Conseguir una mesa en alguna de las terrazas del entorno de La Concepción de La Laguna se convirtió a mediodía de ayer en misión casi imposible. Esa especie de deseo de recuperar el tiempo perdido con el confinamiento se unió este sábado a una jornada de un sol espléndido que invitaba a las reuniones de amigos y a brindar al aire libre. Cervezas, platos de jamón y pata asada, tablas de queso... Un festín en pleno casco histórico.

"Esto es de lo poco que nos queda...", sintetizaba Carlos Pérez des de una de esas mesas. Acompañado por dos amigos, reconocía que volver a disfrutar de ratos como este fue uno de sus pensamientos más recurrentes durante aquellos días en que no se podía salir de casa para casi nada. "Lo eché de menos, está claro; por un lado, por los amigos y, por otro, porque esto sabe de maravilla y hasta ayuda a uno a recuperar el ánimo para la semana", sostuvo. "¡Ahí, ese Carlos, qué bonito te quedó!", remachó uno de sus colegas.

Junto a la torre de La Concepción, tres miembros del Club Ciclista Anaga también reponían fuerzas. En su caso no era simplemente una forma de salir de la rutina, sino que el queso y las bebidas de las que disfrutaban tenían un efecto en parte fisiológico. Salieron de Santa Cruz, llegaron a Tacoronte, bajaron hasta la Punta del Hidalgo y subieron a La Laguna. Si un aperitivo un sábado por la mañana sabe bien en cualquier circunstancia, no digamos con 60 kilómetros en las piernas... Según explicaron, siempre suelen tomar algo después de salir a rodar, lo que se acaba convirtiendo en un aliciente. "¡Bienvenida sea la normalidad!", exclamó uno de ellos por haber podido recuperar esas costumbres que el confinamiento limitó.

Otra historia era la de Carmen y su familia. "Yo siempre paso los fines de semana en Bajamar, que tengo un apartamento allí, pero ahora hasta para bañarse hay que pedir cita; eso o meterse en algún risco por ahí, y yo no tengo edad para esos trotes", contextualizó. "Así que tengo dos opciones: me quedo en mi casa sin hacer nada o venimos a tomar algo; y aquí estamos", añadió esta profesora jubilada, que afirmó haberse "aburrido soberanamente" durante los días más duros del confinamiento. "Pero era lo que tocaba", apostilló.

"Me lo estoy pasado bien, pero la verdad es que me da un poco de cosa lo que estoy viendo. ¿No habrá demasiada gente? ¿No nos estaremos confiando demasiado?". Sentado en la zona, Juan Antonio García reflexionaba en esos términos ante la imagen que dejaba la mañana en La Concepción. Sobre la mesa, una cerveza para él y una Coca-Cola Zero su hijo, junto a unas aceitunas. "Siempre suelo salir un rato a tomar algo con los amigos los fines de semana, pero hay algunos que tienen cincuenta y pico-sesenta años, les preocupa un poco la situación y todavía no nos hemos reunido", expuso este vecino de La Laguna.

Imposible no devolver ayer la vista atrás, en esa mañana soleada, con los niños jugando, los padres en las terrazas, los camareros sacando bandejas de comida..., a aquellos días en los que en la vieja Aguere se escuchaban hasta los pasos al caminar, las calles se veían más rectas que nunca -por lo vacías- y la ciudad resultaba gris y triste.