Pedro Sánchez anunciará hoy una ampliación del estado de alarma de otros 15 días, que probablemente no serán los últimos. Hacia finales del mes de abril, si todo va como debiera, la epidemia estaría ya en fase de control de contagios, y el número de diagnosticados activos habría bajado a cifras parecidas a las de mediados de marzo, o incluso más bajas. Pero la situación seguirá casi seguro siendo crítica en muchas UCI. Esa es una de las lecturas difíciles de asumir en esta crisis sanitaria: a pesar de que el punto de inflexión de contagios puede haber comenzado ya su reducción en muchas regiones españolas -entre ellas Canarias- y a pesar también de que el conjunto de España alcanzará el famoso pico de contagios activos en los primeros días de la próxima semana, vamos a seguir teniendo muchos muertos durante bastante tiempo. Eso es así porque quienes fallecen en estos días son personas infectadas hace dos o tres semanas, cuando el número de contagios activos seguía creciendo. Y también porque los contagiados reales en nuestro país son -al menos- entre cien y trescientas veces más que los fallecidos, según los informes más realistas que se manejan: entre un millón y tres millones de infectados, lo que apunta a que podemos llegar a triplicar (o más) la actual cifra de fallecidos, a pesar de que el confinamiento ha conseguido frenar los contagios y acercado el número de contagios por enfermo -el número R- a uno. En Canarias y otras seis regiones, ya está por debajo de uno, según el Instituto de Salud Carlos III.

Pero el impacto de la crisis sanitaria sobre la economía no va a ser cosa de semanas, sino de muchos meses. La consultora Deloitte, en su informe Monitor, establece tres pronósticos, desde la 'rápida contención' hasta la 'economía de guerra', que no son precisamente muy optimistas en cuanto a los plazos. Si asumimos como razonable la variable que establece el final del confinamiento y la parálisis económica para finales de mayo, el informe prevé un 'período de 'estabilización que durará hasta principios de diciembre, y en el que -lentamente- se incorporará cierta actividad de transporte aéreo, e incluso en agosto algo de recuperación del turismo doméstico, y para noviembre el inicio de celebraciones de actos y eventos, para dar paso a una tímida recuperación del turismo internacional ya en diciembre y a la celebración de una navidad más austera en consumo, que sería el inicio del 'período de recuperación', ya para el 2021, que arrancaría con seis o siete millones de parados. Esa hipótesis 'optimista' contempla una caída del PIB nacional cercana al diez por ciento en 2020, y un déficit público que se movería también en los dos dígitos. Extrapolando, podríamos decir que la caída del PIB canario rondaría el 25 o 30 por ciento, con más de medio millón de parados y sin quedar claro quién nos salvará de una bancarrota que puede lastrar la recuperación prevista para el 2021.

Estamos, pues, en un momento crítico: crítico para un mundo que se adentra en una recesión morrocotuda, y para un país incapaz de alcanzar acuerdos globales, al estilo de los pactos de la Moncloa de noviembre de 1977. Un momento crítico también para Canarias, que va a tener que enfrentarse con muy escaso apoyo nacional y exterior a la que sin duda va a ser la peor coyuntura económica de su historia contemporánea. Un poco de unidad política no nos vendría nada mal. ¿Será mucho pedir?