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Paul Schrader: de las atrocidades de Abu Ghraib al póquer en busca de redención

El director sigue explorando los temas que sustentan su obra en 'El contador de cartas', filme en el que vuelve a construir otro de sus grandes personajes torturados, encarnado en esta ocasión por un magnético Oscar Isaac

Paul Schrader. / PAU MARTÍ

La obra de Paul Schrader siempre ha estado asociada a los conceptos de culpa y redención. Sus personajes se encuentran lastrados por el trauma y, de alguna manera, se convierten en receptores de muchos de los males y miserias de la sociedad del momento. Han pasado 45 años desde que Schrader escribiera 'Taxi Driver' para Martin Scorsese y su Travis Bickle, interpretado por Robert de Niro, forma parte ya de la cultura popular como icono de la trastienda de Norteamérica tras la guerra de Vietnam. Un ser torturado, que había visto el horror, había sido partícipe de él y que descubría que el panorama urbano que se extendía frente a sus ojos estaba repleto de corrupción y decadencia moral. 

Ahora, el cineasta parece estar experimentando una segunda juventud poniendo de nuevo en práctica los conceptos de base que sustentaban 'Taxi Driver' y adaptándolos a las particularidades de nuestro tiempo. Si en su anterior película, 'El reverendo', enfrentaba a su protagonista a la crisis medioambiental, en esta ocasión, en 'El contador de cartas', lo vincula a la violencia y las torturas que se cometieron en la guerra de Irak por parte de los militares estadounidenses.

William Tell (Oscar Isaac) estuvo en la cárcel ocho años por las vejaciones cometidas a los presos en Abu Ghraib. Durante su encierro tuvo tiempo de pensar, se acostumbró a llevar una vida austera, organizada y de un metodismo casi enfermizo. También aprendió a contar cartas. Una vez fuera, comenzará a jugar en pequeños casinos al póquer y al 'blackjack'. Podría ganar mucho dinero, pero no quiere, solo lo imprescindible para subsistir. Por la noche, se encierra a escribir en su diario todo aquello que le atormenta, en una habitación de motel con todos los muebles y objetos previamente precintados con sábanas blancas. 

"A lo largo de los años, he desarrollado un estilo propio para mis películas. Suelen tratar de un hombre con una máscara que se siente solo, y la máscara es su ocupación. Puede ser taxista, traficante, gigoló o reverendo. Cojo a ese personaje y lo hago enfrentarse a un problema mayor, ya sea personal o social. En este caso, William Tell se encuentra solo con su máscara puesta, que es la de un jugador profesional de póker que fue un antiguo torturador al servicio de los Estados Unidos", cuenta el director. 

¿Y si alguien ha hecho algo por lo que no es capaz de perdonarse? Esa fue la base sobre la que el director construyó 'El contador de cartas', introduciendo a su personaje en una especie de purgatorio del que no puede salir, condenado a la no-existencia, viajando de casino en casino, de una habitación idéntica a otra. Durante su periplo conocerá a La Linda (Tiffany Haddish), una representante de jugadores profesionales, y a Cirk (Tye Sheridan), un joven cuyo padre fue compañero de William en Irak y al que querrá proteger. 

Oscar Isaac se sintió inmediatamente atraído por Tell porque sus motivaciones no son nunca aparentes, es un hombre herido en su interior que no sabe cómo expresarse. "Se trata de otra entrega de la saga de Paul de 'hombres solos en su habitación’. Lo que me enganchó es cómo es capaz de conferir a sus guiones espacios para el pensamiento del protagonista, explorando su subconsciente", cuenta el intérprete. 

'El contador de cartas' podría considerarse un thriller, sobre todo a partir del momento que entra en juego el personaje de Gordo (William Dafoe), el ideólogo de todo el sistema de torturas y al que Cirk quiere matar para vengarse. Pero, sobre todo, el director vuelve a hablar de la crisis de valores de la sociedad americana, y lo hace precisamente a través del juego y de un personaje que no lo adopta como un vicio o una adicción, sino como una forma de poner orden en su mundo, porque las cartas se han convertido en su único asidero, ya que nunca engañan, siempre se rigen por determinados patrones y son más fáciles de entender, para él, que las personas. Además, en la película, Schrader vuelve a poner en práctica su estilo trascendental, un término que él mismo acuñó en su etapa como crítico de cine y que convierte cada una de sus películas en tratado existencial y filosófico sobre el ser humano. 

Una de las sorpresas de la película es ver a Tiffany Haddish en un papel totalmente alejado del registro cómico al que nos tiene acostumbrados. Ese fue uno de los retos para ella, deshacerse de la forma de hablar rápida que la ha caracterizado desde sus inicios como monologuista. A cambio, consigue convertirse en el corazón de la historia y la única capaz de quitar los cerrojos que lleva integrado el personaje de Tell. 

Para componer la banda sonora, Schrader acudió al cantante y compositor del grupo Black Rebel Motorcycle Club, Robert Levon Been, hijo del fallecido Michael Been, cantante de The Call que compuso las canciones de la mítica 'Posibilidad de escape', otro de los grandes títulos de Schrader cerrando así un círculo generacional. 

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