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Crisis en Europa | Los efectos en el Archipiélago

La dependencia del turismo aleja de Canarias el fantasma de la recesión

El gran peso del sector turístico en el PIB regional es ahora una ventaja y no un obstáculo frente a la crisis que amenaza la economía de la Eurozona

Una pareja de turistas tras desembarcar de un crucero en Santa Cruz de Tenerife. Carsten W. Lauritsen

La economía canaria ve nubarrones en el horizonte. La Eurozona vislumbra una tormenta. Así que «vienen curvas», como avisó estos días el vicepresidente del Ejecutivo regional, Román Rodríguez, pero no serán curvas tan cerradas, tan peligrosas, como las que tendrá que sortear la economía de la Unión Europea (UE).

La altísima dependencia de los turistas del tejido productivo isleño no será esta vez, no al menos a corto plazo, un agravante de la crisis. Más bien al contrario: servirá de atenuante para que el golpe sea menos doloroso en el Archipiélago –y en España– que, en general, en el resto de los países de la UE. A diferencia de en 2008, cuando la crisis de las hipotecas basura en los Estados Unidos ya era global y comenzaba así la Gran Recesión –la misma que se negaba desde los Gobiernos–, ahora es la industrial Alemania la que tiene el mayor de los problemas. «Digamos que el papel que nosotros teníamos en 2008 ahora lo tiene Alemania», resume el economista y profesor de la Universidad de Barcelona Gonzalo Bernardos. Esto puede desembocar, claro, en que vengan menos germanos de vacaciones a Canarias, pero los germanos, tomados en conjunto, seguirán viniendo de vacaciones a Canarias. En todo caso, las pérdidas en el país centroeuropeo por la inflación, la subida de los tipos de interés y la dependencia del gas ruso serán mayores de las que sufrirían las Islas por esos alemanes que no puedan viajar al Archipiélago con un Índice de Precios de Consumo (IPC) estabilizado en los dos dígitos. Y aun así, recuerda el profesor de la UB, la industria turística de la región, experta en lidiar con las adversidades, podría «bajar precios» de forma temporal.

«En comparación con lo ocurrido por la covid, esto es una broma»

Gonzalo Bernardos - Economista, profesor de la Universidad de Barcelona

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Hay que insistir en que la ola inflacionaria que comenzó a gestarse en marzo-abril del año pasado y la consecuente respuesta del Banco Central Europeo (BCE), que prepara una subida de los tipos de interés como principal arma para frenar la economía y contener el alza de los precios, van a sentirse en toda la Eurozona, también en la ultraperiferia canaria. Máxime cuando esto coincide con una guerra en el corazón del Viejo Continente que ha agravado hasta el extremo la carestía de la energía y de las materias primas. Es imposible salir de este escenario sin un rasguño. Sin embargo, la recesión en la UE que cada vez más voces ven a la vuelta de la esquina no es una amenaza ni para España ni para Canarias. En ello coinciden Bernardos y el también economista José Miguel González, director de Consultoría de la firma asesora Corporación 5. El profesor de la UB hace hincapié en que «ya se han vivido situaciones como estas» de las que el motor de la economía isleña ha salido con entereza, e incluso más duras, como el cero turístico causado por el coronavirus. Es más, «en comparación con la covid, esto es una broma», sentencia Bernardos.

