El Tenerife es esa película de Netflix que no le recomendarías a un amigo porque es lenta en la exposición y el nudo, pero que acabas diciendo que se deja ver porque tiene desenlaces en los que pasan cosas importantes. Son siete ya los partidos que lleva sin perder en el Heliodoro y varios de ellos los ha resuelto, como el de este domingo contra el Albacete, en el último tramo. Casi siempre a empujones, con más intención que buen juego, pero con un alma competitiva que invita a mirar hacia arriba explorando cualquier opción de soñar en este tercio definitivo del Campeonato.

En esta ocasión fue Álex Muñoz el que se vistió de héroe. Lo hizo, marca de la casa, con dos golazos por la escuadra de Tomeu Nadal que impidieron que el encuentro quedara finiquitado como el guión parecía preestablecer: sin goles para demostrar las carencias de ambas escuadras. La visitante, metida en el fondo de la clasificación y con escasos argumentos para salir de ahí. Y la local, en tierra de nadie, pero con carencias para convertirse en un aspirante real. Ocurre que están empeñados los insulares en romper con ese cliché. Aunque el traje no sea bonito, acaba siendo útil.

Luis Miguel Ramis se ha abonado a cambiar su once inicial en busca de redondear la fórmula de juego de su equipo, adaptándola cada semana al rival que tiene enfrente para contrarrestar sus virtudes y buscar la manera de hacerle daño. Contra el Alcorcón y el Zaragoza no le salió bien del todo el plan A. El de este domingo, contra el colista Albacete, pasaba por restar un delantero para que Gio Zarfino hiciera las veces de un Bryan Acosta en la época de Etxeberria. Situado en la media punta, como punta de lanza de la presión y tratando de aprovechar su innata capacidad para la llegada. Se le vino un poco abajo el asunto sin Álex Bermejo, baja en el calentamiento. Porque con Nono, Vada y el uruguayo no tuvo imaginación.

El asunto se vio desde el arranque. Con balón, los blanquiazules fueron pura impotencia. Aun intentando meterle ritmo, lo que hicieron fue pecar de precipitación y perder muchos balones. Incluso en la salida, algo prohibido por su técnico. En una de esas pérdidas llegó la tarjeta tempranera a Shaq Moore. Cedric (8’) y Ortuño (13’) iban a dar los primeros avisos. Menos mal que al Albacete no lo llamó Dios por el camino del acierto en el remate. Pero poco después el que tuvo que intervenir fue Dani Hernández, rechazando un remate forzado de Fuster desde el punto de penalti (16’).

El susto pareció espabilar al cuadro insular, que empezó a encontrar a Álex Muñoz sobre todo en alguna salida por el sector zurdo de su ataque. Con Zarfino perdido y Fran Sol desconectado, el partido pedía a gritos que aparecieran Nono y Vada en los pasillos interiores. Pero la buena presión manchega impidió que estos dieran continuidad al juego. Es más, sin balón también siguió llegando el Albacete. Así la tuvo Cedric, en otra pérdida en la salida. Su disparo, demasiado cruzado, no encontró portería tinerfeña (23’).

Las llegadas se fueron equilibrando o, más bien, fueron desapareciendo. Con la posesión, algo en lo que no se siente precisamente cómodo el equipo de Ramis, fue pasando el tiempo. Sin remates, sin centros peligrosos, sin llegadas que reseñar. Encaminarse a los vestuarios con un 0-0 que pudo ser peor fue la noticia más respetable de los 45 primeros minutos para el Tenerife. Pero también la más preocupante. Había mucho que arreglar. Era inevitable encontrar similitudes con la visita que el Alcorcón rindió 14 días antes al Heliodoro. Entonces fueron los cambios de Ramis los que variaron la fea decoración que se daba hasta el descanso.

A diferencia de ese día, ya hubo movimientos en el arranque de la segunda parte. Ramón Folch y Kakabadze sustituyeron a Javi Alonso y Shaq Moore. El uno para darle mayor presencia al centro del campo, el otro para proteger al amonestado estadounidense. Las intenciones se plasmaron nada más dar el colegiado el pistoletazo de salida. Vada ejecutó el primer remate, a centro de Álex Muñoz (48’). Fran Sol fue el siguiente, con un balón que tuvo el mismo origen que el anterior (50’).

Se jugaba más en campo manchego, pero faltaba claridad. La buscó Ramis con Germán Valera primero y con Shashoua poco más tarde. Pero el partido avanzaba hacia su recta final sin sustos para Tomeu Nadal. Mientras, el Albacete comenzaba a valorar el punto como un botín aprovechable. Ya no salía, casi no inquietaba. De hecho, tiró un solo contragolpe en toda la segunda parte. Dani Hernández fue un espectador.

En el fútbol combinativo seguía siendo incapaz de generar acciones de peligro, pero entre la mera presencia de atacantes y la estrategia como alternativa, el Tenerife albergaba esperanzas de evitar el 0-0 final. Wilson remató desviadísimo en un rechace después de la salida de un córner (75’). En otro balón lanzado desde la esquina llegaría la solución a todos los males. Fue una jugada ensayada en la que Álex Muñoz tuvo dos intentos. En el segundo, fusiló a Tomeu poniendo el balón en la escuadra derecha de su portería (86’).

Los de Alejandro Menéndez, que ya veían la orilla, se hundieron. Y el Tenerife mantuvo el bloque alto para defender lejos de su portería los últimos minutos. Así pudo llegar el segundo. Otra vez el laboratorio de Ramis, esta vez en una falta, que acabó en las botas de Álex Muñoz. Este administró la segunda dosis para vacunar a un rival entregado (92’).