MAL EMPEZÓ la semana con la noticia de la muerte del soldado español de origen colombiano John Felipe Romero Meneses, víctima de un ataque que causó heridas a otros tres soldados españoles, en un enfrentamiento armado en Afganistán, en el que resultaron muertos también ocho guerrilleros terroristas. La muerte fue producida de nuevo por el estallido de una mina bajo el vehículo insuficientemente blindado en el que iban las víctimas, y gracias a la intervención de helicópteros italianos se puso en fuga a los atacantes.

El presidente del Gobierno no estuvo presente en el funeral una vez repatriados los restos del soldado muerto (que ha sido enterrado en Colombia), porque esos días estaba atareado con su presencia en el llamado "Desayuno nacional de oración" que la organización evangélica "Fellowship" -que suele traducirse como "La Hermandad"- organiza todos los primeros jueves de febrero, al que suelen asistir políticos y empresarios de gran relevancia. Obama había invitado a Rodríguez Zapatero, y este se llevó con él un séquito de setenta y cinco empresarios y periodistas. Esta presencia del presidente del Gobierno español ha sido muy abundantemente comentada en nuestros medios, como no podía ser de otra forma tratándose de un hombre reconocidamente ateo y cuya política hostil hacia la religión en general y el cristianismo en particular ha sido hasta ahora uno de los ejes de su actuación como gobernante.

Relativismo

Puede parecer anecdótico, pero lo ocurrido en ese desayuno no es trivial, porque Rodríguez Zapatero, al contrario de lo que se ha podido leer y oír, no solo no fue allí a rezar (ni rezó, desde luego), sino que aprovechó la ocasión para hacer de nuevo un autorretrato en materia de principios muy básicos que puede explicar muchas cosas de lo que está ocurriendo en España en los últimos seis años.

Dejemos aparte las puras tonterías, como el decir en Washington que el español es "la lengua en la que por primera vez se rezó al Dios del Evangelio en esta tierra", que provocó una carcajada espontánea de los asistentes, que naturalmente entendían que por "esta tierra" no había más remedio que entender la tierra en la que estaban, donde los primeros europeos que vieron los indígenas fueron ingleses, y luego alemanes, holandeses y suecos. Pasemos por errores que a estas alturas ya son de cultura general, como contar que "España ya fue en el pasado ejemplo de convivencia entre las tres religiones del Libro": aparte de que la expresión "religiones del Libro" ya no es defendible entre los medianamente cultos, puesto que, a propósito de libros, el judaísmo no acepta el Nuevo Testamento que da nombre al cristianismo, y el Corán no es ni la Torá ni los Evangelios, aparte de eso, digo, la convivencia entre judíos, moros y cristianos si se caracterizó por algo fue por la hostilidad, las guerras permanentes y la represión de los otros allí donde los unos tenían el poder.

Más importante fue el autorretrato ideológico de Zapatero, ciertamente incompatible con el propósito de los convocantes del desayuno: "La libertad es la verdad cívica, la verdad común. Es ella la que nos hace verdaderos". No es la primera vez que dice una cosa así; en alguna entrevista ha llegado a declarar que "no es cierto que la verdad nos hace libres, sino lo contrario, es la libertad la que nos hace verdaderos". Si tenemos en cuenta que el autor de la sentencia bíblica "la verdad os hará libres" no es San Pablo -como dijo algún otro ilustre exégeta socialista- sino el mismo Jesús, resulta demasiado difícil de digerir, por lo grotesco, que Jesucristo haya sido sustituido por Rodríguez Zapatero.

Sin embargo, esta exhibición de necedad no se queda en la pura indigencia intelectual, sino que tiene consecuencias prácticas que el propio Zapatero se está encargando de llevar a la legislación, esto es, al ámbito de la imposición coactiva de las conductas de los ciudadanos. Puede parecer que el relativismo inherente a la idea del todavía presidente del Gobierno potencia y estimula la libertad, pero la realidad ha demostrado hasta la hartura justo lo contrario: el relativismo conduce a la dictadura, sea de la minoría instalada en el poder, sea de la mayoría expresada en las urnas, de la que ya Tocqueville nos previno precisamente en su "Democracia en América".

En su intervención, Rodríguez Zapatero se refirió a algunas de esas consecuencias, pero lo hizo con las ambigüedades y los sobreentendidos propios del que quiere engañar: habló de "autonomía moral", que suena bien, pero que significa que el bien y el mal los decide cada uno, y eso, naturalmente, no lo dijo así. Habló también de "reivindicar la libertad de todos para vivir su propia vida, para vivir con la persona amada y para crear y cuidar su entorno familiar, mereciendo respeto por ello"; he aquí un ejemplo acabado de lenguaje manipulado para ocultar explícitamente, pero sugerir implícitamente, la agenda homosexual y la degradación del concepto de familia hasta su desaparición para ser sustituido por otra cosa.

Una frase, sin embargo, parece sacada de los discursos del Papa Benedicto XVI: "la utilización espuria de la fe religiosa para justificar la violencia puede ser enormemente destructiva". Pero no creo que sea muy temerario pensar que esta coincidencia la desconocía el que le redactó el discurso. En cualquier caso, hay que felicitarse de que al menos algo de lo que dijo fuera de recibo.

La crisis, bien

Por lo demás, la crisis española, bien, gracias. Los que no estamos tan bien somos los españoles. El Gobierno ha tenido que retirar su anuncio de reducción de las pensiones del documento enviado a la Comisión Europea, con el pretexto de que era "una propuesta para ser debatida", en cuanto vio les pésimos efectos electorales de semejante iniciativa. En la misma línea, esta semana ha ofrecido como base para el llamado "diálogo social" (entre Gobierno, CEOE y los sindicatos UGT y CCOO) algunas ideas de reforma del mercado laboral que han sido calificadas de "tímidas", "blandas" o "light". Desengáñese el lector: el acuerdo al que se llegue sólo tendrá una virtud: la de no poner en riesgo las expectativas electorales de nadie. O sea, que será, efectivamente, "blando". Y la crisis, naturalmente, tardará más en superarse.