La pandemia se ceba con el empleo de los más jóvenes. Desde que estalló la crisis provocada por el coronavirus el pasado mes de marzo la mitad de los puestos de trabajo ocupados por menores de 25 años se han esfumado. Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) como consecuencia de la paralización económica, los jóvenes ocupados han pasado de ser 46.300 a comienzos de 2020, a tan solo 25.900 en el último trimestre del año pasado.

Unos datos que ayudan a comprender por qué Canarias es la comunidad autónoma con la mayor tasa de desempleo juvenil de todo el país. Algo que no es novedoso, ya que el Archipiélago suele estar siempre en los primeros puestos de este negativo ranking, pero que la pandemia ha venido a agudizar. El 57,7% de los menores de esa edad que desean trabajar no pueden hacerlo debido a las trabas que el mercado laboral impone a los más jóvenes. Lo cierto es que apenas un año antes, al final de 2019, las Islas habían logrado que este indicador bajara del 36%, algo que no ocurría desde antes del inicio de la crisis financiera de 2008. Ahora, la tasa canaria no solo es la más alta de toda España sino que la pandemia ha hecho desaparecer las expectativas laborales de miles de jóvenes, que esperaban incorporarse en un breve periodo de tiempo al mercado laboral.

Para Gustavo Marrero, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de La Laguna (ULL) lo más relevante no es que Canarias sea la región con una mayor tasa de paro juvenil, sino que la diferencia entre la tasa de los menores de 25 años y los mayores de esta edad sea mucho mayor que la media nacional. Mientras que la tasa de paro de la población joven y los mayores de 25 en España están separadas por 25,6 puntos, (14,5% en el caso del paro general y 40,1% para los que acaban de incorporarse al mercado laboral ), en Canarias esta diferencia se sitúa en más de 34 puntos.

El sociólogo y director de la Agencia Canaria de Calidad Universitaria y Evaluación Educativa, Saturnino Martínez, puntualiza que existe mucha confusión respecto a la tasa de paro juvenil y que, por ejemplo, en Canarias donde alcanza 57%, no significa que más de la mitad de los jóvenes estén desempleados, ya que existe una gran cantidad de menores de 25 años que a esa edad todavía están estudiando y por lo tanto no están dentro de esa estadística.

Además, añade que los márgenes de edad para establecer el paro juvenil por debajo de los 25 años “se acordaron en los años 70” y “el concepto de juventud ha cambiado mucho”, por lo que sostiene que actualmente sería más acorde incluir en este grupo “incluso a gente por encima de los 30 años”.

Las razones por las que pandemia está destruyendo empleo joven de forma masiva en Canarias son principalmente dos, que aunque no son novedosas, sí que se han visto agudizadas por los efectos de la crisis sanitaria. Una de ellas es que la paralización de la actividad económica está afectando de manera mayoritaria al sector servicios, actividad en la que terminan trabajando la mayor parte de los jóvenes que no finalizan sus estudios. “El empleo que se está destruyendo ahora es principalmente temporal”, explica Marrero, ya que los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), puestos en marcha como un mecanismo para sostener los puestos de trabajo durante la crisis, “han hecho que el empleo fijo se destruya a tasas muy bajas”.

Los que ocupan en mayor proporción estos puestos de trabajo eventuales son precisamente los más jóvenes, los últimos en incorporarse al mercado laboral y los primeros en ser expulsados de él en cuanto llega alguna complicación. “Esto ha provocado un aumento brutal del desempleo juvenil, más acentuado en Canarias por esa concentración que tenemos en el sector de la hostelería”, comenta Marrero.

El economista señala además que los jóvenes son los que han quedado más desprotegidos en esta crisis. “Son pocos los que se han podido acoger a los ERTE debido a sus contratos temporales y por su juventud también suelen tener pocos meses de trabajo acumulados, por lo que tampoco han podido acceder al paro”.

Destrucción de empleo

Marrero asegura que los menores de 25 años son “el único colectivo donde se destruye empleo de manera notable”. Lo cierto es que a pesar de que todos los tramos de edad han sufrido los estragos de esta crisis, el empleo joven destruido representa casi el 20% del total de puestos de trabajo perdidos, cuando solo son el 4,9% de las personas ocupadas.

Para este experto el gran problema es la “dicotomía del mercado laboral español” en el que no tiene nada que ver la protección que otorga un contrato indefinido con la incertidumbre del temporal”. “Lo que ha salido a la luz con esta crisis es que los que realmente se llevan la peor parte son los jóvenes”, insiste.

David Sánchez de 21 años fue uno de los jóvenes a los que la pandemia le arrebató su puesto de trabajo. Tras abandonar los estudios antes de finalizar el Bachillerato estaba trabajando como socorrista en un hotel cuando el cero turístico acabó con su contrato. “No me dieron ninguna opción de acogerme a un ERTE ni nada parecido”, comenta. Tras el confinamiento comenzó a trabajar como peón en la construcción, pero hace unas semanas “también me pararon porque no había trabajo”.

Sánchez pensó al abandonar sus estudios que “encontrar trabajo sería fácil a mi edad y tendría muchas oportunidades”, pero la realidad le ha hecho darse cuenta de que “no es así, si no tienes experiencia es muy complicado”.

Este joven admite que debería haber continuado con sus estudios y por eso ha decidido retomarlos en la Escuela de Adultos, para después seguir formándose n en “algo vinculado al deporte”.

La escasa formación sigue siendo uno de los principales factores de la alta tasa de desempleo juvenil en Canarias. “El Archipiélago está a la cabeza en abandono escolar y los estudios alcanzados son inferiores a la media”, determina el catedrático de Análisis Económico. Una circunstancia que provoca que tengan “más dificultades para adaptarse cuando se producen estas caídas de empleo”, por lo que “dependen de un trabajo temporal y poco cualificado al que está atacando esta crisis”.

