Cuando el 23 de septiembre se anunció el fin de Thomas Cook, las alarmas se activaron en el sector turístico regional como nunca antes. Nadie entonces pudo haber imaginado que en apenas unos meses se desataría otra tormenta. Y mucho menos que sería incluso más fuerte que la que se levantó tras la quiebra del gigante de la turoperación mundial. Los aviones de Thomas Cook y sus filiales traían cada año a las Islas a más de dos millones de visitantes, de modo que todos en el sector sabían desde el primer momento la magnitud de las potenciales pérdidas. Estaba en el aire alrededor del 6% del Producto Interior Bruto (PIB) regional, algo insólito que obligó a los gobiernos a poner en práctica una batería de medidas en favor de las empresas turísticas. La temporada alta, que en el Archipiélago comienza el 1 de octubre, pudo haber sido catastrófica, pero la colaboración público-privada hizo posible que finalmente solo fuera mala. Pero ahora, cuando aún no puede darse por superado el trance de Thomas Cook, irrumpe el brote de coronavirus. Y aquí no hay cifras que permitan calcular el impacto; todo es incertidumbre. Todo menos una cosa: el próximo será uno de los peores abriles que se recuerden. Así pues, el sector turístico ha pasado de Guatemala a Guatepeor.

Lo cierto es que el comportamiento de la primera industria del Archipiélago fue como poco notable en 2019. Máxime teniendo en cuenta que el último trimestre, y con este la temporada alta -que en las Islas coincide con el invierno-, comenzó precisamente con la muerte de Thomas Cook tras más de cien años de historia. Con todo, más de 15 millones de personas optaron por Canarias para pasar las vacaciones, la tercera mayor cifra de la historia. No obstante, el número de turistas es solo una de las variables que miden la salud de los destinos, no la única. Hay otras, fundamentalmente la facturación, que revelan que una cosa es que el sector resistiera los embates y otra distinta, que no los sufriera. El golpe, de hecho, ya puede medirse: casi 300 millones de euros de ingresos se han perdido desde la quiebra de la multinacional de origen británico. Lo que no quiere decir que esa caída de la facturación esté íntegramente relacionada con la ruina de Thomas Cook. No hay que olvidar que las cosas ya venían mal dadas por la eterna incertidumbre del brexit, el cierre de las bases de Ryanair en los aeropuertos isleños -que no se había materializado pero sí anunciado- y sobre todo por el frenazo de la locomotora alemana. De hecho, ocho de cada diez turistas que se perdieron en 2019 eran visitantes de Gran Canaria y Fuerteventura, donde los alemanes son mayoritarios. En definitiva, lo de Thomas Cook fue el disgusto más gordo, pero no el único.

Entre el 1 de octubre y el 31 de enero, los turistas extranjeros gastaron en sus vacaciones en las Islas un montante de 5.825 millones de euros. Son exactamente 285 millones menos que en el mismo período de 2019, una caída de casi un 5%. Para corroborar que la ruina del turoperador efectivamente pasó factura al sector turístico basta con apuntar que los ingresos se redujeron en 246 millones de euros en los doce meses del año pasado. En consecuencia, el empeoramiento de los números se aceleró a partir de septiembre, justamente cuando se desató la tormenta. Hasta entonces, el gasto de los visitantes extranjeros sumaba casi lo mismo que en 2018, apenas cuatro millones menos, una cifra insignificante.

Además, esa disminución de la facturación en 246 millones tiene más importancia por lo que encierra que por la cuantía en sí misma. No en vano, 2019 es el primer año en que cae el gasto de los visitantes foráneos en toda la década. Para dar con la última vez que el sector cerró un ejercicio a la baja hay que remontarse a 2010. Entonces la facturación ascendió a 8.970 millones, 131 millones menos que en 2009. Lo peor, con todo, es que la tendencia siguió en enero, cuando los ingresos se redujeron en unos 43 millones respecto de enero de 2019. Y ello aun cuando el coronavirus aún no había golpeado al turismo.

En este escenario, abril se presenta con cancelaciones y una extraordinaria caída de las reservas por el Covid-19. Todo parece, por tanto, que la facturación seguirá cayendo en los dos próximos meses, pero este no es el mayor problema. Lo más grave sería que la crisis del coronavirus se alargara, lo que haría de 2020 un año nefasto.

La cronología del vía crucis del turismo

Alemania: La locomotora se agripa

La repercusión del frenazo de la economía alemana en el sector turístico regional quedó en segundo plano cuando se produjo la quiebra de Thomas Cook. Pero sus efectos han sido igualmente evidentes. A mediados del año pasado, en Europa se encendían todas las alarmas: la locomotora germana, que tantas veces había tirado de la economía del Viejo Continente, se había agripado. En agosto incluso bordeaba la recesión, algo insólito en el país centroeuropeo. Y todo ello, claro, ha tenido consecuencias directas en el Archipiélago, y especialmente en las islas de la provincia oriental. ¿Por qué? Pues porque son justamente Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria, y más si cabe estas dos últimas, las islas donde el turismo alemán es mayoritario. No ocurre lo mismo en Tenerife, donde, en cambio, mandan los británicos. Así pues, no sorprende que ocho de cada diez alemanes que dejaron de venir al Archipiélago en 2019 fueran clientes de Fuerteventura y Gran Canaria. Todo un palo si se tiene en cuenta que la pérdida total de visitantes procedentes de Berlín casi llegó a 414.000.

'Brexit': La eterna incertidumbre

Claro que también se redujo el número de turistas británicos, exactamente en 62.226 visitantes. Fundamentalmente por el brexit, la múltiples veces anunciada salida del Reino Unido del club de la Unión Europa. La caída no es ni de lejos tan relevante como la experimentada por el mercado alemán, pero cobra más importancia en circunstancias como las actuales. Máxime si se tiene en cuenta que también decreció el número de turistas italianos, holandeses (en ambos casos con pérdidas de alrededor de 36.000 visitantes), suizos (casi 55.000 menos) o nórdicos (unos 100.000), entre otros.

Ryanair: Cierre de las bases

Se materializó después, pero ya desde mediados del año pasado se sabía de la intención del excéntrico mandamás de Ryanair, Michael O'Leary, de cerrar las bases de la compañía de bajo coste en los dos grandes aeropuertos de la región: el de Gran Canaria y el del sur de Tenerife. Una decisión que significaba el despido de hasta 204 pilotos y que generaba incertidumbre en torno al mantenimiento de las rutas que la aerolínea opera en el Archipiélago.

Thomas Cook: La caída del gigante

Por si fuera poco, el 23 de septiembre, el otrora gigante de la turoperación mundial, la británica Thomas Cook, se iba directamente a pique. Los más de dos millones de turistas que cada año traía la multinacional a la Comunidad Autónoma se perdían de golpe. La colaboración público-privada, con una batería de medidas para auxiliar a los hoteles y otras empresas afectadas, amén de los rápidos movimientos de la Consejería de Turismo para recuperar la conectividad perdida, hicieron posible que el desastre que se anunciaba se amortiguara considerablemente.

Coronavirus: La incertidumbre insoportable

Amortiguada la crisis de Thomas Cook, que no superada, solo seis meses después el coronavirus llega de lleno al sector turístico. Cancelaciones, hundimiento de las reservas y un hotel de las Islas en cuarentena echan por tierra las previsiones para marzo y abril. De momento.