Las autoridades ucranianas instaron ayer a la población de Donetsk y Lugansk (este) a abandonar esas ciudades rebeldes antes de la ofensiva que las fuerzas gubernamentales piensan lanzar contra las posiciones de los insurgentes prorrusos, adelantó el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa ucraniano, Andréi Lisenko, en rueda de prensa. Aseguró que el Gobierno está dispuesto a ofrecer cualquier medio de transporte necesario para que los civiles huyan de ambas ciudades a través de corredores seguros.

Al mismo tiempo, negó que el Ejecutivo de Kiev se proponga recurrir a la artillería pesada para atacar las principales plazas fuertes de los rebeldes.

El Ejército ucranio intenta desde el fin de semana romper la franja rebelde que une las regiones de Donetsk y Lugansk y que pasa por el bastión de Krasni Luch, escenario de encarnizados combates. Según Kiev, la conquista de Krasni Luch (Lugansk) supondría el bloqueo de abastecimiento a los separatistas por parte de Rusia.

Por otra parte, el presidente ruso, Vladímir Putin, anunció el envío de un convoy humanitario al este de Ucrania, pese a los recelos de EEUU y la UE, que temen que se trate de un pretexto para una intervención armada.

En una conversación telefónica, Putin comunicó al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, que "la parte rusa envía a Ucrania un convoy humanitario, en cooperación con representantes de la Cruz Roja Internacional".

Putin justificó su decisión por "las catastróficas consecuencias de la operación militar de las autoridades de Kiev en las regiones del sureste de Ucrania y la necesidad de un suministro urgente de ayuda humanitaria en la zona de conflicto".

Por su parte, el Comité de la Cruz Roja Internacional (CICR) desmintió que se haya alcanzado un acuerdo con Rusia para una operación humanitaria y subrayó que solo participará en algo semejante si "todas las partes involucradas" están de acuerdo y aceptan sus condiciones para realizarla.