Kevin Suárez solo terminó el Bachillerato y también trabajaba como socorrista en un alojamiento turístico de Gran Canaria cuando la pandemia frustró su contrato, “tuve paro hasta octubre y ahora echo currículum todos los días buscando algo en cualquier sector”. Sin embargo, “en todos estos meses no he tenido ninguna entrevista” y a medida que pasan las semanas “empiezas a perder la esperanza”.

La hostelería y el turismo, sectores a los que una buena parte de la juventud canaria había apostado su futuro laboral, son los más afectados por esta crisis. “Mientras que la crisis de 2008 se cebó con la construcción, un sector sobredimensiado en Canarias, ahora lo está haciendo con el turismo”, explica Saturnino Martínez.

“Hacía tres semanas que había comenzado mis prácticas en un hotel cuando estalló todo”. Así recuerda Fernando Artiles como de forma abrupta la pandemia dio al traste con su primera experiencia en el mundo laboral. Tras acabar la carrera de Turismo el curso pasado, sustituyendo las prácticas por formación online, sus esperanzas de comenzar a trabajar en el sector para el que se había preparado desaparecieron cuando se dio cuenta de que la ansiada reactivación turística tardaría en llegar.

A pesar de que el fin de sus estudios ha coincidido con la mayor crisis que ha sufrido nunca el sector “no me arrepiento de haber cursado esta carrera, porque aunque la escogí con desconocimiento, me encantó”. Por eso, por ahora, a la espera de que con el tiempo pueda recuperarse esta actividad, Artiles busca trabajo “en cualquier cosa”.

Experiencia laboral

Los jóvenes tienen además una dificultad añadida para su inserción en el mercado laboral, la falta de experiencia. “Entra en un círculo vicioso y la manera de salir de él es aceptando peores condiciones laborales que el resto de trabajadores o cualificándose todavía más”, explica Martínez.

“Deberían darnos más oportunidades a los jóvenes”, asegura Yashara Sosa, una joven de 24 años que también perdió su trabajo en una pizzería hace unos meses. “Muchas veces te piden experiencia y no todos tenemos y si no nos dan la oportunidad nunca la vamos a conseguir”, recalca.

Sosa dejó de estudiar a los 16, pero ahora, aunque continúa buscando empleo, también se plantea volver a formarse. “Veo las cosas con otros ojos, si hubiera seguido estudiando quizá ya tendría una carrera terminada”, reconoce.

Sin embargo, la escasa formación no siempre es la que está detrás de las dificultades para encontrar un empleo. Muchos jóvenes del Archipiélago hipercualificados tampoco encuentran hueco en el mercado laboral.

Yaiza Martín tiene 30 años y su contrato más largo duró solo nueve meses. Desde 2014, esta Educadora Social y Animadora Sociocultural encadena trabajos de meses o incluso días, que han convertido la incertidumbre laboral en su rutina. “No se lo que es trabajar sin estar al mismo tiempo buscando otro empleo porque el contrato tiene fecha de caducidad”, algo que para ella es “agotador” y hace que siempre tenga la incertidumbre de no saber si podrá hacer frente a las facturas pendientes. “Si no tuviera el apoyo de mi pareja no podría haberme independizado”, reconoce, por lo que si pudiera volver atrás, “tendría más en cuenta las salidas laborales”, ya que “nunca me han llegado a contratar como educadora social, siempre en categorías inferiores”. Ahora que la pandemia ha dificultado todavía más la búsqueda de trabajo, “no queda otra que seguir formándome y sentirme orgullosa de que echen atrás por estar sobrecualificada”.

Sergio Hernández apenas ha cotizado ocho horas a pesar de que con 27 años muchas personas de generaciones anteriores ya habían trabajado varios años. Es ingeniero en Diseño Industrial y ha cursado dos másteres, pero a pesar de haber estado más de dos años buscando trabajo la suerte no le ha sonreído. “No he hecho ni una sola entrevista”, aunque ha abierto el rango y busca empleo en cualquier sector que le ofrezca una oportunidad.

No le ha quedado más remedio que seguir viviendo con su familia y admite que muchas veces “te sientes como un parásito” y “te acaba afectando a tu autoestima y llegas a creer que no eres capaz de valerte por ti mismo”.

Admite sentirse algo engañado. “Nos vendieron que si íbamos a la universidad no nos iba a faltar trabajo y no es así”, lamenta y asegura que de haberlo sabido “quizá hubiera optado por la Formación Profesional”.

Todo apunta a que los efectos de la crisis económica provocada por el coronavirus harán que la tasa de desempleo juvenil continúe siendo alta a lo largo de todo este año. Así lo estima el catedrático de Análisis Económico, Gustavo Marrero, para quien Canarias debe aprovechar el potencial de los fondos europeos de reestructuración para rescatar a los jóvenes que han sido expulsados del mercado laboral a través de programas de formación que los reciclen y preparen para trabajar en sectores como las nuevas tecnologías, la digitalización o la economía verde, que van a demandar trabajadores en el futuro. “Si lo conseguimos estos jóvenes podrán tener un trabajo mejor y más productivo”, concluye.

Por el contrario, Saturnino Martínez considera que la tasa de paro juvenil “seguirá vinculada a la del conjunto de la población”, por lo que si esta última experimenta un crecimiento, lo mismo ocurrirá con la de los jóvenes. “Si en los últimos años el paro juvenil ha sido el doble que la del conjunto de la población no creo que por esta crisis vaya a cambiar”, por lo que aboga también por abordar “lo que es un problema estructural y no centrar las políticas solo en lo jóvenes”.