EL PASADO 31 de octubre, la Policía Local santacrucera, cumplimentando órdenes del alcalde, procedió al desalojo de un grupo de indigentes que se hallaban en la plaza de España y sus aledaños. Actuación que provocó la condena de la Plataforma por la Dignidad de las Personas Sin Hogar, al considerarla un nuevo agravio a las personas que menos tienen y son desalojadas para no afear la imagen de la ciudad a los visitantes.

La Plataforma citada recuerda que "solo se puede obligar a abandonar las calles a aquellas personas que supongan un riesgo inminente para su propia salud o del resto de los ciudadanos". Cuestión difícil de evaluar.

Esta noticia, que fue recogida por los medios de comunicación, no ha hecho más que reabrir el debate sobre la práctica de la indigencia en las calles de las ciudades. Para entrar en materia podemos definir la indigencia como la falta de medios para satisfacer las necesidades básicas de una persona: alimentación, vestuario, alojamiento, atención sanitaria, etc. A quien sufre la indigencia se le conoce como indigente. No suele tener un hogar, por lo que duerme en la calle o en un albergue, si tiene suerte y encuentra una cama libre. Depende de la ayuda pública o de la solidaridad ciudadana para subsistir y vive una situación de marginación social por la extrema pobreza que padece.

Los indigentes son personas adultas, hombre o mujer, en una situación que les impide procurarse a sí mismos alimentos, ropa, vivienda y seguridad; con su salud física y mental precaria deambulan por las calles, pernoctan en los bancos de los parques, en los habitáculos de los cajeros automáticos o en alguna obra o casa abandonada.

Jurídicamente hablando, a menudo se plantea la duda de si a los indigentes que se hallan botados en la calle hay que dejarles estar, pretextando que hay que respetar su libertad y sus derechos, incurriendo en contradicciones, porque ¿existe el derecho a morirse lentamente de hambre, de frío, de alcoholismo o de cualquier otra enfermedad en plena calle? ¿Qué clase de libertad tienen aquellos que, como un alto porcentaje de indigentes, padecen serios trastornos mentales y no están debidamente atendidos y tratados?

Creo que es hora de buscar soluciones a un problema para el que no bastan posicionamientos ideológicos que nada resuelven. La sociedad tiene que prevenir estos problemas y apoyar a los ciudadanos más desfavorecidos por la situación económica y social, a fin de que tengan una vida digna. El problema de la indigencia debería recabar mayor atención por parte de las administraciones públicas y, en vez de retirar a los indigentes de las calles para que no causen una mala imagen a los visitantes, hacen falta más políticas sociales para poder atender a estas personas. Resulta inconcebible que en todo Tenerife solo haya un albergue con alojamiento para cien personas. ¿Por qué no crear centros de día?

Es cierto que muchos indigentes no quieren ser acogidos en los albergues, porque no les gusta someterse a las normas que rigen en dichos centros: horarios, aseo, etc. Desgraciadamente es un problema que va en aumento y habrá que buscar soluciones. Antes que albergues, todos debemos construir una sociedad que sea capaz de ayudar (no caridad) para que nadie tenga que llegar a ese estado de pobreza e indigencia.

Los indigentes, también llamados mendigos, suelen agradecer que se les den unas monedas, un cartón de leche, un bocadillo o unos cigarros. Pero lo que más agradecen es que se les mire a los ojos para no sentirse discriminados o marginados. Necesitan ser tratados con más humanidad, porque, probablemente, conociendo las circunstancias personales de más de uno de ellos, nos pondría los pelos como escarpias.

Debemos pensar que cualquiera de nosotros, por un simple giro en el rumbo de nuestra vida, podemos llegar a ser uno de esos indigentes, que al fin y al cabo son solo personas que la sociedad o la vida les dio una bofetada y no fueron, o no pudieron, ser lo suficientemente fuertes para superarlo, por lo que se quedaron en ese lugar donde ya nada importa.

Habría que preguntarse, quizá, por qué hay ciudadanos que se ven obligados a meterse en un cubo de basura para subsistir. Desgraciadamente, no solo estaríamos hablando de indigentes, sino también de muchísima gente mayor que se ve obligada a la indignidad de rebuscar en la basura de otros para conseguir alimentos, ropa u otro tipo de utensilios.