La televisión ha detenido su programación, con excepción de la basura. Es decir, siguen las mismas tertulias infames de las mañanas, en las que sólo se habla de detenidos, desalmados y de un chiquilicuatre que le ha hecho un niño a la hija adoptiva de la . Un horror esto de los realities.

Por la tarde está instalada la cuna de la estupidez y el analfabetismo funcional nacionales, "Sálvame", programa al que una vez a la semana le ponen el apellido de "De Luxe". Pues si eso es un luxe es que el lujo ha muerto y está bien enterrado.

La televisión ha perdido el norte desde hace mucho tiempo en España, así que yo me alegré cuando cerraron un montón de canales de la TDT nacional que, al parecer, emitían ilegalmente. Para los bodrios que lanzaban al aire están mejor cerrados.

Pero, ¿y las radios? Oigo la COPE de Tenerife, que lleva semanas sorteando dos plazas de hotel en el Sur para dos días. Que ni chiquito coñazo. Para no sacrificar al oyente y no hacerlo maldecir de la Conferencia Episcopal lo mejor es que emitan entrevistas enlatadas, que algunas tienen y muy buenas. Y que dejen el sorteo de marras.

Que ni chiquita matraquilla con las dos jodidas plazas de hotel. Cuando las rifen ya los agraciados -o los desgraciados- serán viejos y no podrán disfrutar de esas maravillosas 48 horas en el Sur. Además, si llevan niños, o al abuelo, tienen que pagarlos aparte. Vaya renta.

El verano es el peor enemigo de los medios de comunicación. Tengo un amigo que cuando era director de verano se inventaba cosas. Una vez estaba él ante la primera página vacía del periódico que dirigía ocasionalmente -era el subdirector-. No se le ocurría nada y de pronto, desde el silencioso teletipo de verano, apareció una noticia de que Brasil suspendía su producción de café a causa de no sé qué bicho. Sacó mi amigo una conclusión disparatada; si falla el café brasileiro (y el colombiano), falla el café en el mundo, así que dedujo que se produciría un alza en el precio de este producto. Con la mala suerte de que lograron erradicar el bicho, la producción se disparó y aquel año fue el del costo más barato del café de toda la historia.

Un lector, uno de esos que persiguen a mi amigo para echarle las cosas en cara cuando se equivoca, le mandó una carta, tan solo con esta frase lapidaria: "¿Te columpiaste con el café, nenel?". La sequía veraniega le jugó a mi amigo una mala pasada.