1.- Este país corre peligro de judicializarse, bueno, ya lo está, como la Italia de la Tangentópoli, que acabó con el exilio a Túnez de y con toda la mandarria de procesamientos entre los jueces de Milán y de Roma. El país estaba inmerso en la corrupción, allá por 1993. Las mismas tentaciones para jueces y delincuentes: malandros que se escapan, jueces que se meten a políticos. Las ambiciones son propias del individuo y ningún gremio, por mucha presunción de legalidad que tenga, está exento de caer en la tentación. Miren lo que le ocurrió a Garzón: fue juez, hizo política, volvió a la judicatura, lo mezcló todo y, al final, perdió. Ni siquiera él sabía ya lo que era, si magistrado, si político. Jueces y fiscales arrastran toda la condición humana de los demás ciudadanos. Todos los policías no pueden tener la honestidad de Serpico; todos los jueces tampoco pueden ser insensibles ni a sus creencias ni a sus simpatías. Esta España de hoy es la España de la Tangentópoli italiana de 1993. Exactamente igual. Corazón latino, que le dicen.

2.- Sería bonito que se hiciera un ejercicio comparativo entre las dos situaciones. Conozco un italiano metido en la Tangentópoli que no quería caer en las manos limpias de los jueces de Milán, sino en las de los magistrados de Roma. Y lo consiguió; y escapó. ¿Por qué? Porque el juez de Milán que le tocaba era enemigo de , respiraba por otro poro político; y el de Roma era supuestamente más neutral. Estoy realmente asustado de lo que ocurre en España, en donde los periódicos se han convertido en los verdugos de todo el mundo; y también los programas de televisión, que jalean a los jueces para que metan a la gente en la cárcel. Tal ocurre en un espacio basura de la tarde con el ex torero Ortega Cano, al que tienen literalmente breado. Pues yo quiero que siga en libertad.

3.- Vivimos otra Tangentópoli similar a la italiana de los 90, pero mucho más cruel y despiadada. Los periodistas, que hemos sido siempre unos robaperas, tomamos partido por unos o por otros, defendemos lo indefendible y atacamos lo inatacable, vamos contra corriente, apoyamos sin pudor a unos para crucificar a otros. Y les aseguro que ahora, visto desde fuera de la trinchera, en esta pelea infame se respira una atmósfera muy chunga que dice muy poco del país y de sus gentes. Qué mal olor.

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