Canarismos

El papel aguanta todo lo que le pongan

El papel aguanta todo lo que le pongan

El papel aguanta todo lo que le pongan / El Día

Luis Rivero

Luis Rivero

Este decir isleño se suele emplear como respuesta o conclusión en escenarios en los que se discute o se hace valer lo que figura por escrito, dándosele excesiva importancia a un documento o dando por sentada la veracidad de aquello que está escrito. Con ello se quiere decir que sobre el papel se pueden verter todo tipo de opiniones, positivas o negativas, se puede afirmar o negar algo, informar o mentir, halagar o criticar sin que lo que consta escrito deba coincidir necesariamente con la realidad. Se trata de una versión insular del dicho de uso general en castellano «el papel lo aguanta todo», al que se le atribuye un origen histórico singular. La etimología de esta sentencia está relacionada con dos personajes ilustres, el intelectual francés Denis Diderot y la emperatriz Catalina II de Rusia. Se cuenta que Diderot fue invitado a San Petersburgo en 1773 y durante su estancia en la corte ejerció como consejero de la emperatriz por algunos meses. En uno de los encuentros que mantuvieron, tuvo lugar un debate que puso al descubierto las diferencias entre ambos. La emperatriz, aun admitiendo lo acertado de los principios que planteaba el autor francés (que pretendía importar en Rusia las ideas de la Ilustración en un momento en que el imperio afrontaba una rebelión interna), concluyó con esta frase que a la postre se haría célebre: «usted trabaja solo sobre el papel, que se presta a todo; es obediente y flexible y no pone obstáculos ni a su imaginación ni a su pluma». Y fue así (a partir de esta frase: «el papel se presta a todo») que se popularizó la sentencia que hoy conocemos como «el papel lo aguanta todo».

El papel marca un hito en la evolución de los soportes (durables) de la escritura y de la propia historia de la humanidad. Material que introduce una serie de ventajas como son la difusión del conocimiento de la escritura y la lectura entre sectores cada vez más amplios de población, facilita la impresión de libros y, por ende, la transmisión del saber en general, posibilita la contratación privada y el tráfico mercantil, la estampa de papel moneda, estimula el desarrollo económico y el funcionamiento de la administración pública. Pero nada de ello presupone la veracidad ni la certeza de cuanto está escrito sobre el papel. El papel es paciente, silencioso, tolerante, no juzga y aguanta todo lo que en él escriban, de manera que no es capaz de garantizar que lo que está escrito sea veraz ni que se pueda adverar en el futuro por el mero hecho de que esté escrito. El papel puede convertirse en medio difusor de afirmaciones y en proclamación de buenas intenciones, pero no garantiza su realización ni que las promesas y obligaciones recogidas por escrito se lleven a cabo.

El verbo «aguantar» aquí es sinónimo de ‘soportar’, cabe de todo sobre este soporte material (de la escritura) que es el papel. «Aguanta todo lo que le pongan», donde ‘poner’ es sinónimo de ‘decir’, de escribir o verter opiniones, afirmaciones o juicios de valor [tiene el mismo sentido de «poner» en contextos como este: la persona mayor con dificultad en la visión y ante un letrero informativo pregunta a su acompañante, «¿qué pone ahí, mi niño?», ¿qué dice ahí?, pidiéndole que le lea ‘lo que está escrito’].

En las islas se escucha también una versión abreviada del mismo dicho que dice: «el papel aguanta todo». Esta sentencia popular, en cualquiera de sus versiones, se puede escuchar a menudo también para desacreditar los formalismos cuando estos se hacen valer como garantía de cumplimiento de la voluntad de alguien (v.gr., un contrato) o una afirmación que se tenga por auténtica (una información periodística falsa). Y es que una cosa es lo que se dice por escrito y otra lo que realmente se hace o ha acontecido, porque como recuerda aquella otra máxima popular: «del dicho al hecho hay un buen trecho».