ANÁLISIS

¿Culpabilidad inocente o inocencia culpable?

Portada de la novela 'La culpa transparente', de Gerardo Pérez Sánchez.

Portada de la novela 'La culpa transparente', de Gerardo Pérez Sánchez. / El Día

Agustín Gajate Barahona

La séptima novela de Gerardo Pérez Sánchez (La Laguna, 1972), titulada La culpa transparente (Verbum, 2022), constituye desde mi punto de vista la apuesta literaria más madura, plena y arriesgada de este autor.

Madura, porque después de seis títulos acumula una experiencia narrativa que aporta confianza y seguridad mientras se transita por las páginas del libro, tanto por el lenguaje utilizado como por la estructura de la obra, elementos que le permiten convencer a cualquier lector que su propuesta puede ser aun más real que la vida misma, sin dejar de ser ficción.

Plena, porque combina de manera fluida y aparentemente improvisada múltiples ingredientes esenciales y materiales descriptivos, como si se tratara de una afamada figura de la alta cocina, que utiliza diferentes productos y técnicas de elaboración, para dejar en el paladar del comensal ese regusto agradable que queda después de todo placer disfrutado.

Arriesgada, tanto en la forma como en el fondo. En la forma, por la ausencia de diálogos directos, aunque sí aparecen de manera indirecta o interiorizados, como reflexiones, lo que hace que el ritmo narrativo no se paralice o ralentice, sino que mantenga cierta intensidad dinámica. En el fondo, porque aborda desde una perspectiva casi psicológica profundos sentimientos humanos: amor, lealtad, justicia...

El mayor riesgo lo asume precisamente al contraponer la justicia sentida con la justicia real y cotidiana, aquella con la que los seres humanos tratan de dirimir los conflictos y que, en ocasiones, se enfrasca en procedimientos, reglamentos y normativas que acaban por alejarla de cualquier ideal que haya inspirado la aprobación de una ley.

En propia carne

La protagonista vive en carne propia esa dualidad desde temprana edad. Parece predestinada a incumplir las reglas impuestas por demasiado rígidas e incomprensibles, un poco como nos pasa a todos, que nacemos sentenciados por el axioma desconocer la ley no exime de su cumplimiento. ¿Cómo podemos guiarnos por algo que desconocemos? ¿Y cuándo intuimos sobre lo que trata la ley o la norma (no conozco a nadie sin estudios jurídicos que se haya leído un texto normativo completo, incluida la Constitución) pero no la consideramos justa y nos perjudica?

Es precisamente dentro de estos conflictos interiores donde se gestan las dobles personalidades, las dobles vidas y la doble moral en el seno de una sociedad de apariencias. Literatura y humanismo en estado puro.

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