CD Tenerife

Álvaro Romero: fe, arte y sacrificio

La victoria de Riazor deja el primer gol del andaluz, que ha dejado atrás la lesión más grave de su carrera: «Ha visto la luz al final del túnel», describe su agente

Álvaro Romero, en sus inicios.

Álvaro Romero, en sus inicios.

Mucho arte, amor propio, sacrificio y haber aceptado que había que «sufrir para volver». Para Álvaro Romero Morillo (Sevilla, 1996), marcar el miércoles en Riazor fue «ver la luz al final del túnel». Quien así lo explica es Alfonso Botello, su agente y hombre de confianza, que vivió en la distancia y por la señal de la radio la eclosión definitiva del 19, la liberación monumental que para el sevillano supuso anotar en La Coruña y pasar definitivamente la página más amarga de su carrera deportiva.

Romero se había lesionado de gravedad varios meses atrás. El diagnóstico trajo consigo primero lágrimas, luego desolación y por último la aceptación de la situación. «Rotura de ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda». Las palabras del doctor tuvieron el mismo eco triste que el del impacto de la rotura. «El dolor fue inmenso, pero todo salió bien». La intervención fue el 10 de abril en el hospital Fátima de Sevilla, la costeó el propio futbolista y a las pocas horas se personó en la habitación Juan Guerrero, consejero del Tenerife. Era la confirmación de que el club no le iba a dejar atrás, la señal definitiva de que el representativo iba a cumplir su palabra.

Con contrato para tres años, la comisión deportiva nunca tuvo dudas con el talento innato de Álvaro, que había hecho diabluras con el balón allá donde había ido. Su idilio con el esférico comenzó a los cinco años en el polideportivo Alcosa de Sevilla y ya entonces demostraba ser «diferente» al resto. Lo vio el Nervión, y lo firmó. Tanto era el entusiasmo de Romero que llegó a jugar hasta tres veces por semana con equipos diferentes. «Con el de Preferente, el de liga nacional y el primer equipo».

Llevar el balón a la red y celebrar goles como el de Riazor no es una experiencia nueva para el andaluz, que fue a Cáceres a jugar con el Diocesano y ya entonces se erigió pichichi. «Y eso que jugaba de extremo o segunda punta», recuerda su agente. Su facilidad para el gol la exhibió también en el CD Azuaga, en Tercera: «20 tantos, numerosos penaltis y asistencias», atestigua la estadística.

Era muy joven pero empezaba a adivinarse que la magia de Álvaro estaba llamada a lucir en escenarios mayores. Llamó la atención del Arenas de Getxo -le entrenaba Jon Pérez Bolo- y solo en la primera vuelta ya vio puerta cuatro veces. Su próxima estación sería el histórico Real Murcia -pagó 25.000 euros por su traspaso- pero nunca le dio la confianza suficiente y acabó cedido. Al Jumilla. Fue una de tantas estaciones hasta hallar su oportunidad definitiva, que se la ha dado el Tenerife.

Dando tumbos pero sin perder la ilusión, los años más duros para Álvaro fueron por la falta de confianza del Real Murcia, que derivaron en su paso por Badajoz, Extremadura y Unionistas. Y al fin, Algeciras. Que su talento no tenía límites lo iba a demostrar a lo grande en Primera RFEF, donde su olfato para el gol y su intuición para la asistencia llamaron poderosamente la atención del Tenerife. «Lo llevábamos siguiendo mucho tiempo», asegura el consejero Guerrero, crucial en su fichaje. «Un futbolista que te hace esos números en la tercera categoría del fútbol nacional, confiábamos en que despuntara tambien en Segunda», completa Mauro Pérez.

Y para viajar de las palabras a los hechos, un gol en Riazor para cambiar su historia. «Tiene mucho valor porque venía de jugar solo 90 minutos en tres partidos», explica su agente. «Va a ser muy importante a nivel mental, le ayudará a quitarse algo de presión le será de gran ayuda para coger confianza», aduce. Las secuencias felices del miércoles, sus lágrimas de emoción tras marcar, la emoción en la sala de prensa en el abrazo con Sergio González, las palabras y la felicitación del míster, el encuentro con el consejero Guerrero... Todo lo que ocurrió fue extraordinario para él. «Como agente lo veo como siempre, igual que el primer día, con mucha humildad, trabajo y sobre todo, con una mentalidad y capacidad de superación tremenda, que es lo que lo ha llevado al fútbol profesional», dice Botello, aún a sabiendas de que el partido de Riazor fue fronterizo. Un antes y un después para un futbolista con arte.

«Él siempre había jugado más como extremo. Es en la temporada 20/21 cuando empieza a hacerlo más por dentro y a ubicarse cerca del gol. Es ahí donde realmente empieza a hacer números». Y si aquel curso fue clave, más va a serlo éste. «Va a dar mucho», pronostica su agente. Ayer, de vuelta a casa, su felicidad ya era la de todos. El artista del vestuario vuelve a sonreír.