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Otra manera de perder

Tras la derrota anterior en un final frenético ante el Mirandés, el Tenerife vuelve a caer, esta vez frente a un Almería superior en la segunda parte y en una noche horrible de Sipcic l Gallego, sustituido por una lesión

Sadiq deja atrás a Nikola Sipcic para encarar a Juan Soriano y marcar el segundo gol del Almería. LaLiga

Hay derrotas y derrotas. La de la jornada pasada ante el Mirandés dejó helado el Heliodoro. El Tenerife tenía la ventaja y el control, y en cuestión de 10 minutos se vio por detrás en el marcador, ya sin margen para reaccionar. Ayer tampoco sumó. Hasta cierto punto y por momentos, como en el ejemplo anterior, llegó a merecer añadir algo positivo a su clasificación. Quizás no el triunfo. Recuperó el equilibrio que le faltó en el vertiginoso final del encuentro de hace apenas seis días, aburrió con su solidez al equipo con más goles de la categoría, el Almería, fue competitivo y trató de dar algún que otro zarpazo. Pero también tuvo un tramo, ya en la segunda parte, en el que se vio superado por un rival al que le sobra calidad en ataque. En nada encajó dos goles y, aunque el VAR le otorgó una oportunidad para reengancharse, terminó cediendo en una noche para olvidar de Nikola Sipcic. El central serbio no solo cometió el penalti con el que se adelantaron los locales, sino que sentenció con un autogol.

Por partes. La visita al Juegos del Mediterráneo, atractiva por medir las fuerzas de dos conjuntos situados en la zona de promoción, dejó noticias desde el inicio con la alineación blanquiazul. Si Ramis había echado en falta un mayor equilibrio en el partido ante el Mirandés para no propiciar transiciones, resultó lógico que quisiera dotar al equipo del oficio de Aitor Sanz, aunque para ello tuviera que renunciar de entrada al factor diferencial en ataque de Shashoua. No se puede tener todo. Y en un encuentro como el de ayer, a lo mejor convenía cohesionar aún más el armazón defensivo. Aitor y Míchel en el medio con Alexandre por delante. Doble ración de veteranía y un punto de empuje. En teoría, una combinación de plenas garantías y puede que con mucho recorrido. Eso sí, por etapas dio la impresión de que no había un líder claro en el centro. Míchel no mostró esa faceta como en anteriores ocasiones y terminó siendo sustituido (58’) para que Corredera retrasara su posición y se pusiera a la altura de un Aitor que no jugaba desde la primera jornada, en Fuenlabrada.

Pero el plan de Ramis sufrió pronto una alteración. Enric Gallego, el delantero titular, el imán que debía atraer un juego ofensivo condensado en la salida rápida al contragolpe, tuvo que pedir el cambio al cuarto de hora. Aguantó en el césped cuatro minutos con un fuerte dolor en el tobillo derecho sufrido en una caída junto a Chumi cuando trataba de hacerse con el balón dentro del área local. Los tinerfeños pidieron penalti, pero ni Ávalos Barrera ni Areces Franco, en el VAR, encontraron motivos para darles la razón. El ariete catalán hizo lo que pudo para continuar en el partido. Cojeó un rato, se probó. Pero no tuvo otra opción que sentarse en el césped y pedir su sustitución. El técnico no optó por un relevo natural, es decir, por otro futbolista de similares características, como Ethyan o Manu Apeh. Se decantó por mover a Elady de la banda izquierda al área y cubrir el costado vacante con Rubén Díez. Sin el gallego, la pauta a seguir fue la misma, aunque no fuera igual conectar con un especialista como Enric, con su 1,90 de estatura, que con Elady. Pero el extremo jienense sirve para todo y asumió la responsabilidad tirando del carro en ataque, peleándose con los defensas, rematando de la manera que fuera y a la mínima oportunidad.

Faltó una llegada limpia, una ocasión clara. Tampoco las tuvo el Almería en el primer tiempo. Ahí estuvo el mayor mérito de un Tenerife que supo apagar el potencial de un rival que no encontraba el camino. Basculaba, lo intentaba por las bandas, insistía con la apuesta segura de enviar balones a Sadiq, siempre dando sensación de peligro, pero los tinerfeños no mostraban fisuras. Se sentían cómodos enfriando un partido que avanzó con un ritmo lento, sin que pasaran cosas relevantes en las áreas. Aún así, los de Ramis asomaban de vez en cuando demostrando que no querían firmar el empate. Alexandre probó suerte en una falta directa, Elady cabeceó forzado y demasiado alto, el mismo jugador no acertó a definir al recibir un buen pase de Mellot... En cambio, el Almería tuvo que esperar a los minutos finales del primer tiempo para sacar las garras. En el 40’, Portillo puso a prueba a Soriano, y en el 46’, Ramazani tiró cruzado tras colarse en el área. Un par de avisos de lo que estaría por llegar después del descanso.

Y es que el Almería volvió al césped más decidido, dispuesto a agitar un partido que evolucionaba en contra de sus intereses, muy denso. Le metió más ritmo al juego y fue más agresivo. Todo eso se empezó a notar con una mayor presencia de los rojiblancos cerca del área tinerfeña. Ramazani tomó la iniciativa, Centelles disparó desde fuera del área... Fueron minutos de apuros, comparados con los anteriores. Ramis debió notar que algo no funcionaba y dio entrada a Shashoua y Apeh por Míchel y Mollejo. Ese giro no dio resultado. Corredera, que había bajado para suplir a Míchel, perdió un balón que le llegó a Sadiq en el área, vía Ramazani. El nigeriano fue derribado claramente por Sipcic antes de que chutara a puerta. El penalti, con una interminable paradiña, no lo desaprovechó Ramazani (71’). El Tenerife estaba en desventaja por primera vez en toda la Liga (el segundo gol del Mirandés no cuenta porque no se jugó nada después). Fue un golpe que acusaron los de Ramis y que impulsó aún más a un Almería que ya se sentía superior. Enseguida volvió a aparecer Sadiq para dejar su sello con un golazo. Tras recibir un pase de Curro, superó en la carrera a Sipcic y batió a Soriano con clase. El 2-0 en el minuto 74 tenía pinta de definitivo.

Quedaba poco y el Tenerife, ya sin nada que proteger, se resistió a dar por perdido el encuentro. Shashoua cogió la bandera y procuró hacer de las suyas en el área almeriense. Su chispa mantuvo con esperanzas a los blanquiazules, sobre todo cuando el VAR intervino para avisar al árbitro de la existencia de un penalti por manos de Centelles que ni siquiera habían pedido los jugadores. Pero a caballo regalado... Sam no se lo pensó dos veces y le puso emoción a la recta final del encuentro. Por unos instantes, el empate estuvo en las botas del Tenerife; de Shashoua, para ser más concretos. El inglés cruzó demasiado un disparo raso (83’). Fue el último tren.

Poco después, en un contraataque de los locales, Pozo metió el balón en el área y Sipcic redondeó su noche horrible con un autogol. Con el Tenerife entregado, el Almería pudo ampliar todavía más la renta. Arnau y Lazo no acertaron y Soriano evitó el cuarto con un paradón ante Dyego Sousa.

En cuestión de seis días, el Tenerife pasó de mirar con orgullo su racha de cinco jornadas sin perder a enlazar dos derrotas. Mejor imagen que resultados. Cosas del fútbol. Y ahora, visita al Huesca.

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