Poco más de un siglo después de que los obreros de la Canadenca conquistaran con sus huelgas la jornada de ocho horas al día, en España comienza a abrirse camino un nuevo debate: trabajar cuatro días a la semana. En un contexto en el que muchas empresas han descubierto que podían teletrabajar y seguir sacando adelante sus balances, se ha colado en la agenda mediática el debate de si es posible en el siglo XXI trabajar 32 horas a la semana y cobrar lo mismo.

Las pocas empresas que hasta ahora en España se han abierto a aplicar la filosofía de los cuatro días lo han hecho parcialmente. Es decir, compran la parte de trabajar un día menos, pero no la de trabajar menos, pues en los días operativos echan más horas. Para incentivar esta segunda parte de la ecuación, el Gobierno ha comprometido un presupuesto de 50 millones de euros y subvencionar, vía fondos europeos, a las compañías para que estas contraten a más gente y repartan el trabajo.

El debate de los cuatro días a la semana, no obstante, ni es nuevo ni lo ha inventado Íñigo Errejón, quien arrancó al Ministerio de Industria la necesidad de un análisis sobre las ventajas e inconvenientes del cambio en la jornada laboral a cambio del apoyo de Más País a los presupuestos. UGT asegura desde 2019 que es partidario de “trabajar mejor y trabajar menos”, lo que pasa por transitar hacia las 32 horas. Y la Comunidad Valenciana ya venía preparando un programa público que desplegará este año para incentivar estas prácticas.

Tampoco es algo a lo que solo se le esté dando vueltas en España. El sindicato más grande de Alemania, IG Metall, defiende que para no perder millones de empleos en la transición al coche eléctrico hay que repartir el trabajo, y la jornada de cuatro días puede ser una vía. Aunque no en todo el mundo abogan por cambiar la jornada para trabajar menos, sino que también hay partidarios de trabajar más. El multimillonario chino y cofundador del gigante del comercio electrónico Alibaba es un defensor a ultranza de la jornada “9-9-6”: trabajar de nueve de la mañana a nueve de la noche, seis días a la semana.

Respecto a la propuesta de los cuatro días a la semana ya existen precedentes en todo el mundo: en los años 80, los trabajadores públicos de la ciudad de Rallo, en el norteamericano estado de Misuri, ya probaron a trabajar una semana cinco días y otra cuatro. Más recientemente, multinacionales como Microsoft, en su filial japonesa, o la australiana Perpetual Guardian se han pasado a este modelo.

Aunque no hace falta cavar un agujero e irse a la otra punta del globo para encontrar empresas que trabajan cuatro días a la semana. A principios de 2020, dos consultoras informáticas, una de Jaén (Software Delsol) y otra de Alicante (Zataca), anunciaron que pasaban a implementar la jornada de cuatro días. Aunque no la de 32 horas. Ambas empresas decidieron compactar las horas que antes hacían de lunes a viernes en cuatro días. Es decir, mismo sueldo, menos días, pero más horas los días hábiles.

“Lo planteamos como una medida de conciliación. Un trabajador contento y motivado siempre es más productivo. Pero trabajamos con márgenes muy estrechos y si hacemos menos horas tendríamos que contratar a más gente”, explica el consejero delegado de Zataca, Pedro Sánchez.

Si bien Zataca y Delsol fueron las primeras en explicar públicamente su experimento, en Llissá de Vall (provincia de Barcelona) hay una empresa que lleva desde 2018 haciendo lo mismo: Industries Tapla. Esta compañía familiar con más de 50 años de historia, especializada en la fabricación de componentes para la automoción y con una facturación anual de 10 millones de euros, aplica para una de sus líneas de producción el trabajar de lunes a jueves.

“Ha sido un éxito”, explica la responsable de planificación estratégica, Monste Ramon. La clave de la medida fue el ahorro de costes energéticos, pues trabajando más horas de lunes a jueves evitaban encender y limpiar la maquinaria el viernes. Los resultados son de un aumento del 18% en la productividad y un ahorro del 20% en costes energéticos. No obstante, la directiva no ve recorrido en la segunda parte del experimento que plantea Errejón: trabajar menos horas y cobrar lo mismo. “No nos dan los números”, afirma.

Efímero Mercadona

Compactar la jornada semanal a cuatro días no solo es cosa de pymes. Un gigante como Mercadona también lo aplicó al principio de estallar la pandemia. Como incentivo a sus trabajadores, y anunciada como algo “excepcional”, Juan Roig implantó de mayo a junio turnos rotativos de cuatro días a la semana y nueve horas al día. Un modelo que fue aplaudido por los trabajadores, tal como trasladaron los sindicatos a la compañía, pero que duró apenas un mes. De momento no han trascendido otros grandes nombres entre el empresariado español que apuesten por la jornada de cuatro días.

Un año antes de que ocho oficinistas prendieran la mecha de la huelga de la Canadenca, Europa se recuperaba de la última pandemia que asoló el viejo continente: la bautizada como gripe española. Y hoy, un siglo después, el debate sobre la jornada de cuatro días se abre tímidamente camino a las puertas de la recuperación de la crisis del coronavirus.