Dylan Perera: el niño que esquivó su destino

El canterano lo tenía todo en contra para triunfar, ahí radica el mérito de un joven con una pierna izquierda que promete alegrías al tinerfeñismo

Dylan Perera.

Dylan Perera. / CDT

Dylan Perera (Santa Cruz, 2003) fichó por el CD Tenerife en categoría alevín tras pasar por el San José. Quemó etapas en la cadena de filiales blanquiazul hasta despuntar sobremanera en edad juvenil. Fue entonces cuando debutó con el primer equipo. Lo hizo en Copa del Rey, en la prórroga de una eliminatoria frente al Sestao River correspondiente a la temporada 20/21. Tenía solo 17 años. Ramis ya no volvió a acordarse de él.

Un despiste similar al que afectó a Garitano el pasado domingo, cuando tuvo al joven futbolista calentando en la banda durante más de media hora para acabar dándole entrada en el minuto 91 de partido. Dylan apenas pudo contactar con el balón. Imposible demostrar todo el talento que atesora.

Porque Dylan lo tiene. Su posición natural es la de mediapunta o tercer centrocampista. Un 10 de toda la vida, de esos que acarician la pelota cuando la llevan en los pies. Su bota izquierda ha sido la génesis de algunos de los goles más importantes del ascenso del Tenerife B. Para muestra, el de falta directa que anotó en el campo del Herbania en una victoria clave (1-2) para el feliz desenlace del equipo comandado por Mazinho. Alguien que le conoce bien avisa, «es una locura, un espectáculo». «Cuando lo pongan, si lo ponen, y agarre la pelota... la gente va a alucinar con este chico».

Esta temporada, precisamente, ha dado un paso adelante. Ha mejorado notablemente en el apartado físico (trabaja con un preparador personal) y se ha convertido en un jugador más competitivo. Ya no solo brilla con el balón, también trabaja para el colectivo.

«He podido debutar en el club de mi tierra, en el equipo de mi vida, y no puedo estar más contento», aseguró el prometedor futbolista después de su breve aparición en El Plantío.

Dylan se crio en Santa Clara con sus abuelos, que pusieron todo de su parte para que a su nieto no le faltara de nada.

Perera es de esas personas que parece tenerlo todo en contra, reunir el cóctel perfecto de condiciones sociales para acabar tomando todas las malas decisiones posibles y terminar siendo esclavo de sus propias circunstancias. Por eso tiene tanto mérito que se haya mantenido en el camino correcto. «Nadie sabe por lo que ha pasado este chico, pero es que encima es un niño excelente, un trozo de pan», dicen en su entorno.

Cometió algunos errores, los normales en cualquier adolescente y casi inevitables en un joven en su situación, pero nunca perdió de vista el objetivo del que sigue siendo su sueño: dar el salto al fútbol profesional con el escudo que ama en el pecho.

Así, en su mejor momento –no solo en el aspecto deportivo–, Dylan llama ahora con fuerza a la puerta del primer equipo. Lo hace con la esperanza que se le abra. Su temporada con el filial y su compromiso intachable con el representativo atestiguan no solo que está preparado, sino que es digno merecedor del premio de poder demostrar de lo que es capaz.

Suso Santana y Dylan Perera.

Suso Santana y Dylan Perera. / CDT

Suso Santana, el ángel de la guarda que se cruzó en el camino de Dylan

El nombre de Dylan ya suena con fuerza en el entorno tinerfeñista, pero casi nadie conoce el vínculo que le une con Suso Santana, una leyenda blanquiazul. Fue Suso quien lo recomendó a Sesé Rivero cuando, con apenas 11 años, el de Taco se enamoró de uno de los niños que acudía a su campus de verano. Había un chico que era diferente a todos los demás. Era muy especial. Dylan encontró en Suso el espejo en el que mirarse. Aunque no tengan vínculos de sangre, son parte de la misma familia. Perera ha comido en la mesa del eterno capitán, ha visto fútbol en su sofá e incluso ha pasado horas con Thiago, el más pequeño de los dos hijos de Santana y quien, por cierto, pese a su corta edad, apunta muchas maneras. Por todo eso para Dylan fue tan especial coincidir con Suso, la persona más influyente de su vida –y no hablamos solo de fútbol–, el día de su debut con el primer equipo. Al final del partido, ambos posaron orgullosos. El maestro, del aprendiz, y al aprendiz, del maestro al que tanto admira. | L. C.