El divorcio después de 27 años de matrimonio de Bill Gates, el filántropo y fundador de Microsoft, saca a relucir detalles comprometedores de su vida privada. Las últimas revelaciones trastocan su imagen de hombre de familia y benefactor.

Le pasa incluso a la realeza. Uno es intocable hasta que deja de serlo y es entonces cuando empiezan a salir del armario cadáveres de elefantes, jugosas comisiones, cuentas ocultas y amistades peligrosas. Algo parecido le está pasando a Bill Gates, que ha visto cómo en solo unas semanas se agrietaba su reputación de ímprobo filántropo y hombre de familia dedicado a resolver los problemas más intratables del mundo. Desde que anunciara su divorcio de Melinda French tras 27 años de matrimonio, la admiración de un sector de la prensa estadounidense ha dejado paso a preguntas comprometedoras sobre su relación con el pederasta Jeffrey Epstein, su conducta en el entorno laboral o una relación extramatrimonial que podría haber desencadenado su salida de la dirección de Microsoft.

No es la primera vez que la reputación del que pasa por ser uno de los hombres más ricos del mundo da un vuelco radical. A principio de los años 2000, cuando el Departamento de Justicia de EEUU sentó en el banquillo a Microsoft por sus prácticas monopolísticas para estrangular a la competencia, Gates encarnó la arrogancia suprema de los nuevos titanes de Silicon Valley. Como comprobaron los abogados del Gobierno, aquel genio de rostro aniñado era también un competidor feroz, vanidoso, temperamental y condescendiente. Un gestor propenso a cortar en seco la disensión en Microsoft con frases como «eso es lo más estúpido que he oído nunca» o «¿por qué no vendes tus opciones [acciones de Microsoft] y te vas a trabajar a los Cuerpos de Paz?».

Aquella sentencia antimonopolística marcó un antes y un después. Gates renunció a la dirección de la compañía para centrarse en la gestión de su fundación y moldear poco a poco esa nueva imagen de abnegado benefactor dispuesto a donar en vida la casi totalidad de su fortuna mientras se desvive por mejorar el acceso a la sanidad, la educación o las desigualdades de género en el mundo.

Y aunque nunca le faltaron sus críticos, ya sea por la influencia desmedida que la Fundación Gates ejerce sobre las políticas sanitarias globales o su defensa a ultranza de las patentes farmacéuticas, supo mantener el aura de visionario, tan afable y optimista como sus rebecas de franela.

Una percepción que vuelve a tambalearse a medida que emergen nuevos detalles sobre su vida privada. The Wall Street Journal publicó esta semana que el consejo directivo de Microsoft le instó a dejar el cargo en el órgano ejecutivo de la compañía tras descubrir en 2019 que Gates había mantenido una relación sexual con una de sus empleadas, una ingeniera informática que mandó una carta a la empresa solicitando un cambio de posición tras airear su relación con el fundador. Microsoft atravesaba por entonces un momento de turbulencias, después de que decenas de sus empleadas se sumaran al movimiento #MeToo denunciando haber sido víctimas de acoso sexual y discriminación en la compañía, lo que llevó al consejo a abrir una investigación contra Gates. En marzo de 2020, antes de que llegara a completarse, Gates renunció al cargo esgrimiendo su intención de dedicarse por completo a la filantropía. «Este es un asunto que sucedió hace casi 20 años y se resolvió de forma amigable», dijo esta semana una portavoz de Gates negando que la renuncia estuviera relacionada con la investigación. Su matrimonio transitaba ya por la cuerda floja.

Meses antes de su salida de la compañía, su esposa, Melinda French, había iniciado los trámites del divorcio, entre otras cosas, por la incomodidad que le generaba la amistad de su marido con Epstein, según publicó el The Wall Street Journal.

Ambos comenzaron a frecuentarse en 2011, tres años después de que el pederasta fuera condenado por explotación sexual y, pese a la oposición de Melinda, Gates lo visitó varias veces en sus mansiones, llegando a acompañarle en su jet privado hasta su residencia de Palm Beach.

«Su estilo de vida es muy diferente y algo intrigante, aunque no funcionaría para mí», escribió el padre de Microsoft en un correo enviado a sus colegas tras su primera cita con Epstein, según The New York Times. Este periódico publicó esta semana que a lo largo de los años, estando ya casado, Gates trató de intimar con algunas de sus empleadas.