Reino Unido y Alemania, nuestros dos primeros mercados extranjeros, con más del 50% de los turistas que nos visitan anualmente, nos hacían respirar mejor esta semana tras retirar sus recomendaciones de no viajar a las Islas. Esa decisión no llegó por arte de magia, sino porque Canarias tiene unos índices de contagio de Covid-19 más controlados. Esos mismos índices son los que también nos han permitido como comunidad autónoma quedar fuera del toque de queda nocturno que el Gobierno de Pedro Sánchez aprobó el pasado fin de semana tras decretar el segundo estado de alarma que vivimos en un año.

Hemos llegado hasta aquí con mucho trabajo y una inmensa labor de negociación del sector público y del privado, tanto en el ámbito regional, nacional y europeo, aunque este último haya sido muy tibio en su respuesta a una crisis global que puede arrancar de un plumazo buena parte de la riqueza económica de nuestras Islas.

Nadie imaginó en el sector turístico canario que estaríamos estas semanas luchando como nunca para rescatar nuestra temporada de invierno, precisamente la que hasta ahora hemos vivido con más holgura y menor competencia, pues Canarias es casi el único destino vacacional europeo que no cierra en invierno.

Ahora podemos ser ejemplo para otras regiones y para el mundo entero si lo hacemos bien. Este objetivo no depende de nadie más que de nosotros.

Y precisamente porque el Archipiélago vive estas semanas en una posición ventajosa es por lo que nos toca ahora, a la sociedad civil y a las entidades públicas y privadas, ser responsables. Nos va la vida en ello. Nos va la vida en sostener ese 35% del PIB, esos 70.000 empleos directos en el sector de alojamiento y los casi 150.000 del conjunto de la hostelería, a los que se suman otros miles relativos a las actividades vinculadas que componen el conjunto del sector turístico. En total, el 40% del empleo directo y el 60% indirecto de las Islas.

Un paso en falso, una relajación en la aplicación de las medidas de control y podemos echar por tierra el inmenso esfuerzo realizado. Esta situación ventajosa no es inamovible, todo lo contrario. Podemos volver a la casilla de salida si somos inconscientes e irresponsables; podemos volver a ese cero turístico dramático del que estamos saliendo, no quizá al ritmo que querríamos, pero que esperamos abandonar cuanto antes.

Los hoteleros hemos aportado múltiples soluciones durante estos meses; hemos apostado claramente por los test en origen y destino como fórmula de control de esa curva de contagios. Los test no son la solución mágica para acabar con un virus con el que tendremos que convivir un tiempo, pero concitan el acuerdo de muchos en torno a que es la única forma, junto al desarrollo de los protocolos de los corredores, de tratar de tener a raya los contagios.

Así lo ha entendido también el Gobierno de Canarias, que el pasado lunes anunció la aprobación de un decreto ley que proteja las Islas y exija un test negativo de Covid a todo aquel turista extranjero y nacional que quiera alojarse en un establecimiento turístico. Eso está bien, pero insuficiente, debemos ir más allá: debemos aprovechar este estado de alarma decretado en el país para blindar Canarias y exigir también test a todo aquel que entre por nuestros aeropuertos, sea extranjero, nacional o canario, aunque no sea turista ni se hospede en un alojamiento legal.

Seamos inteligentes, se nos abre una gran oportunidad para liderar de forma clara una de esas listas de comunidades autónomas que siempre nos dejan a la cola, no sin razón. Ahora podemos ser ejemplo para otras regiones y para el mundo entero si lo hacemos bien. Y debemos tener claro que este objetivo no depende de nadie más que de nosotros mismos. Hagámoslo bien. Nos va la salud y la economía en ello.