Cuatro de cada diez castellanoleoneses se quedaron en casa el domingo. La abstención superó el 35% y la participación se situó siete puntos por debajo de la registrada hace dos años: fue de algo más del 63%. El porcentaje de los que no votaron se corresponde casi con el que, en encuestas preelectorales, decía no creer en el invento. Con estos mimbres la cesta de la conciencia autonómica queda como de costumbre, descompensada y bailando. La brecha corre peligro de acentuarse con un parlamento más dividido que nunca. El desapego a los partidos mayoritarios se ha traducido en el empuje de los nacionalistas leoneses y los auténticos representantes de la España Vaciada, Soria Ya, que se lleva tres escaños de cinco en liza en su provincia para compensar más de veinte años de movimiento al margen del escenario político. La derrota sin paliativos se la lleva la izquierda. El PSOE de Tudanca queda muy por debajo de las mieles que les prometían las encuestas de Tezanos. La suma de Podemos e IU apenas les da para ganar un escaño y con menos votos que en mayo de 2019 pese a confluir juntas ambas fuerzas.

Vox se alza como catalizador de los descontentos, inaugurando nichos en el espacio rural. La defensa de la caza y de los ganaderos, del mundo taurino, le hacen ganar espacio en pueblos donde antes dominaba, sobre todo, el PP. Es cierto que existe todavía “fidelidad” de las más pequeñas circunscripciones y eso explica que las cuentas arrancaran la noche para los populares bordeando los 40 parlamentarios. Pero a medida que se iban contabilizando votos en mesas electorales más grandes, la balanza se inclinaba del lado del partido de Abascal. Vox no ha tenido necesidad de hacer campaña. Tenía a los votantes ya decantados y ni siquiera su candidato Juan García Gallardo ha tenido que recurrir a grandes promesas o hacer alarde de elocuencia en sus casi inexistentes comparecencias. Les bastó con pasear a sus estrellas nacionales, incluido Ortega Smith que ayer se hizo todos los kilómetros de las nueve provincias para acompañar a cada uno de las cabezas de lista ante las urnas.

Con Vox tendrá ahora que vérselas el candidato del PP, Fernández Mañueco, con una victoria pírrica, muy por debajo de las expectativas creadas en diciembre a pesar de haber aumentado dos escaños, hasta los 31. Quedan diez para la mayoría absoluta y ni siquiera la suma del resto, excluyendo a PSOE y Unidas Podemos, le dan para alcanzarla. Mañueco ha procurado evitar líneas rojas. Y Vox ya avisaba en campaña y anoche, cuando Abascal decía verle a Juan García Gallardo “cara de vicepresidente”. Si eso significa entrar en el Gobierno será algo a dilucidar en los próximos días. Mañueco no tiene el margen que tuvo Ayuso, pero Vox tendrá que decidir si entra en una posible coalición a solo un año de unas elecciones generales. Su electorado querrá ver el colmillo del que hacen gala. Queda por ver si el PP está dispuesto a aceptar todas las exigencias que ha jurado obtener su nuevo e hipotético socio. La política hace extraños compañeros de cama. Ciudadanos ha pasado del tálamo matrimonial a la cama plegable de invitados con solo el escaño de Igea. Y los populares miran con temor entre las sábanas mientras esperan una propuesta que no puedan rechazar.