LAS REDES sociales nos han invadido presentándose como la solución de todos los males, ya sean personales o empresariales.

La sociedad y los medios de comunicación, e incluso la misma administración pública, se están encargando de generar entre la población una corriente de necesidad y dependencia de esta nueva forma de comunicar.

"Podemos encontrar amigos y familiares casi perdidos", "las oportunidades de negocio están en la red", "ahora los consumidores son digitales" y "las redes son el sitio donde tienes que estar si quieres triunfar" son frases con las que nos encontramos a diario y que están impulsando a miles de ciudadanos hacia la formación en esta nueva disciplina; una disciplina que promete sacarnos de esta agobiante crisis.

Y a río revuelto, ganancia de pescadores; las ofertas del mercado se disparan multiplicándose logarítmicamente cada día en un intento por coger el mayor número de piezas posibles para venderlas en el mercado: "Que me lo quitan de las manos, oiga".

Ofertas "low cost", con productos cerrados, de contenidos estandarizados y poco motivantes cuyo principal atractivo es el precio, pelean junto a formación especializada con contenidos adaptados.

A esto se le unen los oportunistas que proclaman la no necesidad de la formación para estar en las redes sociales basándose en la importancia de las actitudes y habilidades personales, sin pararse a pensar que esos dos valores solo permiten estar en el grueso del pelotón y que solo los que adquieren nuevos conocimientos con un entrenamiento diario se incorporan a la cabeza.

Esto hace que a los que quieren estar en esta nueva corriente les surjan dudas sobre dónde invertir su tiempo y dinero a la hora de formarse. ¿Qué hacemos entonces? La formación es una pieza fundamental, pero es el momento de sacar nuestro espíritu crítico.

Cuando nos ponemos en las manos de un profesional de la medicina, lo mínimo que pedimos es que predique con el ejemplo, pues, de igual manera, al plantel de profesores de la oferta formativa en medios sociales debemos exigirle una gestión óptima de sus propias redes sociales. No pretendamos que nos trasmitan los mejores conocimientos y experiencias cuando no son capaces de llevarlo a la práctica ellos mismos.

Los objetivos, contenidos y métodos son un punto a tener muy en cuenta; analicemos y comparemos. No debemos caer en la tentación de permitir métodos anticuados y contenidos tradicionales porque siempre nos lo han trasmitido así.

Crear un perfil de Facebook, cambiar la foto de Twitter, crear círculos en Google+ o completar los datos de formación en Linkedin no debe ser el objetivo único y principal de ningún tipo de formación en medios sociales, pues se estarían haciendo oídos sordos a los aspectos más importantes de la mentalidad 2.0: escuchar, reflexionar, compartir e interactuar.

En resumidas cuentas, no hay una regularización adecuada del mercado formativo en este ámbito, y a quien corresponde hacerlo se revela como incapaz. Esto está provocando que el todo vale campee a sus anchas vendiendo "duros a cuatro pesetas" y que quienes tienen la necesidad formativa no encuentren la respuesta adecuada.

Mientras, no queda más remedio que encontrar la respuesta, paradójicamente, en las redes sociales. Google sigue siendo nuestro mejor aliado.

@pedrobaezdiaz