José Miguel González insiste, por su parte, en que «convivir» con un IPC en torno a los dos dígitos es «complicado», sobre todo porque el BCE va a tener que subir los tipos. «Complicado» en Londres, en Berlín, en Viena, en Praga, en Santa Cruz de Tenerife y en Las Palmas de Gran Canaria. Dicho esto, «a corto plazo es una buena noticia dedicarnos a lo que nos dedicamos», subraya el que fuera director general de Trabajo del Ejecutivo autonómico en la pasada legislatura. Por una vez la dependencia del turismo es virtud y no defecto. A cortísimo plazo, es decir, de cara a la temporada veraniega en que ya está inmersa la principal industria de la región, el negocio turístico parece garantizado. Todavía no en cifras prepandemia ni mucho menos para compensar las pérdidas ocasionadas por el coronavirus, pero sí para caminar en firme hacia el pleno restablecimiento. Las dificultades se vislumbran para finales de septiembre y principios de octubre, justo cuando arranca la campaña invernal, la tradicional temporada alta en que Archipiélago dispara su facturación turística. Ese debía ser el momento en que el sector, y por ende la economía en su conjunto, diera el segundo y mayor paso hacia su pleno restablecimiento. Es ahí donde esperan los «nubarrones», que fue el término utilizado la semana pasada por el nuevo presidente del Consejo Económico y Social, José Carlos Francisco, o las «curvas», el término empleado por Román Rodríguez. Pero eso sí, puntualiza González, ni los nubarrones son siempre sinónimo de lluvia inminente ni la lluvia en Canarias sería tan fuerte como, en general, en el resto de Europa. ¿Por qué? La respuesta está de nuevo en el turismo, o en términos técnicos, en el tipo de exportación que sostiene la economía regional.

«A corto plazo es una buena noticia dedicarnos a lo que nos dedicamos»

José Miguel González - Economista, director de Consultoría de Corporación 5

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La inflación, la política anticíclica del BCE y el descontado frenazo económico global van a castigar la demanda externa. La demanda externa no es más que la cantidad de bienes y servicios que se produce en un país o territorio y que se consume por empresas o ciudadanos extranjeros. Desde luego, y dado que la crisis se extiende a toda Europa –más bien a todo Occidente–, los Estados miembros, sin excepción, sufrirán una caída de su demanda externa, toda vez que los negocios y las familias, castigados por la ola inflacionaria y la subida de los tipos, reducirán sus niveles de inversión y consumo. Ahora bien, no todos los países tienen la misma demanda externa: unos producen materias primas, otros fabrican, por ejemplo, maquinaria industrial y otros exportan servicios. O dicho de otro modo: a unos se les compran unas cosas y a otros, otras. Mientras que Alemania, que no por nada es conocida como la locomotora de Europa, exporta vehículos, componentes para la industria automovilística y maquinaria; España, y Canarias de forma particular, exporta servicios, esto es, vende sus atractivos a esos ciudadanos de terceros países que vienen al Archipiélago a pasar unos días o semanas. Y ocurre que lo están pasando peor las economías cuya demanda exterior la sostienen las exportaciones de bienes. Algo lógico si se tiene en cuenta que las fábricas se están viendo golpeadas por los altos precios del gas, el petróleo y el carbón. Tanto que las quiebras van a sucederse de manera inevitable.

José Miguel González apunta los últimos datos oficiales, que muestran cómo el sector de los servicios se ha «ralentizado», sí, pero también cómo el manufacturero directamente se ha «hundido». Por eso la economía europea, en general, camina hacia la recesión y la canaria, hacia la lentificación, que no es el mejor destino para recuperarse tras el varapalo de la covid pero desde luego es mejor destino que el que les aguarda, verbigracia, a las empresas y hogares alemanes. Por eso el profesor Bernardos argumenta que en el país centroeuropeo están ahora como estaban los españoles en 2008. En una espiral inflacionista, «una economía más industrializada lo pasa peor por el encarecimiento de los suministros», ahonda González, y si encima está en riesgo la importación de gas porque su principal proveedor –Rusia– ha invadido un país aliado –Ucrania–, entonces se da la tormenta perfecta.

Así que con una situación tan compleja en Alemania y también en el Reino Unido –donde la inflación no es que haya crecido, sino que se ha desbocado, y donde la libra se devalúa sin remisión–, es imposible que entre los potenciales turistas de ambos países –los dos principales mercados de Canarias– no haya quienes no puedan permitirse unas próximas vacaciones en el Archipiélago. El número de visitantes no será el esperado, y es posible que el ritmo de recuperación de la primera industria regional se ralentice, con lo que se ralentizará el crecimiento del PIB. Pero salvo que ocurra un cataclismo como el de la pandemia, la economía de las Islas seguirá creciendo. Crecerá menos pero crecerá, porque continuarán llegando turistas como continuaron llegando en crisis anteriores. «El turismo que nos hundió en 2020», señala Bernardos, evitará ahora el hundimiento.

