1.- Tengo la esperanza de que un cuadro de Napoleón Bonaparte que compré no sea una lámina coloreada sino una tabla maravillosa de un gran pintor, que me haga rico y pague mis deudas. Pero sólo será, digo yo, un sueño. No hago sino soñar. Como apenas duermo y me levanto muy temprano, a las siete o así, me siento en un sillón y me pongo a soñar despierto. Luego me enfundo el chándal y voy a comprar el pan calentito y a poner la bonoloto. Pero en casa nadie se levanta temprano y entonces me como el pan yo y derivo en gordo. El otro día dijo alguien que me he vuelto a poner de moda en los digitales, que tengo mucho público. Pues qué bien porque el mejor alimento es lo que dicen de mí. Nunca me cabrero porque jamás lo leo; si un día me animo presentaré una demanda en el juzgado, más que nada para ir por allí, que hay mucho hembrerío. Y a uno lo que le queda es el gusto por las mujeres. Que a mi provecta edad la gente siga recordándome y odiándome me reconforta no poco. Ay.

2.- La triste vida del jubileta se compensa con la lectura y la escritura. Mi sobrino, que fue barbero en Holanda, como saben, me encarga -gratis- artículos que él mete en su digital, tan interesante, y que firma con nombres muy raros. Ahora es periodista. Fue fígaro hasta que un día afeitó a un tipo melenudo que se dejó dormir; y Sergio, que no soporta a los peludos, le mandó un tajo a la moña. Cuando el fulano se despertó, mi sobrino estaba en el aeropuerto. Todavía lo está buscando. Una vez lo mandé a comprar la pomada "Anso" para las almorranas y el farmacéutico se le puso con risitas. Y Sergio, muy avergonzado, le dijo al hombre: "No son para mí, gilipollas, son para mi tío que me está esperando en el coche". Como si las almorranas fueran una deshonra. Yo las llevo con mucha dignidad.

3.- Me divierto mucho con Sergio. Cuando yo tenía seguridad propia -ya no la necesito- me pasaban un reporte de los refociles de mi sobrino en la piscina de mi casa con una tetuda argentina que ya se fue para allá. El de seguridad me decía: "Don Andrés, su sobrino es incansable". Y yo le contestaba, echándomelas: "Salió al tío". Mentira, yo soy absolutamente cansable. A lo mejor les aburro con todas estas cosas manifiestamente mejorables, como decía Franco de la agricultura. ¡Tiempos!

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