El arranque de 2021 ha sido complicado en España. Y no solo por la omnipresente tercera ola de la pandemia. Borrascas como Filomena u Hortensia nos han recordado de nuevo algo que saben muy bien los que residen en regiones de gran actividad sísmica o golpeadas por los huracanes: el gran coste humano y económico que tienen los vaivenes del clima.

Los daños que provocan las catástrofes naturales son todo un desafío para quien los sufre… Y también para las aseguradoras que deben cubrirlos. Precisamente, el cambio climático ha hecho que el sector sufra “una mayor exposición a pérdidas que pueden comprometer la solvencia y la estabilidad de las compañías que operan en él, si no son capaces de obtener la financiación y diversificación necesarias para asegurar su viabilidad futura y la protección de sus asegurados”, señala María José López-Fructuoso, profesora titular de Matemáticas, Estadística y Econometría de la Udima. Según esta experta, esa búsqueda de fuentes de financiación alternativa es lo que ha hecho que se desarrollen “instrumentos de transferencia y financiación de este tipo de riesgos”. Es decir, han aparecido productos financieros que permiten a los inversores, “tomar posiciones en la ocurrencia y el coste de las catástrofes”, a cambio de recibir una ganancia muy atractiva en el caso de que ese evento climático jamás llegue a producirse.

Un ejemplo son las llamadas HuRLo (Hurricane Risk Landfall Option) u opciones cuyo subyacente es el riesgo de que un huracán toque tierra. Su objetivo es dar cobertura a los compradores contra los riesgos financieros provocados por un huracán. Sin embargo, en la práctica estos instrumentos pueden atraer a especuladores “que persiguen beneficiarse de los precios cambiantes de los activos, valores o índices subyacentes”.

Bonos CAT

Distinta vocación tiene otro instrumento más conocido en nuestras latitudes: los bonos catástrofe o CAT. Los CAT fueron emitidos por primera vez por aseguradoras como Swiss Re a mediados de los 90. Desde entonces, el mercado no ha parado de crecer, hasta superar los 100.000 millones de dólares en 2019, según datos de Aon.

Un CAT es distinto a las HuRLo en que “no se apalancan y están mucho más diversificados, por poder vincularse a distintos tipos de eventos climáticos, como huracanes, terremotos, tsunamis o incendios”, señala Rafael Ciruelos, Socio de Diaphanum.

Además, en palabras de Ciruelos los CAT “tienen la mayor de las vocaciones éticas y socialmente responsables”, y destaca que están alineados con los principios de la Agenda 2030. Es decir, que “son parte de una rápida solución que palía el desastre, pero en ningún caso el problema que genera la emergencia climática”.

Eso sí, igual que sucede con las opciones sobre huracanes estadounidenses, su evolución no tiene que ver con las crisis económicas o las bajadas de las bolsas. Es decir, “el atractivo principal de los bonos CAT es que su riesgo es independiente del mercado, por lo que ayudan a la diversificación de la cartera”, afirma Victoria Torre, responsable de Oferta Digital de Singular Bank.

Los primeros compradores de CAT fueron las propias compañías de seguros y reaseguros. Pero con el paso del tiempo “se ha ido produciendo un incremento espectacular de la demanda impulsada por varias razones, entre las que cabe destacar una mejor compresión por parte del inversor acerca de los riesgos que entrañan o la obtención de beneficios relativamente bajos en otro tipo de productos de inversión”, apunta López-Fructuoso. De hecho, un CAT puede ofrecer cupones medios superiores al 7%, como sucede en el caso de otros bonos de alto rendimiento.

Eso sí, no es sencillo para un inversor particular acceder a una emisión y “si invirtiéramos directamente en un bono, el riesgo está en que, si se produce la catástrofe, el inversor puede llegar a perder toda su inversión. Pueden darse varias opciones: perder todo, no cobrar el cupón del bono y recibir solo el principal en la fecha de vencimiento o una mezcla de los dos supuestos”, puntualiza Victoria Torre.

Sin embargo, existen una serie de índices sobre el mercado de bonos CAT, que han servido de referencia para que se creen, por ejemplo, fondos de inversión. Así, aunque la inversión en CAT suelen hacerla grandes inversores como planes de pensiones o bancos, “existen fondos registrados en la CNMV y ETF cotizados, por lo tanto son accesibles para el inversor minoritario, y totalmente regulados”, apunta Rafael Ciruelos. Algunos ejemplos son el GAM Star Cat Bond, presente en las carteras de los clientes de Diaphanum, o el AXA IM WAVe Cat Bonds.