1.- Una de las modas, sin duda con origen en el elemento barriada, es mamarse el carrito del supermercado, meterlo en la "Kangoo", que lleva en el parabrisas colgado el escudo del F.C. Barcelona, y adaptarlo luego a un nuevo uso, en varias versiones. Una de ellas es como asadero en las romerías. Asadero ambulante. Para ello se coloca un hierro, a modo de parrilla, sujeto a los bordes del carrito, y debajo el carbón, que sirve de combustible. Otra versión es el de soportabafles, es decir, portador de enormes altavoces que reproducen la señal de un aparato de música de sonido infernal, que se alimenta de una batería. Algo realmente brutal. Los guardias no tienen en cuenta estos hurtos de carros, pues bastaría hacer una redada en Candelaria en estos días para aprehender docenas de ellos y entregarlos a sus legítimos dueños, con la consiguiente sanción para el mamista (de mamar). Yo creo que se deberían poner en la labor.

El carrito del super es el oscuro objeto de deseo del canchanchán moderno. Del chiquilicuatre, del inveterado elemento barriada. De ese terror urbano y de la urbanidad, que es capaz de inventar cosas terribles sobre el malhadado carrito, que deja de cumplir su noble función transportadora para acabar en manos de tamaño velillo. Velillo que, en toda su extensión destructora, puede verse en la Candelaria festiva, a donde llegan el mago y la maga sudados y con las patas apestando y pretenden entrar en tropel a ver a la Virgen. Vaya espectáculo despiadado y hortera que se repite cada año en los alrededores de la basílica.

3.- No digamos en las romerías, donde el carrito sirve de asadero, como ya he dicho, convenientemente adaptado para este menester. Y lo que se me antoja terrible es la forma en que el elemento barriada se mama el carro y lo traslada a su casa, en la más absoluta impunidad. Ni siquiera paga el euro de garantía porque dispone de un pincho y terminal en forma de moneda, que introduce en el orificio expendedor y zafa el carro del otro con gran maestría. Es algo serio el tipo. Tiene una habilidad innata para la chapucería y el hurto pequeño creyendo que no lo van a trancar nunca. Y luego exhibe su botín en fiestas y romerías, tan contento de haber hecho la ruindad. Y es que el velillo, heredero natural del mago, no tiene recato para cometer cualquier tropelía.

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