Los dos artistas que conviven dentro de Sergio Caballero, el visual y el sonoro –aparte de cineasta, es codirector del Sónar y músico electrónico– vibraron de manera muy especial durante el estado de alarma. No tanto en el confinamiento como cuando pudo salir a la calle. “Disfruté mucho de la ciudad vacía. No solo del paisaje de calles desiertas. También de los sonidos que descubrí. De pronto pude oír a los árboles agitándose con el viento y encontré ruidos de semáforos que desconocía”, recuerda.

Para él, la huella del coronavirus tiene esa textura, pero no la del miedo. “El terror no me lo provoca el virus, sino la gente que no acepta la muerte como parte de la vida y los políticos que han sembrado el pánico entre la población con su pésima gestión de la pandemia”, sostiene este expaciente de covid-19.

"El terror no me lo provoca el virus, sino la gente que no acepta la muerte como parte de la vida"

Nada de esto le resulta inspirador, ni como realizador ni como espectador. “Ahora mismo prefiero ver a Bud Spencer repartiendo guantazos en Le llamaban Trinidad que una historia sobre virus o pandemias. Me apetece más crear mis propios mundos que contar algo relacionado con lo que está pasando”, asegura. El guion que tiene entre manos va sobre una secta que vive aislada en la montaña y usa el sonido como moneda de cambio. No esperen sus seguidores detectar el rastro del coronavirus en su obra futura. “Esta experiencia ha servido para que tomemos conciencia de nuestra fragilidad, pero me temo que seguiremos siendo unos cafres y continuaremos cargándonos el planeta”, concluye.