La reciente celebración del Día Internacional de las Mujeres Rurales -el 15 de octubre- ha puesto el foco sobre el papel del colectivo femenino en la lucha contra la despoblación del campo y el fomento del emprendimiento en este ámbito. Con motivo de esta conmemoración se han expuesto las cifras de una de las iniciativas encaminadas a favorecer la incorporación de la mujer al medio rural, los registros de explotaciones de titularidad compartida, que abre la posibilidad de que los dos miembros de un matrimonio o pareja figuren como cotitulares de la gestión de las producciones agrarias.

Puesta en marcha a comienzos de 2016, la ley de titularidad compartida no ha surtido los efectos deseados, tal y como ha reconocido el propio ministro de Agricultura, Luis Planas, que ha avanzado la intención de su departamento de reformar la norma. Poco más de 600 explotaciones en todo el país se han acogido a esta opción.

La declaración institucional del Parlamento de Canarias por el Día Internacional de las Mujeres Rurales ha subrayado, además, la "escandalosa desproporción a la baja en la representación de las mujeres en los órganos de decisión del ámbito agrario".

El texto aprobado por la Cámara regional pone cifras a la presencia de las mujeres en el trabajo del campo: un 43% de la mano de obra agrícola es femenina. Sin embargo, tanto Canarias como el conjunto de España registran índices muy inferiores. Según la última Encuesta de Población Activa, la proporción en el Archipiélago no alcanza el 30%, mientras que en toda España no llega ni siquiera al 23%.

Volver al campo. Ese es el objetivo, casi un lema, que repiten administraciones públicas y organizaciones agrarias, conscientes de que la recuperación del sector primario aporta economía y empleo y ayuda a frenar la despoblación de las zonas rurales. En esta tarea las mujeres están llamadas a desempeñar un papel crucial, pero lo cierto es que su incorporación a la agricultura y la ganadería se desarrolla con lentitud. Solo 7.800 de las 26.200 personas que trabajan en estos ámbitos en las Islas son mujeres, según la última Encuesta de Población Activa (EPA), correspondiente al tercer trimestre del año y publicada el pasado jueves. Son apenas 300 más que en el mismo periodo de 2008, cuando la crisis económica ya empezaba a causar estragos.

El propósito de feminizar el sector primario anima varias iniciativas institucionales. Entre ellas figuran los Premios Innovación a las Mujeres Rurales, que entrega cada año el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y que en su última edición, la décima, han reconocido la labor desarrollada por dos iniciativas canarias que constituyen buenos ejemplos de emprendimiento agrario protagonizado por mujeres: Aires del Apartadero, una explotación de frambuesas y moras ecológicas que en unos pocos meses se convertirá en proyecto de agroecoturismo, y A3Ceres, una asesoría agroalimentaria que promueve el cultivo de la moringa con un claro enfoque social y sostenible.

Lydia Domínguez nunca sospechó que terminaría dedicándose a la agricultura. "Se me morían las plantas", bromea. Lo suyo, en principio, era la enología. Durante diez años trabajó en una bodega -visitas guiadas, catas, enoturismo-, pero terminó sintiéndose "encarcelada". Llegó un despido y lo que en principio podía parecer una mala noticia se transformó, para ella, en una oportunidad. "Fue genial. Me abrió un mundo", recuerda.

Ese giro en su vida la llevó a una finca de su familia en Fasnia, en el sur de Tenerife, que permanecía casi sin explotar. Allí se ha convertido en la primera cultivadora ecológica de frambuesa en Canarias, y lo ha hecho mediante el método "ensayo y error" y, la mayor parte del tiempo, en solitario. En los primeros momentos -cuando trabajaba junto a un compañero- visitó explotaciones de este producto en distintos puntos de la Península -Huelva y Huesca-, puesto que en las Islas no había. Sorprendentemente, y pese a los lógicos contratiempos de los inicios, "todo fue muy rápido", gracias en parte a la subvención que obtuvo del Gobierno regional. Han pasado dos años y la producción que ha ido saliendo de Aires del Apartadero ha encontrado "muy buena aceptación en el mercado", en concreto en pequeños comercios ecológicos. "Hay más demanda de la que puedo ni quiero abarcar", dice, recalcando las líneas maestras de su filosofía vital: trabajar para vivir, porque "más allá de la finca hay mucha vida" y también porque es la mejor forma, argumenta, de mantener la pasión por lo que hace.

El origen del nombre de la empresa

La empresa creada por Lydia Domínguez toma su nombre de la calle que transcurre junto a su explotación, El Apartadero, pero esta denominación encierra "un significado más profundo", explica. Así, simboliza la distancia respecto a la ciudad, donde "hay tantas distracciones", y un acercamiento a la naturaleza "de la que vienen nuestros antepasados" y que, para ella, tiene unas propiedades "medicinales". Esta agricultora se ha propuesto "contagiar el amor y la sensibilidad por la agricultura". "He encontrado mi sitio", afirma, satisfecha.

