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Ken Follett Escritor superventas

«Odiaría verme en una situación de peligro»

«La mayor parte del tiempo estoy en casa [una vieja rectoría], delante del ordenador», asegura el escritor superventas

Ken Follett. E. D.

El traje de superventas parece hecho a la medida del galés Ken Follett (Cardiff, 1949). Tras más de 170 millones de libros vendidos en 80 países amasa una fortuna que le permite tener un Rolls Royce sin corromper su alma de izquierdas. En ‘Nunca’ despliega una trepidante carrera para frenar la III Guerra Mundial.

Solo faltaba que Ken Follett vea un riesgo real de apocalipsis...

La vida nunca fue tan peligrosa como ahora. Durante gran parte de la mía solo tuvimos miedo a una guerra con la URSS, pero las amenazas se han multiplicado. La peor es nuclear, aunque el cambio climático o una nueva pandemia podrían acabar con muchos de nosotros. Somos muy lentos en abordarlos.

¿No era usted optimista?

Lo soy, cierto. Cuando juego, siempre pienso que voy a ganar. Lo que ha cambiado no soy yo, es el mundo. Y ahora mismo, no veo razones para el optimismo.

«Toda catástrofe empieza por un pequeño problema», dice uno de sus personajes.

Un asesinato en Sarajevo desencadenó la Primera Guerra Mundial. Más de nueve millones de combatientes y siete millones de civiles perdieron la vida. Hoy hay una enorme tensión entre China y EEUU. Es como un fuego a la espera de que alguien lo encienda. Y la chispa podría ser Bielorrusia. Para sofocar esa y otras posibilidades, las potencias no deben pensar «somos los más fuertes, no necesitamos a nadie» –¡odio eso!–, sino «vamos a ser sensatos».

Tiene amigos influyentes. ¿Alguna información privilegiada a compartir?

¿En qué sentido?

Si le han aconsejado comprarse un refugio nuclear, o algo así.

Uno no puede construirse uno, porque tiene que estar entre 25 y 30 metros bajo tierra y tener un sistema potente de purificación de aire y millones de litros de agua.

Aparte de champán, que le chifla, ¿qué se llevaría a uno en caso de emergencia?

Montones de libros y el ordenador, para escribir otra novela, aunque no quedara nadie vivo para leerla. Aunque si hay una guerra nuclear, todos pereceremos.

Antes de que eso ocurra, cuente su fórmula del éxito.

Lo verdaderamente importante es que el lector conecte con las emociones, que sienta lo que sienten los personajes, aun sabiendo que es ficción. Este es el hechizo que debe lanzar el escritor.

Muchos hacen eso, no todos venden 170 millones de libros.

¡No lo sé! Sé que soy escritor porque empecé a leer desde muy pequeño y sé que tengo una imaginación vigorosa. También diría que pienso con más intensidad que otros en el lector. Siempre me pregunto: «¿Esto se lo va a creer? ¿Querrá pasar la página para ver qué ocurre?». Conozco a muchos autores que aseguran escribir para complacerse a sí mismos. No es ese mi caso.

¿Quién le agrada a usted?

Charles Dickens. He leído todos sus libros varias veces. No tengo su potencia ni su maestría en el uso del idioma, pero él quería, como yo, que le leyeran millones.

Si el personaje principal de la novela fuera usted, ¿qué trama saldría?

¡Oh Gosh! ¡Esta sí que es difícil! Quizá el personaje se metería en alguna situación peligrosa y la gestionara muy mal. Saldría una comedia.

¿Tiene poca fe en sí mismo como héroe?

No hay ningún elemento novelesco en mi vida. La mayor parte del tiempo estoy en casa [una vieja rectoría de Hertfordshireen], delante del ordenador, escribiendo sobre un mundo emocionante que solo está en mi mente. Por la noche tomo una copa de vino y fin de la historia. Nunca he estado en una institución militar. Odiaría verme en una situación de peligro. Si no estuviera en casa, estaría en una biblioteca.

Su esposa fue parlamentaria laborista y recibió amenazas de muerte.

Barbara sí que ha asumido riesgos. Y no solo en su vida parlamentaria. En su adolescencia en Sudáfrica hizo campaña contra el apartheid, que en aquellos días era muy peligroso. Algunos activistas fueron torturados y asesinados por la policía, y ella recibió un disparo. Desde La isla de las tormentas en mis novelas aparecen mujeres como ella.

¿Es la encargada de bajarle el ego?

No soy una persona muy modesta, la verdad. Pero tampoco soy de los que discuten con los vecinos, o se pelean en la puerta del pub. Solo pretendo estar a la altura de mi reputación.

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