Y en la Copa, una golosina. El cruce de esta mañana en Riazor (11:00 horas) retrotrae al aficionado a los tiempos más gloriosos de Tenerife y Deportivo, dos clubes que ansían reverdecer viejos laureles y volver por donde antaño solían. Hubo un tiempo que ambos equipos escribieron con letras mayúsculas los episodios más trepidantes de la historia del fútbol nacional. Hasta tres ligas se decidieron en sus respectivos estadios. Fueron jueces del campeonato pero también la representación de la clase más irreverente y osada de LaLiga, el mascarón de proa del desafío a los más grandes. Lo hicieron desde presupuestos inicialmente austeros y localizaciones periféricas. Javier Pérez y Augusto Lendoiro lideraron aquella revuelta de los modestos que les erigió en mucho más que animadores de la competición; no es que pudiesen ganarle a cualquiera, es que lo hacían. Y así volaron a Europa.

Hoy la realidad de ambos es muy distinta a la de entonces, más deprimente la del Dépor, que busca salir cuanto antes de las catacumbas del fútbol, anclado a una categoría que no le pertenece ni por afición (28.000 socios), ni por historia, ni por estadio. Con el sueño de volver a Primera en la carpeta de asuntos pendientes, el partido de esta mañana es un pasaporte para disfrutar de las mieles del fútbol de oro aunque fuera solo por un día. Dicho de otro modo, quien gane se las verá seguro con un equipo de la máxima competición en su propio feudo. Inmejorable regalo de Reyes, pues el cruce sería el 6 o 7 del primer mes del año próximo.

En cuanto al Tenerife, tal vez la Copa pudiera considerarse estorbo si la mala racha liguera hubiese tenido continuidad en Elda. Pero cortada la sequía (de goles y puntos), el representativo comparece en Riazor con las energías renovadas y la intención de alimentar todavía más el casillero de la autoestima. Garitano hará cambios –como es lógico en esta competición– pero optará seguro por un once competitivo. Nombres como los de Sergio, Loïc, Teto o Elady están llamados a tener protagonismo en un duelo donde las propias normas del torneo limitan la opción de dar promoción a jugadores del B (ver caso del Granada, apeado a las primeras de cambio por alineación indebida).

La composición de la convocatoria ya anticipa algunas de las decisiones previstas por Asier para este partido. Primero que nada, apartó del largo viaje –aunque en vuelo directo– al renqueante Luismi, alistó del filial a aquellos que pudieren tener la opción de jugar en La Coruña hoy y advirtió en público de que algunos de los que participaron en Elda tal vez repitan en La Coruña. Ganar permitiría agrandar el escaparate para los menos habituales (Tomeu Nadal), pero el partido es también una oportunidad para dar rodaje a quienes más lo necesitan (Álvaro Romero y el canterano Pablo Hernández) y para regalarle a la afición un duelo contra un Primera y una fiesta justo después de las vacaciones.

La Copa no es prioridad absoluta, pero vale la pena competirla. Y disfrutarla. Hay muchos motivos para tomársela en serio.