Amalgama

Simulismo

Un fotograma de ‘El Show de Truman’.

Un fotograma de ‘El Show de Truman’. / juan ezequiel morales

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

Fouad Khan, publicó un texto en Scientific American, en abril de 2021: Confirmed! We Live in a Simulation. Exponía los principios del Simulismo, una tesis posibilista mantenida por el filósofo Nick Bostrom, desde un texto fundacional, Are We Living in a Computer Simulation? (Abril 2003, en Philosophical Quarterly). Bostrom planteaba un trilema: o bien nos extinguimos antes de alcanzar una etapa superior (posthumana), o las civilizaciones posthumanas no están interesadas en ejecutar simulaciones de su historia, o finalmente, estamos viviendo en una simulación informática. Fouad Khan propone que para entender si vivimos en una simulación debemos estudiar empíricamente lo que tenemos, compararlo con las computadoras que ya ejecutan simulaciones, lo que denominamos videojuegos: «Todo el hardware informático deja un artefacto de su existencia dentro del mundo de la simulación que está ejecutando. Este artefacto es la velocidad del procesador. Si por un momento imaginamos que somos un programa de software que se ejecuta en una máquina informática, el único e inevitable artefacto del hardware que nos apoya, dentro de nuestro mundo, sería la velocidad del procesador. Todas las demás leyes que experimentaríamos serían las leyes de la simulación o el software del que formamos parte». Todo lo que hagamos estará limitado, no por las leyes del juego, sino por la velocidad del procesador. En un ejemplo simple, propone Khan que un procesador de 64 bits realizaría una resta entre, digamos, 7.862.345 y 6.347.111 en la misma cantidad de tiempo que tomaría realizar una resta entre dos y uno, y «el observador inmerso en la simulación sólo podrá darse cuenta de la velocidad dentro de la que vive cuando la observa como límite superior, y dentro de nuestro universo dicho artefacto se manifiesta como la velocidad de la luz».

Pues eso, dentro del límite de la velocidad de la luz se generan el espacio, el tiempo, y todo lo que existe para el ser humano. Y ahí salta Fouad Khan a la parte más profunda de su propuesta filosófica: «Casi desde los albores de la filosofía hemos estado haciendo la pregunta: ¿Por qué necesitamos conciencia? ¿Para qué sirve? Bueno, el propósito es fácil de extrapolar una vez que concedemos la hipótesis de simulación. La conciencia es una interfaz subjetiva integrada, combinando cinco sentidos, entre el yo y el resto del universo. La única explicación razonable para su existencia es que está ahí para ser una experiencia». Sigue elucubrando Fouad si la experiencia o qualia es una ventaja evolutiva o algo que existe para el propósito de serlo porque sí: «Las leyes naturales no exigen su existencia, y ciertamente no parece ofrecernos ninguna ventaja evolutiva. Sólo puede haber dos explicaciones para su existencia. La primera es que hay fuerzas evolutivas en el trabajo que no conocemos o aún no hemos teorizado que seleccionan para el surgimiento de la experiencia llamada conciencia. La segunda es que la experiencia es una función que servimos, un producto que creamos». De donde «La explicación más simple para la existencia de la conciencia es que es una experiencia creada por nuestros cuerpos, pero no para nosotros. Somos máquinas generadoras de qualia... nuestro producto probablemente sea para el beneficio de alguien que experimenta nuestras vidas a través de nosotros».

Plantea Fouad que esta sería la madre de todas las teorías conspirativas: «la que dice que todo, con la excepción de nada, es falso y una conspiración diseñada para engañar nuestros sentidos. Todos nuestros peores temores sobre fuerzas poderosas en juego que controlan nuestras vidas sin que lo sepamos, ahora se han hecho realidad. Y, sin embargo, esta impotencia absoluta, este engaño perfecto no nos ofrece ninguna salida en su revelación. Todo lo que podemos hacer es aceptar la realidad de la simulación y hacer de ella lo que podamos. Aquí, en la tierra. En esta vida».

Nick Bostrom propone, pues, tres alternativas ineludibles sobre lo que vemos que existe, y Fouad elige la única lógicamente posible y nos deja convertidos en meros Sims o seres de un universo creado por el principio del Simulismo. Es interesante tener en cuenta la contramanifestación escéptica del físico Marcelo Gleiser, de la Universidad de New Hampshire, que refuta el que los postumanos tengan motivos para crear realidades simuladas, ya que si fuera así, no habría razones para detenerse en un nivel de simulación, de forma que una generación de Sims simularían, a su vez, a sus respectivos antepasados, y el proceso se repetiría hasta derivar en una regresión infinita, con la simulación de la simulación de la simulación y la caída en el dilema de la Primera Causa, lo que nos colocaría siempre en el mismo sitio.

Si observamos cómo empezó occidente a pensar acerca de la razón, tenemos a Descartes, en la primera de sus meditaciones, de 1641, de la cual llegó al «Cogito ergo sum» (publicadas en 1647 en francés, Méditations metaphysiques): «Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios —que es fuente suprema de verdad—, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y las demás cosas exteriores no son sino ilusiones y ensueños, de los que él se sirve para atrapar mi credulidad. Me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre, sin sentido alguno, y creyendo falsamente que tengo todo eso».

Pues estamos en las mismas, con los filósofos impactados y haciendo experimentos mentales como el «cerebro en la cubeta» (Gilbert Harman, en 1973), o la «Tierra Gemela» (Hilary Putnam, en The Meaning of Meaning), solo que actualmente es más hipnótico el contexto, con Mátrix, Simulismos y grandes sospechas de que, más allá del límite de la muerte, incluso, esos genios malignos nos tienen atrapados para que, desde que muramos, volvamos a ser pasto de la existencia terrestre para servir de comida emocional a carceleros eternos. Pero eso es otra cuestión que exige más contextos y tiene impresionantes salidas y transcendentales soluciones.