Los felices años 20 de Máximo Huerta

El autor valenciano ‘dibuja’ con maestría las claves de su última novela en El Sauzal

«Para disfrutar, a veces, hay que olvidar», apuntó sobre una trama que destila vida

J.D.

Al Máximo Huerta (Buñol - Valencia, 1971) que un día nombraron Ministro de Cultura nos faltó tiempo para conocerlo, pero el escritor se ha reivindicado como un buen contador de historias. El entramado de su última novela, ‘París despertaba tarde’ (Planeta), se lo explicó ayer en vivo a las personas que llenaron el Centro Cultural de Ravelo. Hoy al mediodía repite faena en Granadilla de Abona.   

Hace tiempo que no queda rastro del exministro. Máximo Huerta pasó página de su efímera aventura política en la élite nacional y ahora su única apuesta son los libros. Los que escribe él, como es el caso de París despertaba tarde (Planeta), y los que aconseja con el altavoz que cuenta las historias que ocurren en su tienda. No la que un día abrió en París, sino el negocio que siempre quiso tener en su Buñol natal (Valencia): la Librería de Doña Leo. De las dos cosas habló ayer en el Centro Cultural Ravelo, con todo el aforo completo, y lo volverá a hacer hoy, a partir de las 12:00 horas, en el Auditorio Siec San Isidro (Granadilla de Abona). El escritor no paró de recibir señales de cariño en cuanto se dejó ver por el número 10 de la calle Hoya de la Viuda. Nada que ver con la pérdida emocional que Alice sufre en los capítulos del libro que este fin de semana trajo a la Isla al responsable de Adiós, pequeño, título con el que conquistó el Fernando Lara (2022).

El novelista dedica un libro a una lectora en Ravelo. | | M.P.

El novelista dedica un libro a una lectora en Ravelo. | | M.P. / J.D.

El «observador» de historias

El Barco de Papel (El Sauzal) hizo posible un encuentro del que no hace falta que les cuente que ellas ganaron por goleada. Y es que el fuera uno de los rostros más populares de los Informativos Telecinco lleva una década y media explorando con éxito distintas veredas literarias. «Soy una persona muy observadora», reveló en una de sus primeras frases sin poder ocultar más una confesión. «Una mujer me contó que pasó un cáncer en El Sauzal y ésa es la mejor prueba de que todos los que estamos aquí podemos tener una novela», abrevió antes de empezar a desgranar las claves de París despertaba tarde. «Esto no es una segunda parte», destacó en referencia a Una tienda de París. «Tampoco una continuación, las segundas partes son raras y lo único que he hecho es recuperar a Alice porque sé lo que piensa, cómo camina, los pintores para los que posó desnuda», enumeró en clara alusión al epicentro de la trama.

Máximo Huerta no pronunció ni una sola palabra de su pasado ministerial. No tocaba. Estuvo centrado en sacar brillo a los maravillosos años 20 del siglo XX. Habló de excesos y de pobreza con una abrumadora naturalidad y, sobre todo, sacó un buen puñado de sonrisas a los asistentes. Uno de esos momentos, por ejemplo, estalló al apuntar que prefiere el twist al reguetón o que las mujeres comenzaron a sentir lo que era la libertad cuando los hombres marcharon a la guerra. Hipnótico.

Ésa era la sensación que vivieron los asistentes [sentados sobre un número como si estuvieran esperando turno en la charcutería] que aguardaban la rúbrica de un invitado que no paró de hablar de lujo, de escritores que pasean entre renglones, de las Olimpiadas de París 1924... También citó a la Librería de Doña Leo, un proyecto que estrenó hace un año y medio y que va como un tiro, igual de efectivos que los dos «gelocalites» que confundió con un par de títulos que recomendó a unos clientes para saciar su curiosidad lectora. Y es que los que se aseguraron un asiento en Ravelo disfrutaron oyendo cómo vivió y disfrutó Máximo Huerta, y con él Alice, los felices años 20.