Luis Alvarado (1989, Las Palmas de Gran Canaria) asesora al Foro Económico Mundial en su iniciativa Misión Posible, que promueve la transición energética de las industrias más contaminantes de la economía mundial; entre ellas el transporte aéreo y marítimo. Advierte que el reto es cambiar el proceso productivo en todo el planeta, objetivo que solo considera posible si existe colaboración entre los sectores público y privado.

¿Qué es Misión Posible?

Una iniciativa incubada principalmente en el Foro Económico Mundial (FEM) y que se centra en la transición energética de los sectores productivos que más emisiones generan. Hablamos del acero, el cemento, la aviación, el transporte marítimo, el aluminio o el sector químico. Juntos suman casi el 60% de las emisiones. El FEM observó que el resto del mundo está enfocado en el otro 40%, y para alcanzar los objetivos de descarbonización, necesariamente hay que contar con estas industrias llamadas difíciles. Todo lo que nos rodea en nuestras vidas nace en ellas y tenemos que conseguir que fabriquen lo mismo pero sin carbono.

La alianza ha crecido de 30 empresas en 2019 a las 400 actuales. ¿Cómo las atraen?

El primer paso es gestar una alianza en el conjunto de un sector. Conseguir, por ejemplo, que gigantes del cemento de Estados Unidos o China se unan.

Y más complicado, que recorran juntos un camino.

Es el segundo paso, diseñar un plan consensuado por todos los actores. Un ejemplo es que ya hemos conseguido que en el sector del transporte aéreo, toda la industria esté en 2030 invirtiendo en un combustible que no contamine. Que se aparque la lógica competencia solo puede conseguirse en el seno del FEM, porque es un espacio común a todas ellas.

¿Y a partir de ahí qué resta?

Llevar todos los compromisos al plano ejecutivo, es decir, identificar las tecnologías necesarias para conseguir los objetivos. Y no solo eso, porque en muchos casos la tecnología existe pero es cara. Es necesario invertir en planes de investigación para lograr herramientas que propicien la transición de forma competitiva. Lo hemos visto muchas veces a lo largo de la historia, los primeros coches o teléfonos móviles eran muy caros y hoy todo el mundo tiene uno. La eólica o la fotovoltaica hoy son competitivas porque en su día hubo países pioneros que apostaron por ellas.

¿Quién paga todo esto?

Un cambio de este calado no es posible sin colaboración público-privada. Evidentemente, y es el cuarto y último paso que acomete Misión Posible, es necesario implicar al sector financiero. Si la COP de París fue la de fijar objetivos de reducción de emisiones, en la de Glasgow de noviembre, Reino Unido usará su capacidad para atraer al sector financiero. Nosotros hemos añadido al puzle la pieza de la industria pesada.

En este contexto, ¿solo caben las inversiones sostenibles?

Indudablemente. La voluntad de los CEO de las grandes multinacionales está clara, pero no tienen todas las respuestas ni conocen todas las soluciones. El sector financiero está por la labor y son muchísimos los accionistas de los bancos que piden desinvertir en combustibles fósiles. Ahora bien, también hacen falta gobiernos valientes que impulsen la legislación necesaria, porque si no, el sector privado duda. Insisto, todo pasa por acabar con las reticencias y reconocer que nada es posible sin colaboración público-privada.

¿Se ha puesto la carreta delante de los bueyes? ¿Compromisos sin legislación?

Los compromisos de descarbonización son buenos y necesarios, pero sí es cierto que hemos pecado de ambiciosos sin pararnos a pensar antes en cómo llegar al objetivo. Hablamos de cambiar el proceso de producción del planeta. Se puede hacer, pero con una gran labor de coordinación, porque este reto no entiende de estatus, fronteras ni sectores.

¿Se dará a los miles de millones de dinero público puestos sobre la mesa el uso debido?

Espero que sí. Hemos demostrado que sabemos movilizarnos ante una crisis: investigación, vacunas, capital público y privado... Eso es lo que tenemos que hacer con el cambio climático, el problema es que todavía no lo percibimos como una crisis. Sí digo que en Canarias y en España se da muy bien lo visible, lo que el votante puede percibir, pero hay muchas otras cosas más importantes que al político se le hace difícil venderlas; hablo de los que no tienen altura de miras, claro.

En las Islas no hay una industria altamente contaminante.

Con tan poca población, la generación de emisiones del transporte aéreo y marítimo vale por cinco. Además, tenemos la industria turística, que genera muchísimas emisiones. Hay que hacerla sostenible y circular, porque eso, además, genera riqueza en otros nichos de la economía.