Los referendos de anexión a Rusia celebrados en las regiones ucranianas ocupadas por las tropas del Kremlin ya tienen resultados preliminares. Y son tan previsibles como se esperaba, más propios de la Siria de los Asad que de cualquier asamblea de vecinos medianamente democrática. Con más del 90% de los votos escrutados, el respaldo a la integración en la Federación Rusa supera el 96% de los sufragios, según la agencia oficial de noticias rusa RIA Novosti. Tanto en las provincias orientales de Lugansk y Donetsk, como en las meridionales de Jersón y Zaporiyia. Una vez que se ratifique el escrutinio final, está previsto que el Kremlin mueva ficha para anexionarse formalmente las cuatro regiones. Entre todas representan cerca de un 15% del territorio de Ucrania, una extensión equivalente a la de todo Portugal.

El resultado de los referendos no tendrá ninguna validez legal fuera de Rusia, ya que el derecho internacional humanitario prohíbe a las potencias ocupantes cambiar la soberanía territorial de los territorios conquistados en el campo de batalla, pero sí podrían alterar dramáticamente el curso de la guerra. El Kremlin ya ha sugerido que, una vez anexionadas, considerará cualquier ataque sobre las cuatro regiones como un ataque contra su propio territorio y recurrirá a todos los medios a su alcance para defenderlas invocando la ‘legítima defensa’.

“Imaginemos que se obliga a Rusia a utilizar el arma más poderosa contra el régimen ucraniano, que ha cometido un acto de agresión a gran escala que pone en peligro la propia existencia de nuestro Estado”, afirmó este martes Dmitry Medveded, el número dos del Consejo de Seguridad presidido por Vladímir Putin, en una nueva alusión explícita al posible uso de armas nucleares. “Yo creo que en ese caso la OTAN se abstendría directamente de interferir en el conflicto”.

Esa es una posible lectura. Pero hay otra, derivada de la incapacidad rusa para doblegar al Ejército ucraniano tras más de siete meses de guerra y la creciente contestación interna que enfrenta el régimen de Putin tras decretar una caótica movilización de reservistas, que ha desatado un éxodo masivo a través de sus fronteras. El Kremlin podría utilizar la anexión para cantar victoria ante su población y dar por concluida su “operación militar especial”. La guerra no se acabaría, dado el rechazo de Kiev a renunciar a las regiones ocupadas y sus recientes avances en el campo de batalla, pero sí podría dar paso a una mayor predisposición del Kremlin a sentarse a negociar.  

Votos a punta de pistola

Para darle cierta apariencia democrática a los referendos, donde la participación habría llegado a superar el 92% del electorado en el caso de Lugansk, según sus autoridades prorrusas, Moscú ha desplegado a observadores de una decena de países amigos, como Egipto, Bielorrusia o Sudáfrica, según las autoridades ucranianas. Pero todo apunta a que no son más que apariencias. Diversas informaciones aseguran que hombres armados, acompañados por otra persona que cargaba con una urna, han ido casa por casa para obligar a los vecinos a votar. “El referéndum en la ciudad ocupada de Jersón se está produciendo bajo la culata de un rifle automático”, dijo gráficamente esta semana Galina Luhova, responsable de la administración militar ucraniana en la ciudad y ahora exiliada fuera de la región.  

En la devastada Mariúpol las tropas rusas habrían entregado bidones de agua a cambio del voto, según la alcaldía depuesta, y en la provincia de Jersón algunos habrían recibido más de 600 euros a cambio de votar a favor de la anexión. En Lugansk, su gobernador ucraniano ha dicho que los militares rusos han tomado nota de los nombres de aquellos que se han atrevido a votar en contra y habrían prohibido a los hombres a abandonar la región para obligarles a sumarse a las filas de su ejército.  

Lo que está claro es que una vez Rusia se anexione las regiones ocupadas, algo que Putin podría anunciar este mismo viernes en una sesión extraordinaria de las dos cámaras del Parlamento ruso, será muy difícil para Ucrania recuperarlas. Crimea sirve de precedente. Rusia se quedó con ella en 2014 tras celebrar allí otro referéndum fantasma. También entonces anunció un apoyo a la anexión del 97%, básicamente el mismo porcentaje repetido ahora. Y ocho años después sigue bajo un completo control ruso.