionistas, pasando por los guías turísticos, operarios de la construcción y mantenimiento. Un colapso que nos devolvería a episodios del pasado donde Canarias perdió el tren del progreso, por no referirnos a las consecuencias sociales, con un aumento de la pobreza y sus efectos devastadores de cara a la igualdad.

Pero tenemos que ser optimistas y pensar que hay, al respecto, un compromiso del Gobierno de Pedro Sánchez con Canarias, creencia que no puede llevar a las Islas Canarias a bajar la guardia, sino a mantener desde su Parlamento un nivel de exigencia extraordinario por parte de todas las fuerzas políticas, dado que la situación requiere, sin lugar a dudas, un consenso irrevocable. El Archipiélago ha recorrido un largo camino desde los años sesenta y setenta, con errores y aciertos, para consolidarse como un destino turístico preferente, pese a los cambios de hábitos y a otros factores determinantes para la competitividad, como son los precios a la baja de destinos como Marruecos o Túnez.

Cierto es que el clima, nuestro eterno verano, ha sido clave para estar entre los primeros del 'top ten', pero tampoco se le puede usurpar su contribución a la seguridad que ofrecemos frente a otros lugares más vulnerables a alteraciones políticas y sin tantas garantías jurídicas como las que puede ofrecer un territorio de la Unión Europea a un cliente exigente con la calidad de los servicios que recibe. Puntos de partida como estos hacen más fácil que Canarias gane la batalla contra una pandemia que ha atemorizado a las familias con pérdidas irreversibles, un coste humano inconmensurable al lado de las preocupaciones materiales del día a día. Pero resulta difícil que estas Islas se amilanen o se vean arrastradas por el pánico. Tienen tras de sí una tradición social, cultural y política enorme para derribar obstáculos y crecerse, una actitud sostenida en el tiempo, siendo una prueba de ello las altas cotas de bienestar alcanzado, siempre en disposición de elevarlo al grado de excelencia, como es obvio. La coyuntura que atravesamos no iba a ser menos: corresponde a los poderes públicos insuflar a la sociedad civil para que extremen el cuidado para que la recuperación turística sea una realidad. Un traspiés al respecto sería trágico.

Las épocas de crisis pueden ser épocas de cambio, o al menos para estimularlos. La Covid-19 no debe ser un impedimento para reflexionar sobre la bonanza turística de Canarias. No podemos exigir un programa de ayuda europeo y nacional a cambio de nada. Tenemos por delante el reto de explorar la renovación de Canarias como destino turístico distintivo. Ya lo hacemos ofreciendo seguridad sanitaria, pero podemos ir más allá con propuestas de energía limpia, conservación de la naturaleza, sostenibilidad urbanística y recursos naturales. La visita de los miembros de OMT inaugura, aunque sea en una circunstancia penosa, una gestión política del turismo desde la unidad regional, algo excepcional y que hasta ahora no había sido posible. Canarias debe ser consciente de que para salir adelante necesita del acuerdo global para que su voz sea más potente. No se pueden derrochar activos como los de las 'islas verdes' (La Gomera, El Hierro y La Palma), Lanzarote como laboratorio del proyecto Arte+Naturaleza de César Manrique, Fuerteventura y sus maravillosas playas, La Graciosa y su Archipiélago Chinijo, Lobos y su serenidad... De una vez Gran Canaria y Tenerife deben dejar atrás su estéril rivalidad porque sólo desde la unidad de este impactante recurso natural del Altántico lograremos superar el desasosiego de la pandemia.