Sostiene el presidente Ángel Víctor Torres -con el mismo entusiasmo con el que sostenía Pereira- que este año se cerrará con más de 15 millones de turistas en Canarias, y que en 2020 esta cifra se superará felizmente. ¿Serán 16? ¿Tal vez 17 millones? Es una curiosa forma de optimismo esquizofrénico. Por las tardes hablar de la monserga del cambio de modelo económico, pero por las mañanas hinchar el pecho encorbatado al anunciar un incremento imparable de visitantes turísticos. Torres es como la rosa de Alejandría, colorada de noche y blanca de día. Tampoco en ese aspecto resulta demasiado original, porque todos los presidentes de los últimos veinte años han practicado con un tierno y a la vez arriscado cinismo esta contradicción. Queremos muchos más turistas pero no queremos tanto turismo. Debemos cambiar el modelo productivo pero por Dios sin poner en riesgo -siquiera durante un trimestre- el modelo productivo. Nuestra apuesta por el medio ambiente es prioritaria pero nos felicitamos si siguen rugiendo miles de aviones en nuestros cielos trayendo y llevando a turistas en cholas. En un hotel de cuatro estrellas cada turista consumirá entre 300 y 400 litros de agua diarios. En uno de cinco estrellas superará ampliamente los 500 litros al día. Es simplemente una referencia, como podrían serlo los millones de toneladas de residuos sólidos que se generan. La élite política canaria -de izquierda y derecha- sigue y seguirá practicando este infame postureo que en realidad oculta un hecho mondo y lirondo: su capacidad para desarrollar políticas de reforma social es aproximadamente nula. Y esta incapacidad tiene como primer rasgo la verdadera ausencia de voluntad de cambio por los costes políticos, corporativos y electorales que cualquier política reformista en Canarias -cualquier estrategia política que no se limite a mejorar ligeramente el gasto social- conllevaría necesaria e inevitablemente.

Un poquito más sorprendente se me antoja el optimismo presidencial ante la compra de la compañía Air Europa por parte de IAG por 1.000 millones de euros, con el objetivo básico de crear -o fortalecer- un potente hub europeo en Madrid, para competir con los de Amsterdam, Londres, Frankfurt y París. IAG controlará el 71,3 % de los trayectos aéreos dentro de España a partir del segundo semestre del próximo año: una situación cuasimonopolística. Uno recuerda vagamente los tiempos en los que los socialdemócratas (y los verdaderos liberales) desconfiaban con mucho tino de las situaciones de monopolio. Que los ministros españoles (en funciones) bendigan la compra puede explicarse porque apunta a reforzar estratégicamente a Madrid en el transporte aéreo europeo y mundial; que al presidente del Gobierno de Canarias le parezca una buena noticia, sin apenas ninguna matización, es bastante sorprendente. En esta campaña electoral, por lo demás, los grandes partidos ni se molestan en simular una agenda canaria y las fuerzas nacionalistas se dedican a gruñir y a repetir que pueden ser decisivos. ¿Decisivos en una mayoría de izquierdas insuficiente y preñada de desconfianzas internas o en una mayoría de derechas que incluyen a un facherío cada vez más retador, vomitivo y chulesco? No saben, no contestan, no hay manera.