Arnau Griso es un grupo musical compuesto por dos jóvenes que tratan diferentes temas sociales a través de la música y desde el humor. Según explican sus componentes: "Todo lo dicho con una sonrisa en la boca, suena mejor".

A través de sus canciones y de sus vídeos llegan a un gran público y hacen una crítica social profunda.

Recientemente me llegó uno de sus vídeos, de la campaña #quieroquieroyquiero.

Probablemente muchos lo hayáis visto ya.

Busqué quién era el autor del trabajo que me pareció excepcional y sólo alcancé a leer un pequeño logo en el que ponía Arnau Griso.

Así fue cómo conocí el proyecto.

Conocer a famosos, la play cuatro o ser youtuber frente a tener una casa, comer bien, o ponerse zapatos. El contraste demoledor entre los niños de España y los niños de Uganda que muestra el vídeo te rompe en pedazos y provoca que, forzosamente, nos cuestionemos la falta de valores de nuestro sociedad y el abismo entre el primer y el tercer mundo.

Son varios los niños españoles encuestados. Simplemente les piden que digan tres deseos. Y escuchándoles uno se pregunta si como sociedad estamos haciendo bien nuestros deberes porque nuestros niños se están convirtiendo en unos borregos materialistas.

Campaña #quieroquieroyquiero

Gracias a esta campaña y a ver muestras evidentes de egoísmo en los más pequeños me pregunto sobre si lo que entendemos socialmente como madurar no es en realidad una manera de alejarse de uno mismo, de los auténticos valores. Si la educación no encierra un exceso de domesticación que sólo debilita a nuestros hijos. Si el daño colateral del estado del bienestar y toda su tecnología no nos lleva a una esclavitud, a una apatía anímica que nos hace cada vez más débiles a la par que más consumidores.

Reenvié el vídeo a mis hijos, deseando poder comentarlo con ellos tarde o temprano. Pero el contraste era tan brutal que no hay consuelo posible. Todos niños y sin embargo tan lejos los unos de los otros.

Los de Uganda desean ser profesores, doctores, conductores, cosas tan básicas como comer huevos o llevar zapatos. Los niños de España quieren ser youtubers, conocer a famosos, ser ricos, o jugar al Fornite.

Es devastador observar cómo el materialismo que impera en nuestra sociedad ha intoxicado claramente los sueños de nuestros hijos.

Comprobar que ya no tienen sueños porque tienen más de lo que necesitan y ya no valoran nada.

¿Qué podemos hacer?

No olvidemos que sólo en la acción reside la enseñanza.

Si hablas de solidaridad pero luego no ayudas, si hablas de igualdad pero luego no la practicas con los tuyos, si teorizas sobre ecologismo pero te quedas de brazos cruzados.

Todos dicen querer luchar contra la pobreza, contra el plástico, contra la injusticia y la explotación pero pocos toman de verdad las medidas necesarias para que esa lucha sea efectiva.

Los niños ven que los mayores hablan, pero luego, a la hora de la verdad, no hacen lo suficiente. Y por eso prefieren evadirse de las contradicciones del mundo. Tal vez, incluso, porque creen que ya no hay remedio posible.

Un futuro inquietante

Niños borregos y egoístas aferrados a las pantallas.

El borreguismo pone las cosas fáciles al poder.

Aunque Arnau Griso nos lo muestre con una sonrisa el futuro no deja de presentarse inquietante.

El dinero seguirá siendo todopoderoso y nuestros pequeños, borregos egoístas manipulados por la publicidad de la televisión y las redes sociales.

Mientras, en otros lugares del mundo como en Uganda, los niños lucharán por sobrevivir, por tener una dieta de comida equilibrada, por vestir bien y tener una cama, o una lavandería, por poder conducir un coche o garantizarse un techo que les proteja. En definitiva, una vida digna que los nuestros parece que ya presuponen.