Consumir o acaparar

Incluso hay un factor asociado a la inflación, que suele pasar desapercibido, que puede servir de acicate para los potenciales turistas. En concreto para esos que disponen de suficientes recursos para permitirse unas vacaciones pero que dudan si hacerlo o no por las circunstancias. Y es que en medio de una oleada inflacionaria, al menos hasta que suban los tipos, la duda entre gastar o ahorrar siempre se resuelve en favor de gastar, básicamente porque cuanto más crece el IPC, más se devalúan los ahorros. «Te sale más barato consumir que acaparar», resume el director de Consultoría de Corporación 5.

En consecuencia, el riesgo a corto e incluso medio plazo –si por medio plazo se entiende la próxima temporada turística de invierno– es mucho menor para las economías española y canaria que para la del grueso de la Eurozona. La verdadera amenaza para las Islas, el escenario en que sí sufrirían más que otras regiones del continente, es la eventual cronificación de esta coyuntura. Si la crisis interna en el Reino Unido y en Alemania no remitiese en un período de tiempo razonable, es decir, si se produjera una depauperación prolongada en esos países que mantienen la demanda externa de la Comunidad Autónoma, entonces habría problemas mayores. «El verdadero riesgo está en que la situación se sostenga en el tiempo», concluye González.

Pendientes del Banco Central Europeo

El BCE subirá los tipos de interés para contener la inflación, pero debe controlar bien el pulso. No son pocas las voces que avisan que el alza de los tipos conducirá de forma inevitable a una recesión. El problema es que la alternativa, la inacción, no haría más que alimentar el IPC. Una encrucijada. Por ahora la subida será de 0,25 puntos, lo que encarecerá los préstamos y créditos que los bancos conceden a familias y empresas, y esto a su vez amenaza reducir los niveles de consumo de las primeras y de inversión de las segundas. Además, los intereses de las hipotecas también crecerán. Todo ello –dejando al margen el beneficio que los tipos altos de interés les reportan a los ahorradores, ahorros que servirían para amortiguar el primer golpe en muchos hogares– significa gasolina para la hoguera de la recesión y el «desplome» de las materias primas, puntualiza el profesor Gonzalo Bernardos, que justo por esto considera que el alza de los tipos no será excesiva. Distinto sería que Rusia cerrara del todo la llave del gas, porque entonces la cronificación de la crisis, con una inflación menor pero aún alta y una recesión inevitable, sí pondría a Canarias al límite.

Ayuda y problema a la vez

«No lo sé, pero ni yo ni nadie». El economista Juan Luis Jiménez, profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, resume así la incertidumbre sobre lo que sucederá tras el verano. Todo parece que el Archipiélago tiene a corto plazo varios elementos a su favor para evitar una recesión que parece inevitable en la UE, al menos a juicio de no pocos expertos. Esta suerte de ayuda indirecta inmediata que supone la dependencia del negocio turístico no debe hacer olvidar, sin embargo, la importancia de diversificar la economía, una lección que la covid dejó para el futuro. Con una visión más a largo plazo, Jiménez enumera su receta para una economía regional más preparada para hacer frente a próximas crisis: diversificación, en el sentido de una menor dependencia del turismo –reto a su juicio obligatorio cuando las medidas verdes de Bruselas no precisamente incentivan los viajes–; mayores niveles de competencia en determinadas actividades en las que existe cierto «abuso de poder»; y mayor eficiencia de la Administración, lo que pasa por la total transparencia, la introducción de mayor competencia en las licitaciones y la evaluación de las políticas.

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