Es un clásico: entran los nuevos con su voluntad de cambiar las cosas, escarban un poco y se dan la primera hostia con la realidad. Es entonces el momento en el que: "las cosas no son como nosotros creíamos", o bien "las cuentas no casan, es difícil cumplir el programa (aunque vamos a hacer lo que haga falta por cumplirlo, claro está)", o bien "la herencia recibida nos impide hacer lo que prometimos..."

Da lo mismo que sea el gobierno del PP que sustituye a Zapatero -primero: "vamos a bajar los impuestos", después: "nos hemos visto obligados a subir los impuestos"- que el de Sánchez sustituyendo a Rajoy. -primero: "lee mis labios: derogaremos la reforma laboral del PP", después: "estudiaremos la posibilidad de modificar algunos aspectos de la reforma laboral si se demuestra que perjudican la creación de empleo..."-. Da lo mismo lo que se haya prometido, después de las elecciones, si las ganas, entras en el gobierno y te das automáticamente de bruces con la realidad.

Al PSOE de Ángel Víctor Torres le tenía que ocurrir también, porque lo primero que uno se encuentra al llegar al Gobierno y le pone un poco de cabeza (excepto si eres Noemi Santana) es que no hay pasta para atender todo lo que se quiere, muchas veces ni siquiera lo que está presupuestado, porque el PIB del país, la regla de gasto y los presupuestos no son de plastilina.

Cuando estás en la oposición es fácil creer que todo se arregla con voluntad política y decisiones eficaces. Cuando gobiernas y tienes que dedicar la mayor parte de los cuartos a pagar sueldos todos los meses, la voluntad política no sirve para hacer que entre más dinero en las arcas, ni las decisiones que tomes, por eficaces que te parezcan, te permiten resolver en un plis-plas la contratación de 1.500 nuevos profesores para atender el compromiso de reducir las horas lectivas a 18 a la semana. Cuando gobiernas, la multiplicación de los panes y los peces deja de ser una opción voluntarista, fruto de la autoestima y la capacidad para la oratoria, para convertirse en un milagro mondo y lirondo.

Ángel Víctor Torres se enfrenta ahora al dilema de hacer casar su programa social con la regla de gasto y los ingresos presupuestarios, algo que desde la propia Consejería de Hacienda de Román Rodríguez nos dicen que es tarea imposible.

Lo suyo es entonces ponerlos a caer de un burro porque han prometido cosas que nada más llegar descubren que no podrán cumplir. Pero lo hacen todos. Los que no tienen ni idea de cómo funciona la realidad (la consejera Santana, por ejemplo) y los que tienen experiencia más que sobrada para equivocarse.

Otra cosa es hacer trampas. He escuchado al presidente decir que ha sido una sorpresa que los que se fueron hubieran gastado de más, y que habrá que subir los impuestos para evitar el déficit en las cuentas. Pero no es eso lo que opina la autoridad fiscal: es cierto que su último informe cuestiona el incumplimiento de la regla de gasto, que Clavijo y su Gobierno decidieron pasarse por el refajo, anunciándolo previamente a bombo y platillo, que para eso llegaban las elecciones. Pero la Airef no duda que habrá superávit también este año 2019, que al final entrará más dinero en el Tesoro canario del que saldrá, aunque se mantengan las decisiones relativas a no cumplir con la regla de gasto. Y así será excepto que empiecen a gastarse ahora la pasta como si no hubiera un mañana.