Baloncesto

Charo Borges y su deseo de que el pasado nunca se pierda

La exjugadora tinerfeña, primera internacional canaria, publica 'Memorias de una vieja gloria', un relato de sus vivencias deportivas de hace medio siglo

Charo Borges, con su libro, en un parque de Santa Cruz.

Charo Borges, con su libro, en un parque de Santa Cruz. / Andrés Gutiérrez

Apenas unos días después de haber cumplido los 76 años, Charo Borges puede considerarse ya escritora de facto. Con Memorias de una vieja gloria la exjugadora cumple a la perfección su intención de rescatar y dejar patente sus vivencias como baloncestista. Un relato, en primera persona, de unos albores cestistas femeninos en la Isla de los que apenas han sobrevivido datos.

Una distendida conversación con Charo Borges es como abrir de par en par una enciclopedia de anecdotarios y datos de suma precisión. Sobre todo de aquellos que ella misma cuenta en Memorias de una vieja gloria, la publicación, a modo de libro, con la que a sus 76 años se estrena como escritora la que puede presumir de haber sido la primera canaria en jugar con la selección española femenina de baloncesto.

Una edición de más de 200 páginas en la que a Charo le ha sido imposible recopilar la totalidad de las vivencias por las que pasó mientras se dedicó al mundo de la canasta. Imposible porque en su mente se conserva hasta el más mínimo de los detalles. Por antiguo, rebuscado e insignificante que sea. Y es precisamente, como si a modo de prevención se tratara, por lo que ve la luz, en forma de libro, Memorias de una vieja gloria.

"La razón principal de todo esto es el alzheimer; me impresiona una barbaridad esa pérdida de memoria. Por eso decidí abrir primero un blog y luego pasarlo todo al papel; por si un día pierdo la cabeza, poderlo leer", reconoce Borges, que también espera que su obra sea un legado, "para los que vienen detrás", de cómo empezó a evolucionar el baloncesto en Tenerife.

Licenciada en Bellas Artes y profesora de la materia durante más de cuatro décadas, Borges aprovecha este escrito para contar sus andanzas deportivas durante más de una década, pero también para "matar un poco el gusanillo" de su "profesión frustrada", ya que en su día pasó "la prueba de ingreso al ciclo superior" y que hasta cierto punto lleva "en la sangre", ya que su padre la ejerció. "Me encanta escribir y lo hago prácticamente todos los días. La puerta a otra publicación queda abierta, sí", comenta la chicharrera.

Por lo pronto, en este "detallado relato cronológico" como estreno literario habla de su gran pasión, el basket. Ese deporte que de primeras no le llamó la atención, hasta el extremo de que, mientras probó con el balonmano, hasta le "hacía gracia". "Mis compañeras, durante los entrenamientos con Pancho Monje, me parecían ridículas", reconoce.

Charo Borges.

Charo Borges. / Andrés Gutiérrez

No fue hasta los 15 años, en las Dominicas de Santa Cruz, cuando Charo se decantó por el baloncesto para ya no abandonarlo durante tres lustros más. Pasó por el Hogar Escuela, luego el Disbon Disa, el OM Tenerife, el Medina Santa Teresa y, finalmente, el Tenerife Krystal, con el que se retiró al término del ejercicio 76/77. Por el camino, fue citada, en 1971, por la selección española absoluta. Nunca antes una canaria había vestido la equipación rojigualda. "Se puede decir que en ese momento era la rara y la exótica de las convocadas", añade al respecto.

Fuera de los focos de la máxima categoría y también alejada en lo geográfico, cree Borges que su "carácter" y sus peculiares cualidades baloncestísticas fueron las razones por las que el técnico Josep Lluís i Cortes se fijó en ella para llamarla con la selección. "Por un lado era una jugadora muy peleona, y pese a que solo medía 1,68 sabía bloquear muy bien y casi no me quitaban un rebote; al principio, llegué a jugar muchos años de pívot. Luego hasta fui escolta, pero mi puesto natural era el de alero, entonces llamado extremo izquierdo, porque además era casi ambidiestra", explica la tinerfeña.

También destacó Borges por un movimiento extraño en su época... al menos para las féminas: el tiro en suspensión. "Lo descubrí en un curso por parte de Antonio Díaz Miguel, que hablaba de tres movimientos: parar, saltar y soltar. Al día siguiente llegué al entrenamiento y empecé a hacerlo una y otra vez. Hoy hubiera sido como un meme. Mi entrenador, Jerónimo Foronda, se sorprendió, pero luego me ayudó y me puso de ejemplo cómo lo hacía Brabender", recuerda Charo, que lamenta que "apenas haya jugadoras en la actualidad que pongan en práctica este estilo de tiro". "La única a la que se lo he visto hacer bien y de forma habitual es a Cristina Ouviña", puntualiza.

Resalta también, Charo, entre sus habilidades, "los 50 centímetros en salto vertical" que poseía en parado, así como su "rapidez y movilidad". Pero si hay algo que Borges pondría en un lugar de honor de su juego, sería la defensa. "Me molestaba que solo me valoraran por lo que hacía en ataque, aunque es cierto que en algunos momentos puede ser un poco tragona", admite sin pudor. "Pero pienso que defendía bien y eso es algo que por ejemplo reconoció la también jugadora de la selección Neus Bertrán, al admitir que temblaba cada vez que sabía que la iba a marcar", rememora la ex internacional por España.

Adelantada a su tiempo, Borges considera que podría "tener cabida" en el baloncesto profesional de hoy en día, una modalidad que ha "cambiado muchísimo, sobre todo en lo físico". "Y yo ahí era muy poderosa, siempre disfruté con la preparación física y le saqué partido", apunta, y si bien no es amiga de ponerse en supuestos como el citado, sí admite que envidia "esa posibilidad que tienen ahora las profesionales para jugar en distintos países extranjeros y aprender idiomas".

“Lo de Rubiales me pareció horroroso”

En medio de la vorágine que se ha generado por el beso de Luis Rubiales a Jenny Hermoso, Charo Borges expresa una opinión meridiana. "Creo que un cargo tan alto, y más todavía un presidente de una federación nacional, debe ser exquisito en su relación con sus representados. Y para mí se pasó", comenta de entrada sobre este asunto. "Pero lo que menos me gustó de su gesto fue la sujeción de la cabeza de la jugadora. Me pareció horroroso y fuera de lugar por completo; sin el más mínimo respeto. Por mucho que hubiera una buena relación, las formas hay que guardarlas para dar ejemplo", añade sin tapujos.

Situación discordante que, por fortuna, no le tocó vivir en sus tiempos a la propia Borges. "El peor recuerdo que tengo en ese sentido es como un entrenador me chillaba porque me exigía más que a ninguna. Estuve casi anulada por su culpa, porque en cualquier movimiento que hiciera enseguida mi cabeza buscaba su aprobación", resalta la exjugadora, dejando claro que el técnico en cuestión "no era [Jerónimo] Foronda".

De aquella época, Charo solo recuerda escuchar de varios jugadores su intención de "ir a verle las piernas a las niñas", o la enorme diferencia en el trato salarial que ya existía entre los hombres y las mujeres. "Cuando fui a la selección nos dieron 800 pesetas en total por los ocho días que estuvimos concentradas, cuando los chicos se llevaban 1.200 diarias". "Creo que todo esto que está sucediendo ahora “puede servir para que se tenga más en cuenta a la mujer", añade a modo de deseo.