Concha Velasco: una estrella incombustible que tenía al teatro Guimerá en su hoja de ruta

La actriz vallisoletana tenía al Guimerá en su hoja de ruta

Era un espacio escénico en el que se sentía «como en casa»

Cientos de ciudadanos y personalidades políticas se acercan al teatro La Latina a despedir a Concha Velasco

Agencia ATLAS/ E. D.

Le gustaba actuar en Canarias, venir al Guimerá, pasear por La Laguna, recorrer paisajes naturales que amaba como una canaria más... «Soy de Valladolid, pero cuando piso las Islas me siento muy feliz», presumía cada vez que preparaba un estreno en Tenerife, el último en 2019.

La segunda vez que la entrevisté se «molestó» cuando sin querer ofender abrí un debate sobre su carácter incombustible. Eso ocurrió en septiembre de 2016, horas antes de estrenar en el Guimerá Reina Juana. La frialdad con la que recibió mi pregunta la puso en guardia y no tardó más de cinco segundos en replicar: «¿Usted le haría esa pregunta Robert de Niro, a Pepe Sacristán, a Lola Herrera a Núria Expert?», se interesó Concha Velasco. Yo le contesté que sí, que a Sacristán le comenté algo parecido en su última visita a la Isla. «¿Y qué le contestó Pepe?», incidió la vallisoletana. La respuesta no la tenía en la cabeza, pero lo que hablamos en los siguientes minutos la debió convencer porque la charla fue extensa. Así era Concha Velasco en el cara a cara: curiosa y directa. No le gustaban los atajos dialécticos y en cuanto algo le olía mal no tenía problemas en cortar la conversación. «Soy actriz, no una profesional de la cultura y tampoco me agrada regalar titulares», apuntó en cuanto se amansó una conversación que seguía de cerca el creador Juan José Cuco Afonso.

Cuco Afonso, un guanchero de largo recorrido en la dramaturgia nacional, conocía bien a Concha. Ella se lo llevó a Madrid en 1987. «Trabajé codo con codo durante cuatro años», comenta sobre una persona crucial en su carrera escénica: «Fue mi maestra, me llevó a Madrid y aprendí mucho a su lado y con Paco Marsó» [marido de la artista que revolución España con la historia de la Chica yeyé».

«Una mujer arrolladora»

Afectado por la noticia del adiós de su amiga, Cuco Afonso cree que el mejor homenaje que se le puede hacer hoy (por ayer) a Concha es contar lo que significaba tenerla en un escenario. «Era una mujer arrolladora, amante de su trabajo, con una enorme capacidad de sacrificio, una voluntad de hierro...», enumera como si le faltara tiempo para explica lo que representaba para él una «actriz irrepetible». Compañera de fatigas en sus primeros años en la capital de España –la labor del tinerfeño la conocía y apreciaba el maestro de escena José Carlos Plaza– consiguió enhebrar una amistad con ella que duró más de tres décadas: «Era un terremoto que se crecía frente a los retos imposibles», añadiendo que «para Concha Velasco el arte siempre estaba por encima de todo». De la representación de Reina Juana en el Guimerá [inicialmente sólo estaban programadas dos funciones, pero se sacó una tercera por la rapidez con la que se vendieron las entradas] recuerda el momento en el que le dedicó esa interpretación «a un amigo del alma». Ésa no fue la última vez que Concha Velasco pisó el teatro capitalino, en 2019 regresó con El funeral.

«Fue mi maestra, me llevó a Madrid y aprendí mucho a su lado y con Paco»

'Cuco' Afonso

— Dramaturgo

Cuatro años después de ganar el Goya de Honor Concha Velasco seguía defendiendo que «todo es cuestión de vitalidad», resumió en una entrevista concedida a este periódico en el patio de butacas del Guimerá. «¿Es muy bonito?», preguntó sin apartar su mirada del techo «se parece mucho al Leal... Estos espacios, pequeñitos pero acogedores, me hacen sentir como en casa», confesó justo antes de recordar a otra diosa del olimpo escénico: «Ingrid Bergman decía que ser feliz había que tener buena salud y mala memoria, pero yo me siento muy feliz teniendo una buena salud y una buena memoria», apuntó sobre la capacidad para recordar textos que grababa a fuego en su mente. «Le voy a contar algo que me cuesta mucho confesar», se sinceró una de las grandes damas de la escena nacional. «El éxito te puede matar; Hécuba me mandó a un sanatorio durante unos cuatro meses», contó la artista ajena aún a los dos años de estancia que iba a pasar en una residencia especializada de Madrid hasta que en las primeras horas de ayer se confirmó su muerte. «¡Adiós a la chica yeyé!», coincidieron en destacar los primeros mensajes luctuosos que afloraron en las redes sociales.

