De entre los dichos que forman parte del patrimonio aforístico canario es de dominio común, por su extendido uso, esta expresión que advierte de la necesidad de acometer un compromiso o un esfuerzo personal para alcanzar el objetivo deseado: “El que quiera lapas, que se moje el culo”. Metáfora que se inspira en ambientes de pescadores y de las poblaciones costeras. La “lapa”, como es sabido, es un molusco abundante en las islas, donde vive adherida al “marisco” (riscos a flor de agua o en la orilla del mar) y a los “callaos” de la orilla (piedras lisas y redondeadas por el rodamiento causado por la fuerza de las mareas). Las colonias de estos moluscos que conviven con poblaciones de burgados y otras especies quedan al descubierto con la bajamar. Lo que propicia su captura valiéndose de un “lapero” o un cuchillo de cocina para arrancar la lapa pegada a las piedras. Otrora era habitual contemplar la imagen de los hombres en la orilla “de la marea” cogiendo lapas de entre los “callaos” o en el “marisco” (que se dice: “lapear”). Este molusco forma parte de la alimentación de la población isleña desde tiempo inmemorial, como lo testimonian los numerosos “concheros” (restos acumulados sobre el terreno de “cáscaras de lapas”) hallados en distintos yacimientos arqueológicos de las islas. Aunque también es muy apreciada por los pescadores como carnada. Y sobre esta imagen metafórica se construye este dicho popular que contiene un razonamiento simple que consta de tres partes. El verbo “querer” (“el que quiera”) que se identifica con desear o aspirar; un objeto deseado, las “lapas” (preciado producto del mar de la gastronomía isleña) que simboliza el fin, la recompensa o el resultado; y la parte conclusiva: hay que “mojar(se) el culo”, que es el precio o tributo a pagar para obtener lo deseado, con trabajo, esfuerzo y sacrificio… Y esto explica el énfasis que se imprime al pronunciar la segunda parte de la frase: “que se moje el culo”. Lo que sumerge imaginariamente a quien lo escucha en la desagradable sensación de frialdad del agua en las posaderas cuando se está “encuclillado” en la orilla o al arreciar de una ola apenas empieza a “subir la marea”.

Como en tantos dichos populares, se recurre resueltamente a la expresión vulgar (“culo”), desparpajo que tiende a superar un término considerado tabú en ciertos ambientes. Posee un carácter admonitorio en el sentido de que aconseja e incita a actuar si se quiere obtener lo pretendido, o acaso amonesta a quien piensa aprovecharse de la ocasión “sin dar un palo al agua”. “No hay resultado sin esfuerzo” sería la enseñanza implícita en el dicho, o “el que algo quiere, algo le cuesta”, como señala otra expresión sinónima.

Ideológicamente se sitúa en línea con los principios de una sociedad con hondas raíces judeocristianas que encomia y recompensa “el espíritu de sacrificio”, de sacrificar; término que en su origen se refiere al acto de hacer ofrendas, es decir, ofrecer a una divinidad algo o a alguien en su honor o en señal de expiación, generalmente destruyéndolos o matándolos; y de ahí —paradójicamente— han derivado los significados de trabajo penoso y duro, o aquella tarea que se afronta con gran esfuerzo. Lo que hace inevitable la asociación inconsciente entre el trabajo duro y el esfuerzo con obtener un logro o recompensa. Como es creencia generalizada y así reza aquella sentencia bíblica que dice: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Que viene a trasladar idéntico mensaje que la comentada, aun cuando esta se exprese con toda la vulgaridad y hasta se entone con cierta vehemencia (“que se moje el culo”), como mismo se reprende al ocioso por su inutilidad: “¡Mueve el culo!”, para incitarlo a que se “ponga en marcha”, “a que se mueva”, “a que se ponga a trabajar”.