1.- La laguna de Canaima da miedo. Los indígenas no quieren entrar en ella de noche, le huyen como el gato al agua. Los indígenas de Canaima creo que se llaman pieroas, aunque ni ellos mismos lo saben bien. Están acostumbrados al ruido del río Carrao, que deposita sus aguas en el Orinoco, a través de miles de recovecos, con la colaboración del Caroní. Ya conté mi aventura en Isla Orquídea, cuando una víbora venenosa me pasó sobre el zapato deportivo que calzaba, ante el pavor del guardia nacional que me acompañaba. No me hizo nada, por eso le perdonamos la vida. Por eso y porque está prohibido disparar contra ellas. Me gustaría que ustedes hubieran visto a los pilotos de Viasa de entonces sortear las montañas, a los mandos de un Boeing 727, y tomar tierra en una pista invisible, con los bordes de ataque de las alas a pocos metros de los desfiladeros. Qué tíos, cómo vuelan los pilotos venezolanos. Canaima tiene mucho de magia y por mucho que la han acercado al turismo conserva su belleza salvaje, coronada por el Salto Ángel.

2.- Me he propuesto hablarles de algunos lugares de ensueño, en estos días del nada que hacer. Cuando cae la noche, los indígenas se alejan de la laguna, en la que, según ellos, habitan espíritus con muy mala leche que se tragan a las personas. Bueno, ya será menos. Es que ni siquiera quieren que metas los pies en el agua de un pequeño lugar acotado con unas boyas para que la gente se dé un chapuzón. Uno de los Cisneros murió allí y eso ha contribuido a aumentar la fama de los espíritus de la laguna. Supongo que seguirán en pie las chozas dispuestas en uno de los márgenes del pequeño lago, entre el zumbido de enormes mosquitos que tratan de tú al papa.

3.- Canaima sí es un lugar de ensueño, pero sobre todo por lo misterioso del entorno. Las canoas para ir contra corriente en el río llevan dos potentes motores; se hace peligroso cubrir las rutas con uno solo. Y hay que navegar de día, prohibido hacerlo de noche, por mucha luna llena que brille en el cielo. De noche aumenta el misterio, el peligro y la leyenda. Recomiendo la ruta de Canaima, con salida desde Caracas. Hay un aeródromo inverosímil de mil y pico metros de pista, en el fondo de una quebrada. Un tipo con un walkie-talkie le da las condiciones del viento a los pilotos, valiéndose de los vaivenes de una manga situada a pie de pista. Otro día les cuento más.

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