Desde hace millones de años, mucho antes de que ningún ser humano pisara nuestras islas, los lagartos acarician y serpentean las rocas de esta región. Con el tiempo, como muchos otros seres vivos de Canarias, terminaron adaptándose y haciéndose únicos, especiales. Se convirtieron en endemismos. Así aparecieron los lagartos gigantes de Gran Canaria, Tenerife, La Gomera, La Palma y El Hierro pero lo que tardó millones de años en aparecer está desapareciendo en apenas unos cientos.

La figura escamosa del lagarto no es extraña para el canario. Sus lomos al sol, en rocas y barrancos llevan conviviendo con el humano desde siempre. De hecho, se han encontrado incluso restos de estos animales en antiguas hogueras de miles de años, lo que indica que nuestros antepasados ya cazaban a las especies de lagartos gigantes. Dichos animales se encuadran todos en el género Gallotia, pero sus diferentes figuras e incluso tamaños y coloración están relacionados con la especie a la que pertenecen. Se conocen, al menos, nueve especies, de las cuales dos están extintas y varias se encuentran en peligro crítico.

Entre estas especies, los G. stehlini de Gran Canaria, G. intermedia de Tenerife, G. bravoana de La Gomera, y Gallotia simonyi de El Hierro son considerados lagartos gigantes, la joya de la corona de Gallotias, llegados hace unos veinte millones de años a Canarias, seguramente a Lanzarote y Fuerteventura, procedentes del norte de África.

En las ocho islas hay documentados nueve tipos diferentes de lagartos; pero se han conservado cinco. Los expertos sostienen que no solamente hay que proteger los lagartos. Sino todo el círculo de fauna que hay alrededor.

En El Hierro, por ejemplo, la presencia de gatos genera una velocidad lenta para mantener su lagarto insular con buen ritmo de crecimiento. Y, en Gran Canaria, la invasión de serpientes, está generando problemas a la fauna de lagartos. Claves, para poder generar una naturaleza eficiente.

La principal amenaza para estos reptiles son, fundamentalmente, la disminución y fragmentación de su hábitat y la introducción de especies nuevas que compiten con la fauna local e incluso las depredan, como las introducidas serpientes. Tal es el caso de los gatos asilvestrados y las ratas, principales responsables del decremento de estas poblaciones, ya que se alimentan de individuos jóvenes y de sus huevos. La competencia por el alimento con otras especies de lagartos y, posiblemente, problemas debido a la pérdida de variabilidad genética derivada de su reducida población son otros de los obstáculos a los que tienen que hacer frente.