No me pregunten por qué, pero desde algún extraño bucle del campo magnético del talento -entiendo que sucede de esta forma- se ejerce una fuerza adversa directamente proporcional al mismo que pretende contrarrestarlo inútilmente (quiero pensar); pues es sabido que de la misma manera que el corcho flota lo único que se consigue al intentar hundirlo es mojarse los dedos.

Claro que no estaríamos hablando de esto si existiese (sin soñar despierto) una tabla automática de correspondencia homologada entre talento, divulgación y proyección, es decir, a más talento mayor información, divulgación y proyección, estableciendo un ranking de acuerdo a valores reales constatables.

Son tantos los artistas marginados injustamente que la historia rescata que nos hace pensar que no sólo es necesario el talento para obtener reconocimiento, divulgación y proyección acorde al justo mérito de estos; sino que dependen de un entorno inmediato: el talento para reconocer al talento; además de la honestidad, valor y gallardía para reconocerlo por más que provenga de personas ajenas o extrañas al propio círculo de intereses, simpatías, tendencias políticas, religiosas, o sexuales -como garantiza nuestra Constitución-; sin que esto suponga, como ya señalé, soñar despierto. La obra debe hablar por sí misma, porque un artista es su obra y punto.

Sabemos que cuando se insufla con prácticamente nada un determinado falso éxito lo denominamos un "puff", de qué hablamos entonces ¿De un fracaso? Y entonces, cuando ocurre todo lo contrario, cuando se trata de contrarrestar el acierto cerrando puertas o restando oportunidad de expresión; traspapelando proyectos que no llegan a pasar siquiera por la comisión de selección; manipulando por tanto resultados (prevaricando); usurpando, ninguneando, vilipendiando, descatalogando o demorando y a veces difamando o vulnerando la propiedad intelectual, ¿se trata entonces de un falso fracaso y por tanto un éxito? Esto es ganar perdiendo o más bien una de las variantes posibles. Si es cierto que no hay más ciego que el que no quiere ver, o reconocer, y resulta claro y evidente que no se quiere ver o reconocer, paradójicamente, al fin y al cabo, esta sería una forma de reconocer o ganar. Una revelación que se oculta tras una perversa discriminación es, en el fondo, otra forma de reconocer, derivada del silogismo que podemos desvelar invirtiendo las premisas; es decir, tres premisas negativas dan una conclusión afirmativa.

Aquel ejemplo de libro de que si en el centro del bosque cae un árbol donde nadie puede comprobarlo, ¿este árbol ha caído realmente? ¿Y si el bosque se pone de acuerdo (consigna) en negar la caída del árbol? Un bosque viene siendo un mar vegetal, que aísla y, a la vez, une a los árboles entre sí. Árboles hay de varias especies: "Lobby cultural", de fácil adaptación al clima de Canarias, se da en las medianías, gran depredador resistente a las plagas de otras especies ajenas a sus intereses o simpatías, que se retroalimentan con la endogamia y la autocomplacencia por lo que le resulta muy fácil manipular adversamente a una crítica pacata que se amolda obediente a la oligarquía, desde una histeria colectiva que nadie cuestiona y todos obedecen por la cuenta que les trae. Y es probablemente la vanidosa concepción de sí mismos (sin mí no eres nada) y no lo contrario, lo que les hace concebir cualquier atisbo de libre pensamiento independiente como un acto de rebeldía merecedora de todo tipo de perversas aberraciones para aplacarla o neutralizarla.

Doble aislamiento: para un artista canario contemporáneo el hándicap más importante derivado de la insularidad reside, precisamente, en la lejanía de los circuitos de homologación y mercado. Es en este punto donde la Administración, como gestores de los recursos -muchos o pocos- procedentes de la contribución de todos, debería velar igualmente por estos intereses; tal como sucede en otros sectores de producción, donde audaces gestores luchan por un trato compensado de mercado dada la desigualdad y singularidad de las islas, exigiendo un régimen especial para la denominada ultraperiferia de la Unión Europea.

Al contrario de lo que debería ser una gestión abierta y expeditiva, se ha convertido en un perenne estrangulamiento que aboca a los artistas a una emigración histórica. Propiciando por otra parte, en virtud de esta marginalidad insular, unos anquilosados reinos de Taifa cuyos actores responsables, administradores de estos recursos e instalados en la atalaya institucional, se permiten, a su vez, estigmatizar y aislar a su antojo. Eso es "disparar directamente al corazón" con mira telescópica, trípode y parapeto institucional; es decir, otro aislamiento que aniquila, diluye o desangra en el tiempo y en el mar circundante. Sólo con el empuje individual y extraoficial, el que esto suscribe ha lanzado tímidas iniciativas tendentes a reparar esta situación sin sentido proveniente de un ámbito sujeto al orden hegemónico establecido, de privilegios acotados, que ha generado un hábito perverso asumido por el isleño callado, en silencio, cuya consecuencia más nefasta es la apariencia instaurada de impunidad insoslayable, aunque capaz de ocasionar daños y perjuicios sin que se atisbe voluntad reparadora alguna; y cuyo responsable subsidiario en cualquier caso, por acción u omisión, sería la propia Administración.

Todo esto ha generado un ambiente que dista mucho de la necesaria fluidez, inmediatez, trasparencia, buena disposición, opinión rigurosa, fuera de cabildeos o capillismos provincianos impermeables.

El canario callado, en silencio, padece, por una parte, un aislamiento por su natural ubicación geográfica; por otra, la ineficacia de quienes no son capaces de compensar o amortiguar tal situación; y también sufre la auténtica mala fe de los saboteadores, que, con el manejo de presupuestos destinados a la cultura, lejos de abundar en el clima de libertad propiciatoria la evitan o confunden con artimañas y "dimes y diretes" capaces de tergiversar la propia historia, falseándola y diseñándola a su antojo y semejanza.

Entretanto, persevera, una vez más, la ola rompe sobre el callado, que ahora sumergido se revuelve y resuena, en silencio.