eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Canarismos

Dime con quién andas y te diré quién eres

Dime con quién andas y te diré quién eres

«Este mi amo, por mil señales, he visto que es un loco de atar, y aun también yo no le quedo en zaga, pues soy más mentecato que él, pues le sigo y le sirvo, si es verdadero el refrán que dice: Dime con quién andas, decirte he quién eres, y el otro de No con quien naces, sino con quien paces» (El Quijote, II-X). En más de una ocasión Cervantes pone en boca del buen Sancho alguna de estas versiones antiguas del refrán que hoy se sigue escuchando en las islas en la forma que conocemos: «Dime con quién andas y te diré quién eres». Aparece por primera vez en Eurípides (Fragmenta) y sobrevive durante la Edad Media, donde se documentan distintas versiones arcaicas como la que dice: «Dime con quien paces, y decir te he qué hazes» (Refranes glosados). Hay quien ha visto los fundamentos ideológicos, por así decirlo, sobre los que se construye este adagio en uno de los versículos del Libro de los Proverbios (13,20): «Trata con sabios y sabio te harás, frecuenta a los necios y acabarás mal». Esta frase proverbial que desaconseja las malas compañías y exalta los beneficios de las buenas y adecuadas podría inducir a elaborar este razonamiento sencillo y certero de uso general en distinto ámbitos del castellano: «Dime con quién andas y te diré quién eres». Que viene a sugerir que los gustos y aficiones, incluso el tipo de persona que se trata, se pueden deducir según las amistades y ambientes que se frecuenten. Como mismo se advierte de las malas influencias que ejercen las compañías inapropiadas a través de ciertos comportamientos y actitudes. El refrán suele emplearse como advertencia o reproche para desaprobar o desaconsejar ciertas amistades. No es infrecuente el uso aleccionador por parte de la madre cuando reprende al hijo adolescente por salir con algún amigo que no es del agrado de ella. A un razonamiento parecido obedece la expresión que dice: «Todo se pega, menos la gordura y la hermosura», donde el verbo «pegar» posee una clara connotación negativa que hace referencia a contagiar o transmitir malos hábitos. Si bien es cierto que en un sentido lato pudiera entenderse que la expresión contempla idénticos efectos tanto para las malas como para las buenas compañías, su empleo viene asociado generalmente a un sentido negativo, presumiendo el mal ejemplo que significan las personas frecuentadas. De ahí que predomine la creencia que se resume en esta frase hecha: «todo lo malo se pega», porque existe la convicción generalizada de que es más fácil adoptar los malos hábitos y defectos de quien se tiene al lado, que sus eventuales virtudes.

La expresión parte de un presupuesto («dime con quién andas», es decir, dime con quién estás) al que se subordina un resultado conjetural («y te diré quién eres», cómo eres, qué tipo de persona eres). Esta conclusión se establece sobre la base de una simetría según la cual nuestras compañías y amistades serían un reflejo, una imagen en el espejo de lo que somos. Como mismo se dice que «la cara es el espejo del alma», de manera similar se establece una relación especular entre las compañías con las que se suele estar y el tipo de persona que se es. De manera que quien se junta con lajas («laja»: individuo que no es de fiar, pillastre, «buena pieza»), seguramente es porque es uno de ellos; si se suele estar en compañía de un palanquín, la gente será proclive a pensar que se es de la misma condición; y si alguien anda a menudo con farfullentos, de seguro habrá quien piense que son del mismo pelaje. Porque, a fin de cuentas, como dice el dicho: «Dios los cría y el diablo los junta».

Compartir el artículo

stats