Quiso ser bailarina

En la penúltima visita oficial a Tenerife [a ella le gustaba decir que en cuanto tenía un «huequito» en su agenda se venía de incógnito porque estaba enamorada de sus playas, gastronomía, paisajes y de los canarios] reveló que de niña estuvo a punto de cambiar su destino tras recibir una beca para estudiar ballet clásico en Londres. «Fue una experiencia maravillosa, pero duró poco... En casa las cosas no andaban demasiado bien y Londres es Londres», sostuvo apretando sus dedos hacia arriba para dar fe de que los precios en la capital británica siempre han estado por las nubes. A partir de ese instante cambió el guión de su vida y entró de lleno en el mundo del espectáculo –debuta a los 15 años en el cine con un papel en la película La reina mora–, a pesar de que su madre no paraba de decirle estudia, estudia, estudia... «Era buena muy estudiante y, seguro, que habría hecho carrera pero enseguida vi que lo que quería ser era artista... Mamá quiero ser artista», insistía una y otra vez. Esta frase la persiguió como un mantra durante toda su carrera.

No era quisquillosa, pero no le gustaba dejar cabos sueltos. Si por ejemplo, alguien le preguntaba cómo se lo había pasando rodando más de un centenar de películas su respuesta era precisa y, en ocasiones, hasta algo cortante: «Exactamente 130, películas son 130», precisó en una conversación mantenida en la última semana de septiembre de 2016. «Se lo digo porque José Luis López Vázquez, Alfredo Landa y yo somos los actores con más películas en España», remarcó, esta vez, con una sonrisa socarrona que denotaba que se lo estaba pasando en grande. «Los actores somos como niños a los que nos permiten jugar con otras vidas... Y yo he jugado con muchas en la única que voy a tener», contó agradecida por seguir siendo «incombustible».

«Y dale con lo de incombustible», recordó sin poder evitar, esta vez, una carcajada que iluminó su cara, un rostro maquillado con sencillez que estaba dominado por el rojo intenso de sus labios. «Ya soy una señora mayor que hace los personajes que se corresponden con mi edad», justificó en un tiempo en el que el gremio se quejaba de la falta de oportunidades con los que lucían canas y no ocultaban sus arrugas. «Ser actriz es lo mejor que le puede ocurrir a una mujer en su vida», insistió sin perder de vista el papel de Juana de Castilla que iba a interpretar en el Guimerá en unas horas. «No sé si es el secreto de mi éxito, pero cuando me subo ahí arriba [vuelve su cabeza y clava sus ojos en una caja escénica oscurecida] lo tengo claro: los que vienen a verte tienen que volver a casa con la sensación de que la obra que acaban de ver es la primera vez que se representa». Sí, aunque se enfade, Concha Velasco era incombustible.

Premio Fimucité 2018

Hija de un militar que estuvo destinado en el antiguo Sáhara español, ella apuntó en más de una ocasión que lo que «quería su padre era venir a Canarias, no que lo enviaran a Marruecos». Durante su estancia en la costa africana comenzó a experimentar una atracción por el Archipiélago, pero su anclaje con las Islas no llegó hasta sus primeras travesías en barco entre España y América o viceversa. «Eran largas y alguna vez las aprovechábamos para sacar unas funciones extras aquí», explicó una artista que en 2018 fue reconocida con el Premio Fimucité - Antón García Abril por su papel clave en bandas sonoras de la historia del cine español. Entonces una emocionada Concha Velasco envió un mensaje a los espectadores del Auditorio de Tenerife que atrapó su cariño. «¡Gracias Canarias por quererme tanto!», dijo. | J. D.