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Vecinos de antaño para revivir los lugares tristes

La tinerfeña Marta Medina y su compañera Isabelle Mathieu emplean fachadas degradadas de Arrecife, la capital de Lanzarote, para crear 'collages' con fotos antiguas donadas por los vecinos de la zona

Vecinos de antaño para revivir los lugares tristesEl Día

El arte tiene muchos fines y estos, normalmente, van más allá de los puramente estéticos. El arte consuela, extiende horizontes mentales, admira y, a veces, hasta asusta al que se sitúa como espectador. Pero la creatividad, asimismo, puede servir para abrir interrogantes y animar a la búsqueda de soluciones.

Eso es lo que debieron pensar, hace más de un año, la arquitecta tinerfeña Marta Medina y su amiga y compañera creativa Isabelle Mathieu. Medina, de familia lanzaroteña, pasa buena parte de sus veranos en la capital conejera, Arrecife, y es habitual que ambas aprovechen estos días para crear juntas. "Hacemos muchas cosas, collages por ejemplo", detalló la joven tinerfeña.

El año pasado, esas pequeñas aventuras creativas tomaron un nuevo rumbo. La situación de algunos de los espacios públicos de la capital de Lanzarote les llevó, casi como un impulso, a "tomar" algunas de sus calles. "En Arrecife cada vez hay más solares y edificios que caen en el abandono", relató Medina. "Se nos ocurrió que esas fachadas eran lienzos perfectos donde actuar, era una forma de responder hacia ese abandono", añadió.

Así nació el proyecto Escenas cotidianas. Iluminando no lugares. "Nace con la intención de re-habilitar algunos de los no lugares de la ciudad de Arrecife de Lanzarote con escenas de la vida de los habitantes de esta ciudad", explican en un texto las responsables de este hermoso proyecto.

Evidentemente, no había forma mejor de devolverle la vida a esas paredes que tanto habían visto durante decenios que rehabitarlas con el rostro de sus vecinos, con aquellos que jugaron en sus esquinas, entonces llenas de vida. Con las caras de los que rieron, trabajaron e incluso besaron bajo su abrigo.

"Pedimos permiso para usar algunas de esas paredes y empezamos con lo que teníamos más cerca, que eran fotos antiguas de nuestros familiares", recordó. En el verano de 2018 nacieron, por tanto, los tres primeros murales. De esta forma, un pequeño que lucía orgulloso sus primeras botas de fútbol apareció, por sorpresa, en una de las paredes de la ciudad, por ejemplo. En otro, amparadas en el marco de una antigua puerta, Medina y Mathieu hicieron nacer una librería. "La niña que aparece es mi madre, siempre le han encantado los libros", reconoció Medina.

A las creadoras, de hecho, no les importa demasiado cómo trate el tiempo a estas curiosas piezas callejeras. Han sido concebidas así, como algo efímero y con el único objetivo de atraer la mirada. Desean que el viandante se pare y vuelva a caer en la cuenta de que esos espacios que le rodean son, al final, parte de su historia. "Queremos que Arrecife reviva, ya sea con estas acciones u otras. Por algo hay que empezar", detallan.

"Nos pasaron cosas curiosas cuando hicimos los primeros murales, la gente se paraba, había conversaciones y eso nos pareció estupendo", continuó. Así, con la llegada de 2019, las autoras de este pequeño proyecto cayeron en la cuenta de que llegaba también el año de las conmemoraciones en honor a César Manrique. Si ha habido en Canarias un artista que supo volver su mirada hacia su entorno, hacia su Isla, y que supo amar el espacio que le rodeaba, ese fue sin duda él. "Con motivo del centenario, buscaban propuestas artísticas. Así que hicimos una memoria y nos presentamos. Les gustó bastante", indicó Medina. Pese a que todavía no han recibido del Cabildo de Lanzarote los fondos correspondientes a esta convocatoria, la intención de las creadoras es invertirlos en elaborar un catálogo con todo el proyecto. Mientras tanto, ellas volvieron a emplear este verano en repoblar los rincones más tristes y vacíos de la ciudad lanzaroteña con los rostros de antiguos vecinos. "Antes, acudimos al Ayuntamiento y a la Policía Local para explicar lo que íbamos a hacer, no ha habido ningún problema", destacaron.

Esta vez no hizo falta tirar de los archivos familiares para llenar de vida estas paredes, fueron los vecinos de la zona los que fueron dándoles imágenes. Una es la de Alfredo y su perro Lucero, por ejemplo. Las paredes de La Plazuela, uno de los espacios más degradados de la capital, se llenaron también de garzas y páginas de libros. "¿Y si cubrimos de historias lo que antes estaba mudo?", se plantearon. "Esto no pretende ser una solución, es solo una propuesta", recuerda Medina. El resultado es un collage de unos 25 metros que tiene, además de rostros y sonrisas, gallos y farolillos. Es un "no lugar re-habitado" que se ha vuelto a llenar de historias.

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