A Andrés le apasionan la jardinería y el trabajo en el campo, en general. Pero es "urbanita" por residencia (Santa Cruz) y eso lo ha llevado a solicitar desde hace años -en la década de los noventa del siglo XX-precisamente aquello que puede combinar ambas realidades: un huerto urbano. O mejor dicho, una red de huertos urbanos.

"Me he reunido con la concejala de Medio Ambiente, Yuri Mas, apunta, para intentar que salga adelante esta idea en el punto que sea de la ciudad, me da lo mismo, porque creo que es una herramienta fundamental para socializar a la gente. Caben todas las tendencias, políticas o ideológicas".

A sus 61 años, y pese a un par de sustos que le ha dado la salud, este chicharrero se siente fuerte para sacar adelante la iniciativa. La argumenta: "El fin de los huertos es realizar una actividad agrícola a pequeña escala en el centro de las ciudades. Trabajarlos supone en muchos casos una ayuda para la economía familiar. Además, libera del estrés y permite estar en contacto con la tierra y disfrutar de aromas, sensaciones y sabores ya olvidados, por desgracia. O, simplemente, permite ver barrios más verdes en las urbes".

Otro aspecto es el de la alimentación. Al respecto, opina: "Cada vez hay un control más duro sobre semillas y cultivos, dejando nuestra alimentación en manos de unas multinacionales que deciden qué vamos a comer en función de sus intereses económicos. Conservar nuestras semillas, comer sano, pero también decidir qué vamos comer y cómo cultivarlo".

Andrés critica el, a su juicio, excesivo gasto de 70.000 euros para montar en El Sobradillo el único huerto urbano municipal -hay otro privado en La Alegría, donde se tomaron las fotos de este reportaje- "que encima no ha salido bien. No se asesoraron correctamente y ahora estamos yo diría que peor que al principio del proceso".

El balance de Andrés sobre el huerto de El Sobradillo en el Suroeste no es positivo: "De 17 parcelas solo cinco o seis están funcionando después de muchos meses de trabas burocráticas y papeleos. Muchos se han convertido en lugares de encuentro social o de fiesta y esa no es la esencia de un huerto urbano".

Ese modelo por el que apuesta Andrés pasa por "una asociación base o matriz en la que se integre cada huerto a través de una red con un representante por cada uno. Y todos con las mismas normas". El protagonista de esta historia pretende dar a conocer sus ideas a través de las redes sociales y plantea, incluso, un blog dedicado específicamente a los huertos urbanos". "La inserción de una red, explica Andrés, dotaría a los barrios de una identidad especial y, por su parte, el ayuntamiento ahorraría con los solares limpios o libres de animales".

Este "hortelano sin huerto" defiende un espacio ciudadano de "charlas, talleres, trueques, intercambios de semillas, productos y conocimientos, concursos del huerto más bonito o la verdura más grande dentro de una cultura de lo ecológico".

"Lo ideal es aprender a tratar y sacar adelante tu propia semilla o introducir a los niños en la cultura del cultivo", indica Andrés.

Respecto a la posible ubicación de un nuevo huerto urbano en la capital tinerfeña , valora: "Hay una parcela fantástica en Salud Bajo de 5.700 metros cuadrados, que hemos visitado estos días. Hay gente muy interesada, tanto de la zona como de otros distritos, y podría ubicarse allí".

Andrés concluye con una reflexión: "Ejemplos cercanos de que esto es posible como una realidad y no una locura de algún iluminado existen. Es el caso de la experiencia en Tacoronte o la de Las Palmas que tiene 20.000 metros cuadrados de huertos con casi 200 parcelas distribuidas en seis grandes zonas del municipio".