Para la diosa de la radioterapia

Al Hospital Negrín y a todos los que colaboraron para curarme el cáncer de próstata

La doctora Marta Lloret muestra la réplica de Dámaso en el techo donde está uno de los aceleradores en el Negrín.

La doctora Marta Lloret muestra la réplica de Dámaso en el techo donde está uno de los aceleradores en el Negrín. / Yaiza Socorro

Pepe Dámaso

La enfermedad, el dolor, el sufrimiento... La Muerte... ¿Que si tengo esperanza de curarme del cáncer? La bata verde, mi cuerpo desnudo. ¿Cómo? Claro, tengo que tenderme y entrar en la máquina. Siempre me pregunté por la belleza de los aparatos. ¡Sí, cualquiera de ellos, hasta los domésticos! ¡Sí, tengo esperanza! Tengo frío de todo, de mi cuerpo. También del material con que está hecha la diosa de la radioterapia. ¡Qué interesante la belleza de su forma! Me admira ver cómo es esa forma hecha para curar. El diseño que surge de la propia necesidad de que nos cure. Entro como en un vientre. En un espacio vacío que me acoge. No me asusta.

Me voy quedando con la luz, con el rayo láser, con la perfección técnica de lo que me va a quemar. ¿Puedo preguntar por qué hay que quemar para sanar? Marcas en mi piel como una res. En el relax que me da el instante pienso en el herrero y el fuego cuando herraba a los caballos en Agaete. El hierro rojo penetraba hasta los huesos y surgía un olor especial de la carne quemada. ¡La herradura es un símbolo bello! ¡Un diseño de suerte! Me quedo en blanco pensando. No sé qué hacer. Miro al techo. Y veo un material tópico y estándar casi de aeropuerto. Busco en mi soledad de enfermo dónde agarrar mi pensamiento y sueño. No puedo. ¿Me permite? La precisión del veneno curativo que penetra se siente en el cuerpo. ¿Puedo hablarle? ¿Se puede hablar?

Veo en el techo frío, inhóspito, algo que no está, pero que persigo como cuando buscaba parecido en las nubes o la figuración en el salitre húmedo de las paredes. ¡Qué maravilla! ¡Cómo ha pasado el tiempo! ¿Hubo tiempo?

Veo mi cuerpo que sale y se desliza desde la entraña que me acogía, la máquina casi ficción que me vomita.

¿Había algo pintado en el techo? Es que vi flores, me abrazaba la Naturaleza mientras que el láser iluminaba mis células enfermas. ¿De verdad no habrá en la pared sobre mi cuerpo una abstracción refinada, pintada suavemente con colores bellísimos?

Confieso que me entretuve soñando despierto, inventándome formas, recurriendo a la Madre Natura, para encontrar un universo que viene del arte.

¿Cura la belleza?

Santa Cruz de Tenerife, Día de Todos los Santos,

Tenerife, 2008. Apertura del TEA