Pese a la todavía corta vida de su proyecto, Domínguez alberga planes para ampliar su alcance. Algunos son de aplicación inminente: tiene contactos con un turoperador interesado en organizar visitas de turistas a la finca, donde participarán en actividades como la recolección de la frambuesa, el aprendizaje del entorno -diferenciando los frutales y plantas e identificando sus propiedades- o la deshidratación de alimentos. En definitiva, se trata de que "se impregnen de lo que se respira aquí".

Lo que se respira es paz y una relación estrecha con la naturaleza, pero también las posibilidades que el mundo rural ofrece para generar economía y empleo y forjar alianzas con otros profesionales que trabajan en el mismo entorno. Aires del Apartadero prevé elaborar mermeladas con verduras cultivadas por agricultores de la zona -ya ha empezado a hacerlo, de hecho-, alimentos deshidratados o galletas y bombones rellenas de frambuesa.

Domínguez cuenta que presentó su candidatura a los Premios Mujer Rural "a las 23:59 del último día del plazo", por lo que descartó que pudiera ser una de las galardonadas. Cuando le comunicaron que había recibido el tercer premio de la categoría Excelencia a la innovación en la actividad agraria, tuvo la sensación de que "no era real". "Creo que todavía no he sido capaz de asimilarlo del todo", confiesa. Ha acogido el galardón como "un impulso" y también como una reafirmación en uno de sus principios, el que la lleva a "no seguir lo estadísticamente correcto, sino lo que uno siente".

El ejemplo de otras mujeres

La recogida del premio, en Madrid, le ha permitido conocer a componentes de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales y comprobar que "lo que te pasa a ti les pasa también a ellas". Domínguez anima a otras mujeres a dar el salto al mundo agrario y, aunque reconoce que "todavía cuesta", sostiene que "cada día hay más". "En mi entorno se asombran de lo que hago y muchas veces no se ven capacitadas, pero tienes que creer en ti", expone.

El segundo premio en la misma categoría en la que concurría Aires del Apartadero fue recogido por Laura Rubio y Raquel Hernández, de A3Ceres y Moringa Smile, que se desarrolla a caballo entre el municipio sureño de Guía de Isora y las instalaciones que el Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA) tiene en Valle de Guerra (La Laguna). Esta iniciativa empezó como un proyecto de investigación -en la que la ayuda de María del Carmen Jaizme, del ICIA, fue determinante- y ha terminado incluso por extenderse a África.

La moringa

La moringa es un árbol de pequeño tamaño originario de La India que está catalogado entre los conocidos como superalimentos debido a sus propiedades nutricionales y medicinales, explican. "Es muy completo y todas las partes de la planta se pueden consumir", apunta Rubio, mientras que Hernández remarca su alto contenido en magnesio y su contribución a reducir los niveles de glucosa. Moringa Smile abarca desde la mejora del cultivo mediante la investigación, hasta la comercialización sostenible, ecológica y respetuosa con el medio ambiente, y destina parte de sus beneficios a fomentar su consumo en distintos lugares mediante la colaboración con organizaciones no gubernamentales que actúan en los campamentos saharauis de Tinduf y en Madagascar.

La expresión la España vacía -o vaciada- se ha hecho popular en los últimos años, y es así porque responde a una realidad. "Esta ahí, existe", enfatizan. La idea de las promotoras de esta iniciativa es, en este sentido, "colaborar para evitar el abandono del sector agrícola mediante la introducción de una alternativa rentable, local y ecológica como es la moringa", así como contribuir a la diversificación de la agricultura en el Archipiélago y rebajar la dependencia del exterior que tiene la región en materia alimentaria, acentuada por la disminución que ha experimentado la superficie de cultivo en las últimas décadas.

"Una sociedad más desarrollada pide unos alimentos de más calidad, ecológicos y justos, pero no podemos comprar duros a cuatro pesetas. Hay que pagar los precios justos", advierte Raquel Hernández, apuntando a la necesidad de rentabilidad del sector si se aspira a que se mantenga y crezca.

Recibir uno de los galardones que entrega el Ministerio ha representado "un chute de energía", cuenta Laura Rubio, que admite que ambas se sintieron "abrumadas" ante la cantidad y calidad de los proyectos que optaban a los premios. El "impulso" que supone este reconocimiento viene muy bien, señalan, para recorrer "un camino difícil", como es el de mundo agrario en el Archipiélago.

Dificultades generalizadas

En cuanto a la situación de la mujer dentro del sector primario, las dificultades son generalizadas. "Es un patrón que se da en toda España, no pasa solo en Canarias. Esa es la razón de ser de los premios", indica Rubio. El paro en la agricultura es "muy alto", pero para el colectivo femenino lo es más aún. Proyectos como los que desarrollan ellas o el que lleva a cabo Lydia Domínguez, constituyen ejemplos de que el trabajo en el campo puede ser, independientemente del sexo, una alternativa digna para ganarse la vida y una herramienta para mejorar el entorno.

Solo 600 explotaciones compartidas en todo el país